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Argentina: La escala humana

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"Si uno comienza por permitirse un
asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la
inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y
por dejar las cosas para el día siguiente”.

Esta frase de Thomas De Quincey
fue elegida por Javier Daulte, Rafael
Spregelburd y Alejandro Tantanian

—tres de los más destacados
dramaturgos de lo que se ha llamado “la nueva escena argentina”—
para
presentar una obra trascendente y transgresora de cualquier limitación de género
o estilo: La escala humana, pieza que a partir de situaciones
hiperbólicas y de un melodrama muy bien trazado, muestra sobre las tablas un
claro sentido del absurdo y de la indolencia contemporánea.

La acción comienza en un garaje,
cuando una madre

llega del mercado y cuenta a sus
hijos, con cierta turbación, que acaba de matar a una vecina a cuchilladas. Sin
embargo hay algo que la atormenta mucho más: no trajo los limones que había ido
a comprar. Sus hijos asisten mudos a la confesión; desde ese momento, al
parecer, sus esfuerzos estarán puestos en ocultar el crimen y la locura materna.

Esta primera escena, de excéntrica
comicidad, marca el ritmo de un espectáculo teatral pleno de
un
humor corrosivo y absurdo.
La
riqueza del personaje central —una madre atrapada por tensiones extremas— y las
extraordinarias interpretaciones del elenco son otros hallazgos de este
espectáculo que juega con lucidez  sobre algunos aspectos oscuros y débiles del
género humano.

Una artillería de pequeños objetos
contribuye a la articulación de un claro mosaico de patologías urbanas que
intentan definir a la sociedad de inicios del siglo XXI que, según los autores,
pareciera debatirse en una vorágine de locura, violencia e impunidad constantes.

En ese contexto, la familia
representa la síntesis y principal símbolo de un cuerpo social globalizadamente
en crisis, haciendo de la obra una especie de parábola fatalista de la vida
actual, con personajes anestesiados ante los terribles hechos de la realidad
cotidiana.

Y es que en  La escala
humana

—recientemente galardonada con el
Premio ACE 2001 como Mejor obra argentina—

hay una torpeza extrema, como aquella que caracteriza a los personajes de los
hermanos Coen. Tampoco se puede dejar de hacer referencia al film Serial Mom,
de John Waters,  que aborda el tema de una madre que opta por pintar su
cotidiano con la sangre de sus víctimas. Además, no se puede dejar de pensar en
la tendencia narrativa cinematográfica reciente donde se parodia la violencia
hasta el extremo del absurdo, como en las películas de serie B u otras de culto
tarantinesco como Pulp Fiction o Reservoir Dogs. Pero, al mismo
tiempo, la obra se aleja del cine, al desplazarse completamente de los géneros y
tener vida independiente sobre las tablas. “Creo que nuestra obligación en esta
época es proponer una alternativa. En el cine uno siempre está adscribiendo a un
género. En el teatro eso es imposible. Todo el teatro es de autor. No conocemos
un teatro contemporáneo que sea un teatro de género”, dice Spregelburd.

En La escala humana el
teatro sí es de autor, pero de un cuarto autor diferente a los tres que
escribieron y dirigieron la pieza. También la obra trasciende los géneros al
acercarse al policial, sin ser exactamente un relato negro, al melodrama, a la
comedia y al teatro del absurdo, para ser una propuesta independiente en sí
misma y confrontar

a la audiencia con la irónica y paradójica noción de que el ridículo y el
disparate son unas de las formas de evitar la más cruda realidad, esa a la que
nos acostumbra la televisión y la comedia. A fin de cuentas, ante una realidad
así, mejor reír.

 


De la obra

 

Casi sin proponérselo, una madre de
familia se convierte en asesina en serie. Un crimen casual que conduce a otro, y
luego tal vez a muchos más. La repetición es —y más si se trata de matar— grave,
pero es la única forma humana de ordenamiento que más o menos se conoce. Y
tranquiliza.

 

Un plan, también casual, para no
tener que pagar por esos crímenes. Un plan que, salvo por algunos detalles en
menor escala, funcionará a la perfección.

El peligro se cierne sobre
todos. Y el peligro es que las cosas poco importantes nunca se presentan como lo
que son, muy por el contrario, las cosas poco importantes ocupan todo el tiempo
el lugar de las cosas muy importantes, y hay que estar muy despierto para poder
distinguir unas de otras. Esta es la historia de una familia a la que le tocó en
suerte una extraña lucidez.


 Del montaje

Escribir y dirigir una misma obra
entre tres personas no supuso una multiplicación de las estéticas individuales
de cada uno, ni concesiones de ningún tipo, ni negociaciones de tolerancia. Lo
que hubo fue una rara sintonía en la que tres personas visitan un territorio
desconocido y ajeno: el fabuloso territorio del “otro”. 

Una vez puesto en marcha el sistema
de reglas y contrarreglas que hacen al procedimiento de esta obra alguien que no
parece ser en realidad para nada el producto de la suma de los tres escribe y
luego dirige el espectáculo. Como quien está de viaje en un país extraño, pero
bien acompañado por otros que supuestamente son los que llevan el mapa que, como
todo mapa, es falso.

La suma de subjetividades de estos
autores, unidos por afinidades generacionales y tal vez estilísticas, resulta
significativa como preocupación singular por la dirección y por la posición del
actor en escena, puesto que el
eje de La
escala humana
está en el actor y no en el texto que, fuera de las tablas,
como literatura simplemente, perdería un poco el sentido. Fue concebido para la
puesta en escena, para la acción, más que para la lectura. Por eso el dinamismo
y el acento narrativo del montaje.

Como explicara Rafael Spregelburd al
diario La Nación, “el dramaturgo no es un escritor de escritorio –sin
bien los hay, y muy buenos–, pero en este momento las experiencias teatrales más
interesantes que he visto son extra literarias; textos cada vez más parecidos al
guión cinematográfico. Creo que se está encontrando una especificidad teatral en
este último tiempo más independiente de la literatura”.

Así, en la puesta en escena hay una
notable economía de recursos y hasta un acercamiento mayor con la narración
cinematográfica que con la teatral”.

 Sobre
los autores

Un hecho real, anónimo y cotidiano
ocurrido en Buenos Aires: la caída de una mujer por una escalera mecánica,
sirvió a Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian como
inspiración para construir un texto singular e interesante que va más allá de la
mera anécdota.

Estos tres autores habían trabajado
juntos en el fenecido grupo Caraja-ji. Tiempo después, en 1999, deciden escribir
una pieza juntos. No transcurrió más de un año y estaban juntos frente a la
computadora escribiendo.
El reto fue
encontrar un cuarto lenguaje que fuera la síntesis de los tres dramaturgos, que
no querían la sumatoria de sus estéticas, sino llegar a una que para todos fuera
nueva.

 Javier
Daulte

(1963) es dramaturgo, guionista, director y docente. Tiende invariablemente a
contar historias de amor a través de procedimientos policiales. Rara vez le ha
dado especial importancia a la tan mentada cuestión de los contenidos y se
empecina en sostener que el teatro no debe transmitir idea alguna, sino
inventarlas. Merecedor de numerosos premios, entre sus últimos trabajos cabe
destacar Criminal (1996), Martha Stutz (1997), Casino (1998), Fiscales (1998),
Geometría (1999), Faros de Color (2000), Gore (2001) y Fuera de Cuadro (2001).

 


Rafael Spregelburd

(1970) es autor, director y actor de sus propios materiales. Traductor y
políglota, está obsesionado por una dramaturgia del lenguaje: cada una de sus
obras parece inventar una lengua impuesta con el peso fatal que tiene toda
naturaleza compleja. Ha trabajado como actor y docente en España, Colombia,
Inglaterra, Uruguay y más recientemente como autor comisionado del Deutsches
Schauspielhaus de Hamburgo. Ha recibido numerosos premios. Entre sus últimos
trabajos se cuentan las obras Raspando la cruz (1996), las tres primeras partes
de la Heptalogía de Hieronymus Bosch, y Fractal (2000), una suerte de compendio
teatral sobre la teoría del caos.


Alejandro Tantanian

(1966) Se define como autor, director y cantante. Integrante de El Periférico de
Objetos, grupo con el cual se ha presentado en importantes festivales
internacionales. Ha recibido premios por su producción dramatúrgica, ha sido
becario de la Akademie Schloss Solitude de Stuttgart y producido, entre otros
trabajos Un cuento alemán (1997), Sumario de la muerte de Kleist (1998), La
tercera parte del mar (1999), Tenebrae (1999), JULIA / Una tragedia naturalista
(2000) y Liederkreis. Una ópera sobre Schumann (2000) con música de Gerardo
Gandini.


De la crítica

 “…Muestra de gran madurez
individual y colectiva, es una pieza en la que el humor se convierte en el motor
de un engranaje de causas y consecuencias. Un engranaje con ciertos links que
constantemente logra mantener la atracción del público”.
Alejandro Cruz. La Nación, junio 2001.

 “Un interesante entramado de
situaciones y una inquietante atmósfera de inestabilidad emocional, hacen de
esta obra uno de los más valiosos aportes a la escena local de este momento”.

Juan Carlos Fontana. La Prensa, mayo 2001.

 “El humor es chirriante,
malévolo, de una idiotez sumamente disfrutable, con pocos desfallecimientos de
ritmo. Los personajes son verdaderos fracasados del mal, con una robusta
vocación por producir desastres en cadena”.
Pablo Zunino.

Rolling Stone,

junio 2001
 

La escala humana está
pensada como una historia lineal (introducción abrupta, nudo, desenlace) que se
cuenta en fragmentos. A través de las escenas, cualquier recurso es válido;
acciones que transcurren fuera de la vista de los espectadores, diálogos entre
personajes y voces telefónicas que desencadenan episodios policiales estilo SWAT,
o pequeños indicios de acciones fatales que ocurrieron fuera de escena”.
Ana Durán. Ciudad abierta, mayo 2001.

“Bajo
la apariencia de una simple historieta doméstica, que hasta podría ser
costumbrista, arde un infierno aterrador. Uno se ríe, porque el montaje abunda
en ingenio y humor corrosivo, falsamente ‘naif’, pero bien pronto la risa
se congela, hasta llegar al desolado final”.


Ernesto Schoo. Noticias, junio 2001.

“A la vez paródica y respetuosa de
los géneros, La escala humana sobresale además por la ausencia de
cualquier tesis o pedagogía dramática: nada hay para  enseñar, nada hay que
teorizar. Sólo se trata de cumplir-transgredir las claves de los géneros
reescritos.
”.
Jorge Dubatti. Nuevo Siglo, junio 2001.

“El que dijo (seguro que fue un tipo)
que el amor de madre es un abismo sin medida tendrá que ir a ver La escala
humana
”.

Moira Soto. Página/12, mayo 2001.


Ficha técnica

Autores Javier Daulte, Rafael
Spregelburd  y Alejandro Tantanian

Intérpretes María Onetto, Gabriel Levy , María Inés Sancerni , Héctor Díaz y
Rafael
Spregelburd

Voces en off Nina Righi, Max Edelstein, Mirta Busnelli, Cristina Banegas,
Mauricio Kartun

y Alberto Segado

Vestuario Julieta Alvarez
Escenografía

Oscar Carballo
,

Jorge Macchi

Iluminación Diego Angeleri
Operación de luces Mariano Dobrysz
Diseño sonoro

Nicolás Varchausky

Canciones Javier Daulte, Rafael Spregelburd, Alejandro Tantanian y Nicolás
Varchausky
Coordinación de producción Gustavo Schraier
Asistencia de dirección Julieta Alvarez

Dirección Javier Daulte, Rafael Spregelburd  y Alejandro Tantanian

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