Cultura

La Novela más leída del Siglo XX: El Señor de los Anillos” de J.R.R.Tolkie

La novela más leída del siglo  XX es el  “Señor de los Anillos”, de  J.R.R. Tolkien (1892-1977). Hasta el 2007 se habían vendido 200 millones de trilogías, y  150 millones del “Hobbit”,  y han sido llevadas al cine exitosamente cinco  films.

¿Qué tiene esta saga contemporánea que ha provocado tal efecto?  Esta novela  está tramada en  las raíces literarias y  mitológicas de occidente, como serían la mitología escandinava, la  germánica, el  Beowulf, el ciclo arturiano,  lo cual genera una identificación de sus ejes narrativos con el  lector.

Este ensayo se centra en la influencia de este fabuloso universo fantástico de  la  mitología germánica,   a través de la tradición  recogida  por Snorri Sturlusson (siglo XII), en su versión de las Eddas, donde destaca  el “Voluspa”, o  las profecías de la  vidente.  En  el se hace referencia al Génesis, y al apocalíptico fin  de  la cosmovisión germánica, al liberarse el lobo Fenrir del Idgrasil (fresno cósmico). Este será uno de los signos  de la  guerra escatológica  entre las fuerzas de la creación y la destrucción, que se enfrentarán en el Ragnarok.  Es este  un eje temático tanto del “Silmarillión” como en “El Señor de los Anillos”. El desarrollo de la tecnología y concepción de progreso contra-natura, como el que generan las fuerzas Oscuras,  son capaces de apoderarse de la voluntad  de quien las use. Esto se expresa en el poder del Anillo:

  “…Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas en las tierras de Mordor donde se extienden las sombras”.

El Clima apocalíptico que domina la novela tiene   sus raíces  en el Voluspa:

“La descripción más completa y dramática es la que ofrece el poema Völuspá, Aparecen los estereotipos ya conocidos en todas las literaturas apocalípticas: la moral decae y desaparece, los hombres se matan unos a otros, la tierra tiembla, el sol oscurece, las estrellas se caes; la Gran Serpiente emerge del Océano…Un largo invierno de tres años; una hordas de gigantes..” (Eliade, Mircea. Historia de las Ideas y las Creencias Religiosas, Tomo II, Edic. Cristiandad, España, 1979, p.169-170)

En el “Silmarillion” este vínculo se da a través de los árboles  dadores de luz, asociados al fresno cósmico o al Idgrasil,   donde es encadenado el mítico lobo Fenrir,  que se encuentra presente  a lo largo de la obra de Tolkien en los gigantesco lobos y sus acompañantes, que tienen cercanía a los Bersekir y sus ritos iniciáticos de transformación en depredadores como serían los Orcos. Y muchas de las etimologías de los héroes, monstruos y razas de la trilogía como Gandalf,   Elfos, Boromir, Troll tienen su origen en las Eddas.

A largo de esta narración es una constante la problemática del poder y el obstáculo que es para la libertad interior el desear  con obsesión. En el Silmarillion este conflicto se hace evidente en la temática que rodea a las tres bellas Joyas: los silmaris  creados por Feanor, el más  hábil orfebre de los elfos de la tierra media, los cuales encerraban en sí la luz que emanaba de los árboles: El Terpelion y el Laurelin, que iluminaban la tierra o Arda. Árboles  que fueron destruidos por Morgoth, principio del mal. Estos episodios tienen su paralelo en la mitología germánica, en el simbolismo  del Idgrasil, el cual a su vez será destruido en la batalla escatológica para la que se preparan los guerreros de Odín en el Valhalla.

 Dramáticas guerras y tragedias provocó el egoísmo de Feanor, por el apego a su creación,  drama que acarreó la decadencia de esa era. Afirma  así Tolkien   los peligros de un mundo regido por la materialidad,  que impiden apreciar  las implicaciones  del don que dio Iluvatar(=deidad creadora), a los hombres, como es su  voluntad creativa y la muerte.  Esta incomprensión  pervirtió la felicidad y el destino de la humanidad. Drama que es  proyección de una de las contradicciones de la civilización occidental contemporánea, donde la muerte es ocultada e ignorada en aras del mito de la eterna juventud,   dificultando de esta manera la oportunidad de buscar un  sentido profundo al existir.

En “El Señor de los Anillos” el dominio de “Sauron”, o el “Señor Oscuro de Mordor”, es la expresión del poder de las tinieblas,  que se materializa en el “El  Anillo de Poder”, que encadena y envilece el alma de quien lo use. Pues fue creado por una desmedida ambición,  y egoísmo, metáfora de la tecnología dominada por la concepción de Progreso de la civilización contemporánea.

La fuerza y causa de  la expansión del mal simbolizado en el Silmarrillion en Morgoth,  y en la trilogía en Sauron,  se encuentra en la tolerancia de la deidad creadora Iluvatar hacia  el lado oscuro del ser. Esto nos lleva a percibir en esta épica,  una   reflexión en torno al problema del mal, vivido en carne propia por la generación de J.R.R. Tolkien, quien   participó en la I Guerra Mundial, con su apocalíptica guerra de trincheras, siendo a su vez testigo de la II Guerra Mundial. De ahí que podría plantearse un paralelismo entre  la nauseabunda y pervertida  tierra dominada por este principio del mal,  representado  por  las fuerzas de la oscuridad  y la devastación producida por las guerras mundiales, pues ambos niegan a eros, y  los impulsos de  vida y  libertad.

El dominio y el poder del mal para Tolkien se deben a la tolerancia de la humanidad ante su presencia, y no actuar de manera activa ante esta pulsión hasta que se desate la cruenta  lucha entre eros y tanatos. Esto lo expresa el escritor en  su obra   a través de Ilúvatar,  creador  del principio del mal que representan tanto Morgoth, como Sauron quienes emponzoñaron el ser de los elfos y de la humanidad.  En este contexto el dios creador no pareciera comprender la esencia del mal, y por tanto difícilmente lo puede combatir. La bondad del cosmócrata  se transforma en su debilidad.

Gandalf es el principal oponente del poder de las tinieblas en la trilogía. Expande su poder mágico a medida que se deslastra de su ego, y pasa por diversas rituales inicáticos, y su espíritu se hace cada vez  más tolerante,    y fraternal. El será  quien opondrá su poder   para derrotar a Sauron, y guiará a Frodo el Hobbit,  a destruir El Anillo del Poder que llevaría  a la civilización a la oscuridad y a la destrucción.  El mago  es un personaje presente en el Voluspa, al igual que los enanos amantes de los túneles y creadores de grandes ciudades subterráneas. Ingeniosos artífices de brillantes y afiladas espadas, livianas cotas, escudos y poseídos por su  apego a las piedras preciosas y las joyas.  Los elfos están representados en esta mitología en seres que les gusta vivir entre grandes árboles, enemigos de los orcos, que en la saga son elfos pervertidos por Sauron, el Señor Oscuro.

Los Hobbits  tienen cierto parecido a los míticos enanos que gustan de la vida campestre y representan un ideal de vida para Tolkien, que se opone a la civilización urbana moderna.

“Los Hobbits son un pueblo sencillo y muy antiguo, más numerosos en tiempos remotos que en la actualidad. Amaban la paz, la tranquilidad y el cultivo de la buena tierra, y no había para ellos paraje mejor que un campo bien aprovechado y bien ordenado. No entienden ni entendían ni gustan de máquinas más complicadas que una fragua, un molino de agua o un telar de mano” (Tolkien. El Señor de los Anillos, Edic. Minotauro, España, 1989, pág. 9).

Este ideal de seres que generan relaciones de afecto y respeto hacia su entorno, es una de las virtudes que hace a los Hobbits inmunes a las fuerzas del mal y tanatos.   En “El Silmarillion” estos impulsos se materializan en   Luthien, bella dama de los Valar,  quien por su amor a Berem renunció a la inmortalidad, y recupera un Silmaril de la corona de Morgoth, logro en el que habían fracasado poderosos ejércitos.

Frodo es un Hobbit, que con su empatía, fuerza de voluntad y bondad  logra destruir  el Anillo de Poder, en la Montaña del Destino.  Él por su desapego fue capaz de resistir la ambición y deseos que despierta el anillo en sus poseedores. Las virtudes de este personaje serán su honestidad, las relaciones de  solidaridad, su compromiso ético  y los fuertes lazos de amistad que despliega con el entorno y sus amigos.

Hay un marcado sentido iniciático en la obra de Tolkien que se representa en las pruebas por las que debe pasar Frodo, y tiene similitudes con las iniciaciones heroicas y místicas. Los ritos por los que pasa Aragorn y Gandalf están  vinculados a los sacrificios propios de los rituales de iniciación guerrera de los Bersekir, para  obtener fuerza y  dones mágicos. Tal como le ocurrió a Odinn, quien  sacrificó un ojo, y parte de la visión de la realidad para obtener la videncia, quien así pierde por su ambición el equilibrio entre  las pulsiones de la vida y la muerte, que los personajes de la trilogía logran superar a través de su amor al prójimo.

Esta incapacidad de Odinn  le impide sentir la piedad hacia el otro y la  tierra,  tal como  los personajes representantes del mal en  “El Señor de los Anillos”   al pervertir y envenenar la vitalidad de la tierra, como ocurrió en la épica, al  generar relaciones de coacción  y destrucción en su contacto con la realidad, por su anhelo de Poder coactivo. Los árboles de sus dominios se debilitan, las aguas de los riachuelos que antes estaban plenas de vida,  se mutan en una alquimia maligna en líquido ponzoñoso, y los corazones de quienes se acercan a estas ellas se entristecen, deprimen, y su voluntad es destruida.

J.R.R.Tolkien creó en el siglo XX, una épica llena de riqueza imaginativa, que semeja una caja de sorpresas, donde cada relato es una puerta a otro. En ellas se materializa narrativamente esa infinitud que posee Las Mil y Una Noches. Recrea en su obra los conflictos que a largo de la historia de la humanidad continúan hiriéndonos, lo cual le transmite una atemporalidad a sus planteamientos  éticos y filosóficos que subyacen en la trama de su narrativa.

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