Salud y Bienestar

Capítulo XXV – Toque Teórico Sobre El Amor

Todos y cada uno de nosotros
somos como ángeles de una sola ala,
y sólo podemos volar abrazándonos
los unos a los otros.
Luciano de Crezcenso

Es muy difícil definir el amor. Como todas las palabras demasiado importantes, tiene muchas definiciones y a veces, se presta también, a manipulaciones y contradicciones.

Es un sentimiento esencial en la relación de pareja. En nuestra época, la pareja ideal se une a través de él.

En la búsqueda de su comprensión podemos recurrir a la biología.

La vida apareció en nuestro planeta hace unos 3.000 millones de años. Durante las dos terceras partes de ese período la reproducción fue asexuada, es decir, resultaba de la simple división en dos de un organismo vivo. El progreso del fenómeno de la vida en ese período fue muy limitado. Sólo llegó a un vegetal muy y elemental, que es el alga azul-verde.

La naturaleza, en cierto momento, en su proceso de perfeccionamiento decidió – por decirlo así – que el proceso de reproducción se realizara por la unión de dos células diferentes, una de ellas llamada espermatozoide, masculina o macho, y la otra llamada óvulo, femenina o hembra. La primera tenía como rasgos su pequeñez, su gran movilidad, estar formada casi exclusivamente por un núcleo y un aparato locomotor y su gran número. La segunda, a la inversa, su tamaño mucho mayor (es casi visible a simple vista), su gran contenido de sustancias nutricias y su relativa inmovilidad. Se acepta que gracias a este recurso, el espermatozoide más veloz, el más apto, el mejor formado fecundaría al óvulo, y de esta manera se lograría el mejoramiento de la especie.

En los mil millones de años restantes del período en que la vida existe en nuestro planeta, ésta avanzó primero hacia los animales y éstos hacia la culminación de la vida en nuestro planeta que muy inmodestamente admitimos que es el hombre.

El amor se origina, a partir de este proceso biológico, en el proceso por el cual ambas células, masculina y femenina, se sientan atraídas la una hacia la otra, se unan, y forman el huevo a partir del cual se origina el nuevo ser.

Este amor se da, en el su forma más elemental, en los peces, que segregan sus células sexuales simplemente por la excitación de un sexo en presencia del otro. Ambas se unen en el agua, donde comienzan su desarrollo como nuevo ser vivo.

En el otro extremo de la cadena biológica aparece el amor humano, que es de una enorme complejidad, con una diferenciación muy importante de los seres que portan ambos sexos, un proceso de reproducción complicado que comprende un cortejo, factores culturales y sociales, la existencia de un sentimiento muy especial llamado amor, enormemente relevante durante la juventud y la madurez, un acto sexual o genital y un proceso de crianza de los hijos.

La palabra amor se ha extendido a otras actividades o relaciones del ser humano que despiertan en él sentimientos análogos a los que despierta el individuo del otro sexo.

Este sentimiento amoroso ha sido repetidamente explicado a lo largo de la historia de la humanidad. Citaremos tres expresiones culturales que, junto a la descripción biológica ya citada, nos permitirán proponer una definición.

La primera es la que figura en la Biblia. Según ella, Dios creó primero al hombre y lo puso en el Paraíso.

Después viéndolo solo, se dijo

– No es bueno que el hombre esté solo.

Entonces indujo en él un profundo sueño y le extrajo una costilla, de la cual formó a Eva, la primera mujer. Y les dio el mandato de

– Creced y multiplicaos.

El segundo antecedente figura en uno de los diálogos de Platón, titulado el Simposium, el Banquete o Del amor.

Un médico, que es también autor teatral, Aristófanes, da la siguiente explicación del origen de los sexos.

“Los primeros seres se denominaban andróginos, es decir, eran compuestos, seres dobles, unidos por sus espaldas. Uno de ellos era masculino y otro femenino.

Pero ofendieron a los dioses y estos resolvieron castigarlos. Los dividieron en dos, que a partir de entonces se llamaron hombre y mujer, o macho y hembra.

Y una vez separados, se buscaban afanosamente el uno al otro a través del sentimiento del amor.”

Dessiato describe bellamente esta interpretación griega del amor como la nostalgia omnipotente hacia la unidad y fusión perdida por el hombre.

El tercero de los antecedentes es el originado en el filósofo alemán del siglo pasado, Arturo Schopenhauer, que explicó al amor por lo que el denominó “el diálogo de la especie.” Establece que cuando dos seres se sienten atraídos el uno por el otro lo que hacen es establecer un nuevo diálogo que no se expresa en palabras y cuyo objetivo es formar un nuevo ser al cual cada uno de ellos les ofrece sus mejores atributos.

Una teoría, muy nueva y muy de nuestros tiempos actuales, es la teoría bioquímica. Ciertos autores pretenden haber descubierto que una persona enamorada genera, en su organismo, la producción de una sustancia, que se ha identificado como perteneciente a la familia de las endorfinas. Esas sustancias, por su acumulación progresiva generan un verdadero mecanismo de adición, por la cual el estímulo de la presencia de la persona amada, les es siempre necesario. Carente de este estímulo, baja la producción de esa sustancia y resulta un síndrome de abstinencia, como si al drogadicto le faltara la droga. Aparece entonces en el enamorado un estado de necesidad, similar que afecta al drogadicto cuando le falta la droga.

Lo que sí puede aceptarse es que todos los seres humanos tienden a elegir como pareja alguien que tenga rasgos de su progenitor del sexo opuesto. Recordando a Freud, aunque sin entrar en las interpretaciones propias al complejo de Edipo, nos enamoramos de alguien que tenga los rasgos de nuestro padre o nuestra madre. En realidad, son ellos los primeros y más importantes modelos a través de los cuales hemos aprendido a amar.

En otros casos, por motivos psicológicos profundos nos enamoramos con seres de rasgos patológicos.

Una excelente enfermera, persona de bien en todos sus aspectos, se tuvo que divorciar de un hombre que era alcohólico. Poco tiempo después se enamoró de un epiléptico. Trabajaba en un sanatorio psiquiátrico y se sentía inevitablemente atraída por pacientes de la institución.

La espléndida novela “El Reposo del Guerrero” de Christine Rochefort, describe el amor de una mujer por hombres neuróticos y drogadictos. Esos amores estaban, además plagados de elementos omosexuales.

En los tres ejemplos, lo esencial es la unión de dos seres para constituír una nueva unidad. En el primero (La Biblia) es el cuerpo de Adán, en el segundo (Platón) el andrógino de Aristófanes y el tercero es el nuevo ser de Schopenhauer.

Y de aquí derivamos nuestra definición, de tipo platónico, aplicable a todas las formas de amor,

“Amor es la unión de dos seres en una unidad que se encuentra por encima de cada uno de ellos por separado. ”

En la valoración del amor, amor representa más que yo, más que tú, más que yo + tú, y aún más que nosotros. Amor es una nueva entidad que los reúne a ambos pero vale más que ellos dos.

Esta definición del amor es teórica, platónica e idealista. Seguramente participa en todas las formas del amor, con matices variables en la mayoría de los casos.

El amor de pareja resulta ser el nuevo sentimiento que une trascendentalmente a un hombre y una mujer. El amor de familia es lo que une a esa pareja y su descendencia. El amor a la ciencia es lo que une a muchos hombres a través del conocimiento. El amor a la patria es lo que une a todos los hombres que habitan en el mismo territorio.

Si se nos permite utilizar una metáfora materialista, el amor es el valor agregado que se suma a cierta unión de entidades independientes. Algo así como una gestalt, en que el conjunto es mayor que la suma de las partes. Es lo que las une y las integra.

Después, a lo largo del desarrollo de la civilización, el amor se ha manifestado de muy distintas formas.

El libro más famoso sobre el amor en la cultura india se denomina el Kama Sutra, y se refiere sobre todo a la actividad sexual o mejor genital.

En la Biblia se menciona poco el amor carnal, salvo ese poema erótico que se llama “El cantar de los cantares.” El amor que predomina en ella es el amor del hombre hacia Dios. Por eso reza, en el Antiguo Testamento la frase;

“Amarás a Dios con toda tu alma, con todo tu cuerpo y con todos tus medios.

También fue desarrollado en el Nuevo Testamento aquel conocido dicho;

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

El amor romántico o cortés no parece haber existido en la antiguedad, hasta en el siglo 12 o 13, en que los trovadores cantaban loas a sus amadas, que por otra parte eran mujeres casadas.

Desde la aparición del Cristianismo, con uno de sus lemas que rezan;

Dios es amor

El amor entre el hombre y la mujer en las religiones cristianas tiende a revestirse de los rasgos de la divinidad, y en ambas se utiliza el mismo término.

De ahí que sus caracteres se identificaran con los de Dios.

De ello proceden muchos excesos y exageraciones que generan sufrimientos. Si se desea vivir normal y plenamente el sublime sentimiento del amor, es preciso, no solamente desacralizarlo sino también humanizarlo.

Inspirados en el presidente francés Clemenceau puede decirse que; “la familia es una cosa demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos del amor.”

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