Cultura

Luisa Richter: Fotografía Erótica-Mítica

Al realizar el inventario de la obra de Luisa Richter (1928-2016), entre limpiar cientos de catálogos, clasificar papeles sueltos, encontré una lluviosa y húmeda tarde, un sobre de papel sin ninguna anotación externa. Sin grandes expectativas lo abrí. Pocas veces como investigador he tenido un impacto de este tipo, había decenas de fotografías en blanco y negro tomadas con el espíritu de los sesenta, asociado a Woodstock y de la revolución hippie, que surgió como una ola de contracultura contra los fundamentos de la civilización Occidental. Paradójicamente los desorientados intelectuales de izquierda de Venezuela se lanzaron en esa década, en una dirección contraria. La lucha de guerrilla.  Pareciera haber sido una moda cultural, esa toma del poder por las armas, como lo habían hecho los barbudos cubanos que se conectaba con el arraigado caudillismo del venezolano. Aciaga aventura de la cual hoy cosechamos los frutos.

En este contexto, en el jardín de lo que llamaba Luisa Richter el rancho de los Palos Grandes, se reunió con un grupo de amigas y bailarinas afines a ella y su pintura, para realizar un proyecto fotográfico que destacara la relación  mítica entre la  mujer y la naturaleza. Fotografías que años después sirvieron de base a sus collages eróticos, y una selección de ellos se encuentra expuesta en la biblioteca de la Universidad Simón Bolívar. Obras nacidas de recontextualizar estos desnudos,  junto a  otros materiales visuales de diversos orígenes como  elementos de la arquitectura urbana, selvas, culturas indígenas y recortes de revistas y gráficas. Uno de los principios estéticos que subyace en estos collages,   era evidenciar  como detrás de la diversidad y del  caos de la realidad,  hay una armonía que se devela al adentrarse de manera desprejuiciada en la dimensión estética, afirmándose  una  empatía cósmica que transmitían  estas caleidoscópicas piezas.

Ese portafolio fotográfico estaba inspirado en diverso mitos, uno de ellos es el de Dafne, tomando como referencia la interpretación que hizo R.M. Rilke en el Soneto a Orfeo (XII),  que a su vez muestra simbólicamente metáforas de la transformación creadora:

“A quien se vierte como un manantial, conoce el conocimiento;

y encantado es conducido por la serena creación

que a menudo acaba al principio y comienza al final.

…Y la transformada Dafne, quiere desde que se siente laurel,

que tú te cambies en viento.” (Rilke, Sonetos a Orfeo, 2, XII)

A través de estas fotografías se expresa esa amorosa empatía que tuvo Luisa durante toda su vida por la naturaleza y sus manifestaciones. Proveniente de una familia alemana en Stuttgart, conocedora de la antroposofía, y de la escuela de Rudolf Steiner, y en una de ellas incluso fue estudiante. Pues tras la Segunda Guerra Mundial, era uno de los pocos sitios que abrió sus puertas. Mística que está impregnada por la búsqueda de armonía cósmica, anhelo que fue una constante en la vida de la creadora, rasgos de esto se evidenciaban en su cotidianidad,  fue vegetariana durante toda su vida al igual  que sus padres.

Aun a los ochenta y seis, al mostrarle las fotografías conversaba la artista con emoción de Woodstock, y vinculaba a esa irrupción de lo dionisíaco en la modernidad, esa serie fotográfica de jóvenes mujeres desnudas: abrazando árboles con sus cuerpos, o entre agaves, como si fueran un fruto más de estas espinosas plantas. Otras de sus modelos se montaron en   árboles de su jardín, cual Eva, para arrancar con sus manos sus frutos, como era el  casos de las naranjas. Para mostrar dos pieles y dos desnudeces: la de la naturaleza y la del cuerpo femenino. Recuerda esta serie el mito bíblico de Eva tomando el fruto prohibido, del árbol del bien y del mal.

Al empezar a identificar cada una de las fotografiadas, se sonrió al verse con un traje de baño de dos piezas, cámara en mano fotografiando a sus amigas. En lugar de hablar del porqué de las imágenes, recordó su vida en esa boscosa casa de Los Palos Grandes, y cómo una india la había ayudado a criar a sus hijos. Cuando tomó ese portafolio, una de sus motivaciones era, materializar visualmente un complejo mítico que la cautivó y obsesionó desde que su maestro Willy Baumeister (1889-1955), se lo hiciera leer: La épica de Gilgamesh. Aun cuando su enfermedad le impedía moverse con facilidad, tenía siempre a mano siempre una traducción de esta épica, en ella se develaba un complejo mítico sobre el origen de la civilización, y de una de las primeras ciudades amuralladas como fue Uruk. Fuente del Viejo Testamento. Y el primer libro escrito en la historia de la humanidad sobre tablilla de arcilla, en signos cuneiformes entre el 2.500 al  3000 a.C. Al ver las fotografías, tomó la versión en alemán que tenía.  Para concentrarse durante horas a traducir y escribir el texto del alemán al español, en un hoja y luego leerlo en voz alta. Y así se hizo de noche, y evitó hablar de esa serie fotográfica.

Estaba acompañado este portafolio de imágenes de indígenas Yanomami, que se mimetizaban en un gigantesco árbol, y escenas cotidianas de un Shabono. Pues dentro de la mitología personal de la Richter, las sociedades selváticas vivían en un espacio-tiempo cercano al edénico, según el mito bíblico, similar también al de Enkidu, el inseparable compañero de aventura  de Gilgamesh que en su estado salvaje, vivía como un ser silvestre entre manadas de animales, cubierto completamente por su cabello ocultando así su desnudez.

Entre las imágenes destacan varias de una joven desnuda abrazando el tronco de un árbol, fundiéndose simbólicamente con ella. Estas series están vinculadas al mito de Dafne, y como se convirtió en laurel para huir del enceguecido deseo sexual de Apolo. En este portafolio hay varias fotografías de una joven enrollada con una manguera, que simboliza la mítica serpiente, se está ante un complejo  simbólico  que asociaba la relación feminidad con los ciclos de vida y muerte, asociados a la culebra, por sus cambios de piel y vivir entre la tierra de donde germinan las semillas. Dentro de estos mitos, está el que involucra a Ofión, que para el mitólogo Robert Graves, se relaciona a un mito de creación de los primeros habitantes de la civilización griega,  en que el mítico  reptil fue creado por la diosa Eurínome, y ésta fue fertilizada por el titánico monstruo   para dar a luz a un huevo dorado, que flotó sobre las aguas del océano primigenio y que Ofión rodeó, para empollarlo hasta que de él surgió el mundo. Estas fotografías tienen estos antecedentes míticos.

Fotografías que se mostraron recortadas  en sus collages eróticos, en la década de los sesenta estaba desarrollando la artista en términos pictóricos los cortes de tierra, es su etapa informalista, nacida del impacto visual y anímico que tuvo en 1955 las cromáticas de los cortes geológicos  que quedaron al descubierto, por los movimientos de tierra para construir la autopista Caracas – La Guaira,  convirtiéndose así en una de las primeras informalistas en Venezuela. Estas fotografías tienen el espíritu de la obra pictórica de estos años,  que evidencian los vínculos que existen entre la humanidad y lo telúrico. Esto se  patente en la serie de autorretratos de cuando estaba embarazada, que hizo a principios de los sesenta, uno de ellos titulado “Autorretrato”,  1963, en él las formas humanas se confunden con las texturas telúricas de la pintura.

Alejada del informalismo en 1967 pinta un cuadro figurativo, de una pareja, titulado “Hombre” donde un personaje masculino le da una manzana a la mujer. Y la superficie pictórica está dominada por una serie de diseños geométricos, que Luisa asociaba a la piel de serpiente. Es este cuadro una metáfora del mito bíblico, donde invierte las acciones de los personajes, siendo Adán el que ofrece el fruto del árbol prohibido a Eva. Es la interpretación que hace en su mitología creativa la artista.

Cuál es el papel de la mujer en la épica de Gilgamesh, es un tópico esencial en este portafolio, es ella la que  permite a Enkidu, el alter ego de Gilgamesh, alejarlo de la naturaleza para acercarlo a lo urbano, al ser seducido por una  sacerdotisa, dentro de esta  épica es el conocer el amor, y la sexualidad lo que provoca la expulsión de Enkidu, de su edénica existencia.

“Porque Enkidu que había nacido en las colinas, hasta aquel momento había comido hierba con las gacelas, con los rebaños, bebido en las fuentes con las bestias salvajes (Tablilla II, columna II)

Tras haber sido seducido por una sacerdotisa, al desear volver a ser uno más de los animales silvestres, estos huyen de él.

“La ramera descubrió sus senos, su cuerpo, y él acercó y poseyó su belleza. Sin vergüenza la mujer aceptó su ardor; quitóse el vestido, y sobre ella él descansó. Mostró así al salvaje, el trato de una mujer cuando su amor entró en ella. Durante seis días y seis noches. Enkidu se presenta cohabitando con la ramera. Y después que se hubo saciado de sus encantos, decidió salir en busca de sus bestias salvajes. Pero al verlo, las gacelas huyeron, las bestias salvajes del llano se apartaron de su cuerpo…Enkidu no supo correr como antes hacía, pero ahora su espíritu era sabio, comprendía…” (Tablilla I, Columna IV)

Siguiendo la misma lógica mítica que en el Génesis. La mujer se convierte por tanto en quien provoca la conciencia de sí del hombre, de abandonar  e iniciar el proceso civilizatorio. Y así nace simbólicamente  la historia de la humanidad. En la pintura “Hombre”, 1967, Luisa Richter, invierte este mito fundacional de occidental. Será éste uno de los sentidos de esta serie fotográfica, donde la  feminidad  se convierte en numinosidad, cada una de estas imágenes  en un mito creativo, que guarda semejanzas con  diosas del tipo Deméter, o de la diosa solar Ameratusa, ambas vinculadas a la risa y a las bufonadas sexuales, como vía de  cambiar su triste ánimo. De la deidad griega,  de luto por el rapto de su hija, Perséfone,  la tierra deja de dar frutos,  y solo las carcajadas que provocan las bufonadas sexuales de Bauvo, hacen que  vuelva a ser fértil; y el caso de la diosa solar japonesa, por la ira y la violencia de su hermano el Dios de la Tormenta, se esconde   la deidad solar  en una cueva, sume al mundo en tinieblas. Y solo sale al oír el carcajear de los demás dioses por las payasadas sexuales de la diosa Ame-no-Azume (hembra celestial amenazante), que se puso a bailar enfrente de la caverna en que se escondía. Vinculándose de esta manera la risa, la sexualidad, la fertilidad de la tierra y los ciclos cósmicos. Este portafolio fotográfico de la artista  posee estas cargas míticas, que se recrean en los collages eróticos, actualizando en la contemporaneidad dimensiones que necesitan ser recuperadas como es la transformación y la voluntad creadora, presente en las imágenes asociadas al mito de Dafne; trascender la escisión con el cosmos de la civilización, y  la necesidad de redimensionar la conciencia de sí y, por tanto, el sentido de la vida a nivel individual y colectivo, ausencia que nos tiene sumidos en una crisis histórica.

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