Cultura

Eduardo Rojas Ovalles: Escultor Iluminado del Páramo Mariño

Rojas Ovalles fue distinguido en la XIX muestra internacional de pesebres en la sala Bramante, Roma, 1994 y el 2006,  fue  distinguido como representante de la Cultura Nacional en la categoría de Imaginería Popular.  Expuso una sorprendente  muestra individual en el Museo de Petare Bárbaro Rivas, 2006.

Don Eduardo José Rojas Ovalles (1922-2009) fue un artista autodidacta, heredero de una antigua tradición donde gnomos, brujas, demonios y espíritus conviven con yeguas, pavas, serpientes encantadas. Hijo de Macario Rojas y Carmen Isbelia Ovalles, nació en la Quebrada San José en las cercanías de la Grita, Táchira rodeado de verdor, misteriosas lagunas y altos chorrerones.

Sus esculturas y altorrelieves tienen como tema  su religiosidad, obras de arte que fusionan el cristianismo con las creencias populares. Entre sus oficios está el haber sido agricultor, seminarista, sacristán, jardinero, yerbatero, rezandero…Tras abandonar el convento de los agustinos en Palmira (1939-1942), fue sacristán en la Iglesia del Espíritu Santo de la Grita, y al abandonarla, se desarrolló como escultor entre la soledad del Páramo Mariño, en Alto Viento (1958-1988), en lo que llamaba la Acrópolis de Eduardo José Rojas Ovalles:

“Este taller se llama la Acrópolis. En Grecia le decían así  a las grandes ciudades, y está Acrópolis es un centro de esculturas. Ese es un nombre que le daban a las ciudades ubicadas encima de piedronones. Atenas, fue la ciudadela más histórica de todas. Las pinturas y esculturas que hago aunque sean medio chambonas, son de mi Acrópolis...” (1) Cuando se conversaba con él, pareciera que la edad dorada de su vida fue la estancia en el convento;  su purgatorio haber huido  de él, para vivir una año en la tierra santa de la Iglesia de la Grita; y la caída su retorno a la sociedad, donde solo encontraba momentos de “Gracia”, cuando esculpía sus  esculturas.

“Hago mis esculturas con m ideología de lo divino…Le estoy haciendo al Rey Fernando y a Doña Isabel (un cuadro=altorrelieve), para el matrimonio, que me quedo  bien bonita. Después hice una imagen, con un libro en la mano, “La Sabiduría”, cuando vinieron a llevársela me preguntaron:

-¿De dónde saco eso? Pues de aquí ideas, ¿de dónde más? La sabiduría es la ciencia de cada quien, pues entonces es eso es lo que hice…En cada una de mis esculturas hay muchas historias y recordatorios de lo antiguo, si uno no sabe nada, que va a decir a los otros”. (2) Y este es uno de las razones  de su estética  generar  devociones, vivió  en la soledad por más de dos décadas en el  páramo, y diversos sitios de Bailadores, hasta que la muerto lo alcanzó a los 82 años. El escultor, yerbatero y rezador siempre era bien recibido cuando salía de su aislamiento,  se mantenía célibe, pues así se lo recomendaron  al salir del Colegio de los agustinos en Palmira los frailes. En Bailadores y sus alrededores es recordado con aprecio   por sus saberes, por sus relatos y lo curioso de sus expresiones.  Es común cuando se hace referencia a él, hacer mención a esas curiosas  frases que utilizaba como: “eres una totuma abajo, pa´se avispado hay que hacerse el bobo, la prudencia y la decencia vencen lo que la dicha no alcanzo, ganas de ensuciar,  dar del cuerpo;  y palabras como: calamitoso, chambona,  chambonada, chapones, envolataron,  escrojuloso, jalao, manadón, mico,  parchonón,   patusquería, pingonear, mara, trapera, trompicones, soponería.

Su lenguaje plástico se caracteriza  por las tensiones entre lo vivido, lo soñado, el éxtasis,  y  la angustia. Cada escultura,  se identifica por la delicadeza de las formas nacidas del cedro, y la búsqueda de la perfección en los detalles de la indumentaria,  la  policromía y gestualidad  con que materializa en sus esculturas. En las que domina el hieratismo  por  la ausencia de signos de movimientos potenciales en sus piezas.

Las versiones de San Benito del Monte Tabor son esculturas paradigmáticas del arte venezolano, así como las de San Agustín, la Dolorosa, San Rafael, El Niño de Atocha, las crucifixiones, vírgenes y sus celebre pesebres.  Se caracterizan por el expresionismo y el estiramiento  formal  de las  figuras que integran sus piezas. Los dos niños que acompañan a San Benito expresan  el  anhelo de  que vivan en el paraíso y no en el purgatorio. También se encuentran  presentes las creencias que rodean a este santo protector, a través de oraciones y conjuros para ahuyentar malos espíritus, brujas, demonios,  hechizos estos detalles se manifiestan en el libro que lleva uno de los niños entre sus manos, expresa el poder del conocimiento y la palabra. Y entre las oraciones que Eduardo de los Vientos más apreciaba, es la de este santo:

  San Benito del Monte Tabor,

que cuidas de mí casa y de mi alrededor,

de brujas y hechiceras

y de hombre malhechor.

Hoy sábado día de la virgen,

Y mañana del señor…,

protégeme de cualquier daño.

En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Se repite tres veces,  el zángano que este escuchando ese no vuelve. Esa oración es muy importante hasta contra una plaga que esté dando brega po´ahí, pa´esos sirven esas cositas…” (3)

La vida y obra de este creador son una muestra más de que  la cultura popular encierra visiones del mundo que nos lleva a una de la fibra más profunda y auténticas de Venezuela.

Documental:

Eduardo Rojas Ovales: Escultor de Iluminaciones.

Citas

    1. Planchart Licea, Eduardo. Eduardo Rojas Ovalles: Arte, Devoción y Cotidianidad, Ediciones Instituto Municipal de Cultura Rivas Dávila (Bailadores), Mérida, Venezuela, 2007, p.37
    2. Ibídem.

 

  • Planchart Licea, Eduardo, op. Cit.,p.55

 

 

 

 

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