Cultura

Juan Rulfo: Lo iniciático en la literatura

Por: Eduardo Planchart Licea

La dimensión de lo sagrado y lo iniciático son temas ejes en la literatura de Juan Rulfo, tal como se evidencia en Pedro Páramo. Podríamos considerar esta novela un acercamiento a su geografía funeraria. Devela el escritor en símbolos propios de su narrativa, asociaciones ocultas de la realidad mexicana mestiza. Un claro ejemplo de ello, es el uso que hace del toro al relacionarlo con la muerte:

“Estos animales nunca duermen -dijo Damián Cisneros-. Nunca duermen son como el diablo, que siempre andan buscando almas para llevárselas al infierno” (J. R: P. P.)

El toro en este contexto se asociaría a la muerte, la injustica y a los cruentos episodios históricos de México. Entre ellos está la revolución mexicana (1910-1920) y la Cristiada (1926-1930), o el levantamiento en armas de la Iglesia contra el Estado.

“Los curas de la costa siempre traen pistolas, son curas embragados. El cura Sedano de Zapotlán raptaba muchachas y se aprovechó de la Cristiada para alzarse en armas, lo mismo que el San Gabriel y el de Jiquilpan. A Sedano lo colgaron en un poste. Tendría yo como 8 años cuando el cura de San Gabriel dejó su biblioteca a guardar en la casa de mi abuelo, antes que expropiaran el curato y lo convirtieran en cuartel (J. Rulfo: P. P)

Los curas abandonan el púlpito y toman las armas, nace una nueva cruzada en la historia, motivada por mantener sus privilegios. Así como el padre Rentería en la novela Pedro Páramo se integra a una revuelta, cientos como él, a lo largo de todo México, se hicieron soldados de Cristo. Siembran a su paso sangre y desolación. Sacralizaron la violencia, quisieron transformar su rebelión, en una Santa Guerra, tal como ocurrió en la Edad Media.

Estos movimientos sociales y políticos junto a la revolución, hicieron vivir a México episodios escatológicos, al buscar el nacimiento de una nueva realidad histórica, a través de guerras con tintes apocalípticos. Los cristeros desean prolongar el dominio de la Iglesia y su visión del más allá. A diferencia de los revolucionarios, buscaban un mundo renovado, sin injusticias, abismos sociales y sin la huella del poder latifundista. En este contexto histórico brota la obra de Rulfo. Hace referencia constante a éstas problemáticas en Pedro Páramo, y en cuentos como Llanos en Llamas.

En este período hay un vuelco en México, y este torbellino histórico es representado plásticamente en el muralismo de Siqueiros, Orozco y Rivera. La narrativa del escritor es eco de estos acontecimientos, de lo que fue y como esto se proyecta en el presente. De ahí la vigencia de su obra. El artista plástico José Posada, anterior al muralismo, refleja en su obra el mundo recreado por Rulfo, plasma lo sobrenatural y lo fantástico, integrando la muerte a la vida en sus calaquitas.

Lo iniciático de la narrativa de Rulfo introduce al lector en una peregrinación imaginaria al más allá. Llevando al otro a ese mundo, a esa dimensión temida, tenebrosa y voluble a la que todo ser humano deberá enfrentarse. Con el poder de su letra, da luz a tiempos y vivencias que describen la muerte, desde ángulos inéditos. A través de la confusión de planos en los personajes centrales, quienes se comunican a través de los sueños.

“Hay que notar que algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo. En realidad es el pueblo. Es un pueblo muerto, donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos. Entonces no hay límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo y espacio” (Juan Rulfo)

En esta dimensión las silenciosas conciencias se entremezclan en una vorágine de recuerdos, cuando conversan entre ellos, tal como ocurre entre Juan preciado y Dorotea, las palabras no son escuchadas sino sentidas.

“Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños” (Juan Rulfo, Pedro Páramo)

En esta otra realidad la llovizna es silenciosa, al igual que los ecos y las pisadas, los cielos nocturnos son inquietos, los murmullos callados, el aire es quieto, las grietas rumorean. Crea el escritor un marco perceptual para acercarnos a su geografía funeraria. Nace así la atmósfera de un pueblo de ánimas, a través de un lenguaje sentido, más no de actos sensoriales. Estos personajes son movidos por una lógica diferente a la cotidiana, en la cual aparecen y desaparecen, para crear un ambiente de paradojas.

La desolación de Comala es lograda, por símbolos como la sequía, de una tierra no sedienta, que cuando llueve no absorbe este líquido vivificador, sino lo vomita transformándolo en lodo. El azul del cielo es desconocido en el pueblo visitado por Juan Preciado, pues ante él está el purgatorio, la boca del infierno. El sentido de este marco perceptual se evidencia al lector con la muerte de Juan Preciado. Sorpresivamente se hace consciente al otro de que se está ante una conversación entre ánimas, en ese momento se revela el sentido de algunas imágenes literarias usadas para introducir los desconcertantes cortes temporales, como es el gotear de la lluvia: “Me enterraron en tu misma sepultura, y cupe muy bien en el hueco de tus brazos. Aquí en este rincón donde me tienes ahora… ¿Oyes? Afuera está lloviendo. No sientes el golpear de la lluvia” (J. R: P. P.)

A través de estos elementos crea el escritor un espacio de lacerante angustia, tal como debería ser el purgatorio en el imaginario religioso: “San Juan de Lluvina. Me sonaba a nombre de cielo aquel nombre. Pero aquello era el purgatorio. Un lugar moribundo donde se han muerto hasta los perros y ya no hay quien ladre el silencio” (J. R: Lluvina)

El simbolismo literario de Juan Rulfo se va develando a lo largo de su obra, como ocurre con el caballo colorado de Miguel Páramo, quien entre niebla y noche acaba con la vida de su amo. Y termina vagando como metáfora del penar del alma. Y el de la mujer se va evidenciando cuando Juan Preciado acompaña a dormir a una anciana incestuosa en cueros, mientras transforma su cuerpo y sudor, en tierra y agua, destacando la relación de lo femenino con la tierra, con los ciclos lunares, y con los de la vida y de la muerte. Va creando por tanto Rulfo un universo literario que acerca al lector a esa dimensión misteriosa y desconocida que es el más allá.

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