Cultura

Dayris Gómez: La plástica del plástico

La serie “Basura Plástica” de la artista Dayris Gómez,  es expuesta  desde el 13 de marzo hasta el 13 de Abril en celebración del día de la Mujer,  en la sala de CortuLara de Barquisimeto, evidenciando como la Nueva Figuración no es dirigida por las modas culturales.

Venía guardando desde hace tiempo botellas  plásticas, por su formas, colores, y la transparencia. A la vez reciclaba el material que quedaba en los potes de acrílico, que secaban para crear formas sólidas, preciosas, sugerentes, y con   colores increíbles. Me decía,  algún día les voy a dar un sentido plástico, pero todavía no había llegado el momento…Ya llegó ese momento.” (Dayris Gómez, Testimonio, 2016)

Dayris Gómez en el 2015 tuvo una intensa labor expositiva en México, Estado de Sinaloa,  al abrir la muestras individuales: “Entre el Cielo y la Tierra”, en la Sala de Arte del Museo de Arqueología de Mazatlán, y  en  la   Universidad de  Occidente, de Culiacán.  Estas  exposiciones evidenciaron  el sublime   expresionismo  de esta   artista larense,  centradas  en tema  de la  Cayena (Hybicus) como metáfora de lo numinoso.  La serie  “Jardines Flotantes”,  2016, parte de la exposición “Basura Plástica”,  y nace de la investigación de taller, donde se reinventa la naturaleza y su simbolismo a través de un  material creado en el laboratorio, entre matraces y  tubos de ensayos; que es nada y  todo al mismo tiempo.

El plástico está presente en las diversas facetas de nuestra cotidianidad, desde los envases del agua hasta en los celulares.  Y estas  obras  son la respuesta a esta realidad, la artista crea estas pinturas y jardines flotantes convirtiendo este material en arte, afirmando una visión ecléctica y plástica del plástico. El arte contemporáneo asumió este material desde los sesenta.  Christo y Jeaanne-Claude, 1969, envolvieron con plástico la costa de Little Bay en Sidney, Australia, con la colaboración de 130 ayudantes que dedicaron 17.000 horas de trabajo. El proyecto necesitó 92.900 metros cuadrados de tela y 56,3 km de cuerda de materiales sintéticos.

Dentro de todo este ambiente terrorífico que estamos viviendo, me dejaron impresionada los amigos, y gente que no conocía  que colaboraron  con tanta ternura y compañerismo. Eso fue un aprendizaje, porque experimenté lo que causó en otras personas, el sentir que estaban colaborando con un artista que estaba cristalizando una idea...” (Dayris Gómez, testimonio, 2016).

Las  obras de Dayris   brotan  del detritus del trabajo de taller,  reciclado para crear una propuesta donde  están presentes los restos de  la  pintura acrílica   en el fondo de los recipientes,  extraídos y acumulados.  La artista utiliza  diversas técnicas  como serían la pictórica, la textil, el collages y el ensamblaje. Un ejemplo de esto son los  elementos  recortados de botellas  de plástico transparente, recolectadas  en el día a día, entre basureros, o  recogidos por personas que se sumaron a la recolección,  para transformarse en pétalos o flores.  Esta socialización  se integra al proceso creativo, y le trasmitió un carácter  participativo,   gracias a la generosidad y el entusiasmo  de personas que se identificaron con este homenaje al plástico.  Por esto se hizo común en la apertura de la  muestra  que el público mirara   minuciosamente las obras, para encontrar el uso dado a los materiales que ayudaron a recolectar y reciclar estos desechos renacidos en  belleza.

En el taller la artista clasificó cientos de botellas, tapas y platos junto a retazos de cuadros y nylon para adentrarse en el trabajo de taller. Así, fueron materializándose piezas como “Plástico Jardín”, 2016, donde se convirtieron en pétalos secciones recortadas de las partes laterales de las botellas plásticas, y de sus fondos construyó flores,  que se encapsularon a otras flores hechas de cargas pictóricas, desechos de acrílico y pinceladas.

Este  eclecticismo, se apoyó en la serialidad,  el  ensamblaje y lo constructivo para crear  series instalativas, como es  El Jardín Flotante, titulado “Viena”, 2016,   inspirado en un recipiente de plástico, centro visual de la pieza, que le llamó la atención a  la artista en  un restaurant  de Madrid, donde le fueron regalados al  explicar su búsqueda estética.  Al terminar cada una de  estas flores tras el proceso de ensamblaje  florecieron contra  la gravedad,  al  ser detenidas en el espacio. Cada  lado de esta instalación es  diferente, y a su vez cada una de las casi doscientas flores son piezas individuales, que  levitan   con un movimiento potencial   de ascenso, o  descenso, dependiendo  de la mirada y posición del espectador.

Flora renacida del rapto creativo, de árboles y arbustos  enraizados en la imaginación  poética de la artista.  Jardín  levitante  tejido de   flores,   de dos  tonalidades dominantes. En cada uno de sus lados,  decenas de  flores  tramadas   en  hilos de nylon  tensadas a un bastidor.  La artista larense plantea,  así,  una  instalación que escapa y se libera del  marco, que huye de él para  tejer el  vacío. Una de las caras es dominada por tonalidades  azules, y  la otra   por  rosados, anaranjados, y  morados. Al observarlas,  un lado pareciera representar la oscuridad y el otro la claridad, lo activo y lo pasivo, lo masculino y lo femenino.

Los átomos estéticos de “Viena”, 2016, no están dispersos en el espacio caóticamente, sino están ordenados en espiral, estructurados cual laberintos, como resultado de la investigación de la artista, en las progresiones de Fibonacci, que evidencian que detrás del aparente caos del cosmos, existen relaciones armónicas, que generan  misteriosos patrones y relaciones matemáticas. Lenguaje que al ser descodificado permitió descubrir las leyes que rigen la materia. Iluminación cognoscitiva que para algunos genios de la ciencia como Isaac Newton, se transformó en un encuentro con la divinidad, pues a través de estas leyes y relaciones logró un acercamiento al universo y por tanto a su principio creador.

Tanto la pintura  “Plástico Jardín, 2016”  como   la instalación “Viena”, 2016, nacen de un  apasionado expresionismo que se materializa a través de lo pictórico y el collage en lo bidimensional,  y en la instalación levitante, se agrega  la dimensión constructiva y el ensamblaje. El cuadro está  fondeado de azul, y sobre él  brotan cual estallidos pictóricos pétalos, creando tensiones entre la figuración y la abstracción. La fuerza y variedad  de la pincelada  transforman el acrílico en chorreados, puntos, líneas cromáticas y  símbolos en los que el color danza entre silenciosas sinfonías,  para  evadirse del lienzo a través de retazos de telas pintadas que cuelgan de la tela. Así, como en  “Viena”, las flores se liberan del marco.

Razón e irracionalidad se encuentran presentes en esta poesis, para materializarse en el florido jardín que surge de la obra “Reciclado”, 2016, inspiradas en las investigaciones genéticas de George Mendel a través de los cruces de flores. En esta pieza todo es reciclaje, los arabescos en forma de botella retocados con pinceladas y los recuadros sobrantes de otras piezas pictóricas. Las variaciones cromáticas de cada uno de los fondos de botellas de la tabla de cruces  floridas se continúan sobre la obra, como metáforas visuales de los descubrimientos del científico. Aíslan en su interior flores nacidas entre pinceladas, cargas de color y el detritus del taller. Se transmite a través de la serialidad, la filigrana de paciencia que les dio nacimiento, poetizan los aportes y el legado a la comprensión de la naturaleza que nos legó el genio ruso.

Si algo llama la atención de la obra de Dayris, es la fuerza y belleza de los contrastes cromáticos de cada una de sus creaciones. Los colores de su concepción estética son hechos en el taller, previamente a la realización de cada obra, al mezclarlos en función de los conceptos y sentimientos que desea materializar. Esta manera de pintar recuerda la dimensión artesanal de este oficio, que está íntimamente vinculada a su formación en el taller de su tío José Armando Villalón. Así, en el lienzo “Hibiscus”, 2016, los colores calientes y fríos se juntan, se separan y llegan hasta tonalidades graves asociadas al centro visual de la pieza, metáfora de la dialéctica que se da en cada instante de la existencia entre el caos y el orden.

Los fondos de los cuadros potencian el expresionismo y van desde estructuras geométricas o manchas, hasta el dominio de un solo color como sería el azul o el blanco; ambos con connotaciones vinculadas a lo celeste y lo uránico. A ellos incorpora en esta serie los arabescos, como elementos simbólicos que sintetizan la flora, y elementos naturales, que tienen sus antecedentes en el arte egipcio y romano, pero que retornan a occidente a través de la cultura árabe, por el rechazo que tiene esta estética por la figura humana, razón por la cual decoraban sus fastuosas construcciones como la Alhambra en Granada, con formas geométricas como triángulos, caligrafías, y arabescos que aún hoy en día sorprenden por su sublime capacidad de síntesis estética y armonía visual; y que la artista llega a tratarlos pictóricamente en formas que van de la figuración a la abstracción. Tal como se revela en el cuadro “Fibonacci”, 2016, donde se percibe cómo la pincelada busca el ritmo orgánico del arabesco, en una confluencia que los hace retornar al origen que se esconde tras el símbolo.

En el tríptico “Arabescos Naturales”, 2016, están pintados delicados arabescos que se funden a las formas, transmitiéndoles una atmósfera oriental a los conjuntos florales. En dos de estos cuadros, los centros visuales son círculos, entre los que se encuentran huellas matericas dejadas por el acrílico en los fondos de los recipientes, convirtiendo la materia y lo telúrico en uno de los protagonistas de estas piezas. La artista asume en la muestra “Basura Plástica” y toma el riesgo de dar a conocer los resultados de su labor investigativa y las diversas orientaciones estéticas que las inspiran. Y en cada una de ellas, se muestra la evolución de un lenguaje plástico cada vez más personal y trascendente que comunica emociones, que espiritualizan la carnalidad y muestra otras facetas de la belleza.

El día que decidí pintar porque era lo que realmente amaba,  sabía que no podía hacer otra cosa que pintar y crear no me ha dado tregua… Pintar es mi trabajo, mi pasión, mi sueño, mi tiempo libre, mi meditación, mi Amor”. (Dayris Gómez, Testimonio, 2016).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba