Cultura

Dayris Goméz: El Valle: Alquimia de la Naturaleza

Dayris Gómez ha sorprendido al público venezolano, a lo largo de su carrera como artista visual, por la fuerza cromática de sus temas florales, inspirados por los instintos primaverales, y por un expresionismo que nace de la pasión y el amor por la naturaleza y la música.

El 25 de septiembre de 2015 como invitada especial en la sala expositiva del Museo Arqueológico de Mazatlán, México en una exitosa muestra, titulada “Entre el Cielo la Tierra”. Estos cuadros fueron inspirados por la búsqueda de materializar las fuerzas de la vida, a través de climas plenos de empatía cósmica, y erotismo a través de temáticas florales. Una de las constantes de su lenguaje visual es la experimentación, movida por problemáticas claves de la contemporaneidad que giran en torno al simbolismo de la flor, como manifestación de los ciclos de la vida: cáliz o receptáculo de la lluvia, el rocío, y expresión de las fuerzas pasivas del cosmos que deben ser activadas a través de la polinización. Y, a su vez, posee una dimensión espiritual que es percibida por el taoísmo y el tantrismo como la floración de la flor de oro, como espera y eclosión de una alquimia interior que fusiona los opuestos. La artista se hace eco de estas significaciones, al destacar la flor cual vientre telúrico, recreando el sentido de la divinidad y lo trascendente que palpita en sus ensoñaciones, como expresión de la sacralidad de la existencia que se materializa en sus pinturas.

“Maravillarse de lo más insignificante ver su potencial y  belleza, de los materiales más diversos es un gozo” (Dayris Gómez)

Movida por esta búsqueda en su taller en Barquisimeto, Estado Lara, empezó hace varios años la experimentación con el plástico, como una forma de convertir ese material sintético creado por el hombre y omnipresente en la sociedad contemporánea, en una estética rica y multivalente; por sus texturas, formas, cromática, liviandad, transparencia.  Pero su mal uso está convirtiendo a Gea en un gigantesco basurero.       Inspirada en esta compleja problemática realiza un arduo trabajo de taller con polímeros, reciclando miles de recipientes, botellas, y envases que llamaron su atención por su estética. De esta manera, nacieron piezas como Viena, Jardín Flotante, 2016 donde la flor se convierte en polímero encapsulado, y la mancha pictórica se transmuta metafóricamente en polen. Flores que escapan al marco, retando la gravedad. Destacó en esta serie, la pieza Reciclada, 2016 creada por cientos de tapas de botellas y fondos intervenidos, como metáfora de un jardín con diseños simbólicos. Presentada junto a una serie de piezas experimentales en acrílico y plástico sobre tela. En Venezuela, esta exposición fue titulada: “La Plástica del Plástico”, y mostrada en La sala de la Gobernación de Barquisimeto, fue una revelación, por la arriesgada técnica y la solución estética  que dio a cada una de las piezas, convirtiendo objetos cotidianos ignorados, reciclados, transformados en arte.

Esta muestra fue un ejercicio que la motivó a continuar sus indagaciones y experimentación por transmutar los polímeros, en un lenguaje visual pleno de poesía. Su exigencia como creadora, no le permitió   poner a circular esta obra entre los coleccionistas que la deseaban adquirir, pues sentía que necesitaba investigar más, como de hecho lo hizo. Creando piezas colgantes, que semejaban gotas de lluvia, o nubes de esa nueva realidad en que se podría convertir el planeta, si no logramos darle un uso acertado a este material.

Fueron materializándose obras fundamentadas en la idea de crear metáforas visuales de este aciago destino, que de no corregir estar superproducción de polímeros y ser reciclados, se convertirán en una amenaza al planeta. Excrecencia de la era postindustrial creadora de islas de plástico en los océanos, rompiendo cadenas ecológicas existentes y creando otras, pues la vida no se detiene, se adapta a las nuevas circunstancias.

Este sentido, se reforzó con la investigación en la cruel muerte de miles de tortugas, al confundir las medusas (su alimento natural), con bolsas de plástico que pululan en la mar. Estas realidades son niveles simbólicos presentes en la instalación “El Valle: Naturaleza Alquímica”, 2017 expuesta este junio en Ecuador, en el Centro Cultural de Ibarra, instalación que la artista desarrolló en Quito. Donde continuó esta línea de investigación que, debido al contexto político y económico de Venezuela había tenido que detener, pues era imposible desarrollar en un país dominado por la escasez, la grave crisis humanitaria, política y económica de la Pequeña Venecia dominada por un Estado forajido. Estas investigaciones las desarrolló paralelas: los islotes de polímeros y la posible desaparición de las tortugas por la contaminación de bolsas plásticas, logrando fusionarlas. Éstas últimas, mutando las bolsas en medusas en el cuadro integrado a la instalación, cuya parte inferior cubrió de este material.       

Ante este panorama, la artista relata que se encontraba hechizada en Quito al ver materiales que habían desaparecido en Venezuela, y  empezó a trabajar sobre ellos. Así se materializó esta instalación y pudo llevar a cabo el sueño de crear esta isla, metáfora de los islotes de muerte de los océanos, que transmitían la impresión al público de flotar, plenas de flores, que poéticamente dan la ilusión de estar en movimiento, por las torsiones logradas por los alambres, que hacen de tallos de estas pálidas  flores, que asumen  la  asimetría para  crear la ilusión visual de dinamismo. La artista, a través de la estética, está denunciando y creando conciencia de la necesidad para descontaminar los océanos y destruir estas trampas mortales en que se han convertido los polímeros en la mar para  como Cronos  por un Estado cruel y tiránico.  Se establecen así, varios niveles de duelo en el alma de la artista que se proyectan en la instalación. Por esto, no están los colores característicos de su obra pictórica, desapareció el canto a la alegría que caracterizaba su lenguaje plástico, como son las diversas calidades de rojos, ocres, azules, verdes sobre fondos blancos que parecían hacer levitar sus temas florales. Desapareció del pulso de la artista la pincelada expresionista, inspirada en la pasión amorosa y la huella creativa, se ausentaron estos rasgos de su plástica en esta instalación. Estas islas cubiertas por flores de amarillo pálido, y colores metálicos brillantes, propios de los alambres que hacen de tallos.

El negro es un color que no estaba presente en el lenguaje cromático de Dayris, tiene presencia por este duelo que se fue ahondando con los asesinatos de decenas de jóvenes, que luchan por la libertad, como lo hizo la generación que dio la independencia a Latinoamérica.  De ahí, esa omnipresencia de la negación, de lo oscuro, de la ausencia de luz asociada a la muerte. Sentir que el poeta venezolano Eleazar León cristalizó en verbo:

“La muerte de alguien joven es una larga miseria,

un puñal corto que alcanza grandes profundidades”

En conversaciones sostenidas con la artista, enfatiza que el dominio de esta cromática en la instalación, también tenía reminiscencias a lo que llamaban en Barquisimeto: el Valle, que se veía desde el taller de su tío, el maestro Villalón, donde  la artista aprendió y estudió pintura por años. Este paisaje fue la inspiración de varias generaciones de pintores larenses, cuyo destino fue la expropiación y su destrucción al ser incendiado. Este sentir de dolor de los guaros o larenses, se representa también en el negro, en la obra monocroma de pared que acompaña a las islas de polímeros.  En la parte superior dominada por los blancos, está pintado este paisaje de ensueño con el lenguaje reveroniano, que pinta la realidad a través de la enceguecedora luz tropical. Esta sección de la obra es pintada entre pinceladas desmaterializadoras como símbolo de este valle destruido por los instintos de muerte que se desataron en la sociedad venezolana. Este cuadro de fondo, está dividido en dos partes: la superior de blanco y la inferior de negro, esta última cubierta por bolsas negras, que hacen referencia a las medusas de plástico y la muerte que provocan. A diferencia de la sección superior, que evidencia su esperanza en que esta noche oscura que está viviendo Venezuela sea trascendida. Estos anhelos son algunos de los contenidos conceptuales de esta obra, que se afirma en la franja blanca con pétalos blancos que la surcan y ascienden cual  ángeles, que hacen referencia a los héroes de la resistencia.

Hay una estrecha vinculación entre esta propuesta y la obra de Anselm Kiefer, en su encuentro con la alquimia. Muchos de los cuadros del artista alemán residenciado en Francia, están inspirados en los dibujos en que los alquimistas describían sus procesos de trasformación de la materia y de su psiquis. Es este un paso firme en el nuevo lenguaje de la artista, donde la obra se abre a múltiples lecturas, que van desde la ecológica, la política y la espiritual.

La instalación “El Valle: Alquimia de la Naturaleza” expuesta en el Centro Cultural de Ibarra, en Ecuador, le ha permitido a la artista mostrar esta faceta desconocida para quienes seguimos de cerca su obra. Y es una metáfora de la transformación de los materiales contaminantes en belleza y espiritualidad. Tal como los alquimistas buscaban en sus trasformaciones de la materia, partiendo del nigredo en su búsqueda de la piedra filosofal como metáfora de la iluminación. De ahí que C.G. Jung dedicara los últimos años de su vida al estudio de la alquimia, pues encontró similitudes en esta búsqueda de los alquimistas, y los contenidos de los sueños del hombre contemporáneo, por lograr el equilibrio entre la oscuridad de nuestro inconsciente y el consciente, lo que él llamaría el proceso de individuación para lograr una personalidad creativa y madura. Dialéctica espiritual por la cual necesita pasar Latinoamérica.

 

 

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