Mielofibrosis, una enfermedad silenciosa
La médula ósea es un tejido celular que se encuentra en el interior de los huesos, y que tiene como función principal producir y mantener los valores y rangos normales de la sangre. En ella se originan tres tipos de células sanguíneas: los glóbulos rojos o eritrocitos (que contienen la hemoglobina), glóbulos blancos o leucocitos (que se activan contra las infecciones) y las plaquetas (que son la encargadas de que la sangre no salga fuera de los vasos sanguíneos, manteniendo su estructura).
“La mielofibrosis es una enfermedad que afecta las funciones de la médula ósea, que se inflama con la patología. Aún no se ha demostrado el origen o causa de esta inflamación, que genera una cicatrización continua en la médula ósea. Imaginen una herida en la piel, donde empieza a formarse una inflamación aguda, que luego da paso a una cicatriz. Sin embargo, lo normal es que la cicatrización se detenga una vez que el tejido se encuentre reparado. Con la mielofibrosis el cese de este proceso en la médula ósea no ocurre: se sigue cicatrizando, formándose una fibrosis; de allí la palabra mielo(médula ósea)-fibrosis(aumento del tejido colágeno). El proceso de la enfermedad consiste en asfixiar y desaparecer el tejido formador de la sangre, que es la médula ósea”, comenta el hematólogo y Jefe de Consulta del Banco Municipal de Sangre del Distrito Capital, José Luis López.
Un fenómeno que ocurre particularmente en esta enfermedad es que el cuerpo –tal como lo hace cuando el bebé se encuentra en el vientre de la madre– vuelve a dar la señal para que el bazo produzca células sanguíneas. “A medida que la patología va avanzando, el bazo va a ir aumentando de tamaño, y este crecimiento anormal produce molestia, dolor y disminuye la capacidad del estómago, generando pérdida peso. Además, la producción de células en el bazo hace que el paciente sufra de otros síntomas, tales como fiebre y sudoración nocturna”, finaliza el doctor López.
La evolución de la enfermedad no ocurre rápidamente, es un proceso lento que afecta a los pacientes de maneras diferentes: a algunos se le desarrolla en cinco o 10 años y, en otros, el proceso es un poco más acelerado, manifestándose de manera avanzada en uno o dos años. “Existen diferentes tipos de mielofibrosis, que son de alto, mediano y bajo riesgo. Dependerá de qué tan rápida sea la cicatrización en la médula, para tener una idea del tiempo de vida del paciente. Tampoco se sabe cuál es la razón del por qué algunos pacientes evolucionan mejor o peor que otros”, analiza el especialista.
El apoyo familiar: factor de mantenimiento clave
El apoyo familiar es necesario para que el paciente pueda realizar las diversas actividades diarias. “En esta enfermedad, el estilo de vida y la intervención de sus seres queridos son un punto importante para la recuperación del paciente. La motivación y el soporte al momento de realizar las labores diarias, puede ser un estimulante para el ánimo de la persona y eso es positivo, ya que estará limitado por la fatiga crónica y por ello no podrá movilizar sus músculos, pues no tiene hemoglobina suficiente para poder utilizar el oxígeno que necesitan. Además, requerirá un entorno que le permita cumplir una dieta estricta a base de alimentos líquidos ricos en calorías y proteínas”, expone el médico.
“Estos pacientes también necesitarán la colaboración de sus parientes al momento de ir a las consultas médicas, debido a que siempre requerirán de varias transfusiones para mejorar el nivel de hemoglobina, responsable de transportar el oxígeno”, finaliza el especialista.