Cultura

Mario Vargas Llosa: Raíces del Totalitarismo Latinoamericano

En  las novelas “El Hablador” y la “Guerra del Fin del Mundo” de Mario Vargas Llosa existe un planteamiento pleno  de empatía por nuestro continente que llama a redescubrirnos, para encontrar el  camino perdido, al adentrarnos  en los laberintos del totalitarismo. Y mientras esto no ocurra  seguiremos siendo devorados por la inautenticidad, gracias al hechizo de  ideologías foráneas, tales son  el  comunismo, el  fascismo, el desarrollismo. Creando sociedades que reinventan el  totalitarismo, y este tránsito se facilita al  ignorar la sabiduría que palpita en nuestras selvas, tierras y cordilleras.

En la cultura “Machiguenga” que nos presenta Vargas Llosa en  “El Hablador”;  devela una visión del mundo que no debe ser valorada por criterios etnocentricos, pues  al hacerlo obstaculizamos la comprensión de las  cultura tradicionales y populares, impidiendo aflorar  las verdades que esconden en su seno. Y la única manera de acercarse a ellas, será a través de la amorosa empatía, tal como ocurrió con “Saúl Zaratas” o “Mascarita”. Esto lo expresa el escritor a través  del tratamiento que hace de este personaje. Uno de los diálogos que el novelista establece con “Saúl”  evidencia  esto:

Mario-Vargas-Llosa2“Un misionero español, de la Misión Dominicana de Quillamba, le había mostrado misteriosos petroglifos desperdigados por la zona, y había comido mono, tortuga, gusano y se había pegado una tremenda borrachera con masato de yuca.

Los nativos de la región creen que es el Pongo de Mainique el principió el mundo. Y te juro que en el lugar hay un vaho sagrado, un no sé qué, que te pone los pelos de punta. ¡No te imaginas lo que es eso compadre! ¡Pa su macho!

La experiencia tuvo consecuencias que nadie pudo sospechar. Ni siquiera él mismo, estoy seguro“(1987:20)

De esta forma nos acerca a una cultura, que surge  de Latinoamérica, con una visión  del mundo que tiene vigencia para Occidente. Esto lo expresa “Mascarita” en una nota a “Mario Vargas Llosa”:

“A ver si este hueso mágico te calma los ímpetus y dejas de ir puñeteando a los pobres borrachitos. El hueso es de tapir y el dibujo no es la cojudez que parece, unos  palotes primitivos, sino una inscripción  simbólica. Se la dictó Morenanchiite, el señor del trueno a un tigre, y este a un brujo amigo mío de las selvas del Alto Picha. Si crees que esos símbolos son de remolinos de ríos o dos boas enroscadas durmiendo la siesta, puede que tengas razón. Pero son principalmente el orden que reina en el mundo. El que se deje ganar por la rabia, tuerce esas líneas y ellas, ya no pueden sostener el mundo”. (1987:17)

Pues la rabia  de los hombres desestabiliza  el universo, y al igual que el sedentarismo en esa cultura provocan desordenes cósmicos, tales como el triunfo de las tinieblas, y la luna o “Kashiri” sobre el “sol” y la vida”. (1987:38)

Mario-Vargas-Llosa1Si meditamos sobre  el devenir  política de Perú, Venezuela y Colombia, este mensaje    contra del odio, y la intolerancia tiene vigencias, pues en el  continente   muchas de sus tragedias históricas se han desarrollado  por el  dominio de  estas pasiones. Ya desde el inicio en la novela de “El Hablador” se crítica a parte de la intelectualidad latinoamericana,   la cual se nutre de los sueños de la razón  del “Viejo Continente”. Y crea la   absurda paradoja, de  querer   transformar al “Nuevo Mundo” con ideologías que se niegan  a comprender su propio devenir, para sustentar  atroces  totalitarismos. Desde nuestras independencias, hasta la forma como hemos intentado desarrollar  nuestra realidad está llena de estos errores.  Por los que hemos pagado y seguimos pagando un alto precio. Esto lo expresa el escritor en las primeras páginas de la novela.

“Vine a Firenza para olvidarme un tiempo del Perú y de los peruanos y he aquí que el malhadado  país me salió al encuentro esta mañana de la manera más inesperada. Había visitado la reconstruida casa Dante, la Iglesia de San Martino del Vescovo, y las callejuelas donde la leyenda dice que aquel vio por primera vez a Beatrice, cuando en el pasaje de Santa Margherita una vitrina me paró en seco: arcos, flechas…Pero fueron tres  o cuatro fotografías que me devolvieron de golpe, el sabor de la selva peruana…Naturalmente,  entré con un extraño cosquilleo y el presentimiento de estar haciendo una estupidez, arriesgándome por una curiosidad trivial a frustrar de algún modo el proyecto tan bien planeado y ejecutado hasta ahora –leer a Dante y a Macchiavello- y ver pinturas renacentistas un par de meses en irreductible soledad, a provocar una de esas discretas hecatombes  que, de tanto, ponen mi vida de cabeza”.(1987:7)

Una de los recursos  literarios que utiliza Vargas Llosa en “El Hablador” para adentrarse en las culturas tradicionales y su visión del mundo, es el carácter cíclico que le transmite a la novela, acerca así al otro a la forma de percibir la realidad de estas sociedades dominadas por el mito. Y es la foto de “El Hablador” que encuentra en la Galería,  lo que le transmite este carácter, ya el relato se trama por los recuerdos a que es lanzado el novelista  por el personaje, que aparece en la fotografía rodeado de indios absortos  por su palabra. En este libro se expresa esa estructura cíclica,  al  aclarar  por qué causó aquella imagen  tal impresión en el autor.

“La fotografía que… Al primer golpe de vista  advertía que aquella comunidad de hombres y mujeres sentados en círculos,  a la manera amazónica, y bañados por una luz que comenzaba a ceder, de crepúsculos tornándose noche, estaba hipnóticamente concentrado concentrada, su inmovilidad era absoluta. Todas las caras se orientaban como los radios de una circunferencia, hacia el punto central, una silueta masculina que, de pie, en el corazón de la ronda de machinguengas imantados por ella, hablaba moviendo los brazos, sentí frio en la espalda”. (1987:10) Al ver aquello, se recuerda el destino de su antiguo  amigo Saúl que se había transformado en un  hablador.

Antônio-Conselheiro1¿Y qué es un hablador? Es un personaje poco estudiado en la antropología, pues su rol no se encuentra muy definido, ya que no es un chamán o curandero, aunque posee algunas características que lo confunden con él. Pues él al igual que  estos personajes es una especie de “memoria colectiva” y al introducir a sus culturas por medio de su “palabra”, en el mito y su dimensión sagrada se transforma en dador de   éxtasis, característica propia del chamán; pero su rol fundamental es la “palabra” y la “reflexión” en términos míticos.

En ciertas culturas tradicionales la especialización del chamán, se centra en una de sus funciones, el ser creador del mito a través de la palabra sagrada, y se transforma en profeta o hablador, y se aleja del chamanismo. Esto ocurre entre los “Kogi” de Sierra Nevada de Colombia, donde el profeta recibe el nombre de Máma;  entre los “Tupi-Guaraní, es  el Karai;  y entre los “Machinguera”  Vargas Llosa  lo llama el “hablador”.  Existe por tanto en estas culturas el chamán y el “hablador” o “profeta”  cuya  principal labor es la “palabra” y la interpretación de la realidad,  a través del mito. Actualiza así la tradición, en este caso  de los machiguengas, rompiendo de esta manera las hebras del pasado, y tramando el presente y el futuro.

Este personaje en la  literatura de Mario Vargas Llosa, no es reciente, se vincula directamente al “Consejero” personaje central  de su novela “La Guerra del Fin del Mundo”, nos lleva así al fondo del  sincretismo que crea  a éste paradigmático ser. Dentro de la tradición occidental  lo que más se acerca al “hablador” es el “Profeta” o “Nabí”,   en él palpitan  rasgos del chamán, ya que a través de su palabra se abre la dimensión de lo sagrado, cumple funciones curativas y en él  cohabita el susurro de los dioses. Pero el “hablador” al rexaminar su tradición constantemente, se aleja de la concepción de profeta occidental  y se  acerca más a  la concepción de filósofo. Ya Pierre Clastres señaló esto en una de sus últimas obras: La Sociedad contra el Estado.

El rol del “consejero”   continua siendo tratado a través del personaje del “hablador”. Difícilmente  encontramos  una descripción de mayor poder poético en la literatura latinoamericana  del profeta: “El hombre era alto, y tan flaco que parecía siempre de perfil, su piel era oscura, sus huesos prominentes y sus ojos ardían con fuego perpetuo. Calzaba sandalias de pastor y la túnica morada  le caía sobre el cuerpo…Era imposible saber su edad, su procedencia, su historia, pero algo había en su fachada tranquila, en sus costumbres  frugales, en impenetrable seriedad que, aun antes de que diera consejo atraía a la gente…A veces lloraba y en el llanto el fuego negro de sus ojos recrudecía con destellos terribles”. (1981:15)

Dentro de las culturas selváticas del Amazonas, entre los Tupi-Guaraní se encuentra un antecedente del “Consejero”. Nos referimos al “Karaí” o profeta, cuyo principal rol es la palabra y la reflexión de la tradición, tiene un origen distinto al de los demás hombres por ello era recibido con respeto dentro de esta heterogénea cultura. Él es una especie de peregrino que no tiene hogar,  y su destino es la palabra.

Mario-Vargas-Llosa El discurso del Karaí tiene una dimensión subversiva; por eso no es casual que en la “Guerra del fin del Mundo” se contraste el discurso y la vida del “Consejero” con la de un anarquista, pues en la organización política de estas culturas él es el protector contra  el Poder  coactivo. El discurso del Karaí se enfrenta así a los enemigos de la sociedad, a quienes la están destruyendo y transformando cuantitativamente y cualitativamente. A ellos responde con su palabra, lanzándose de esta manera junto a miles de hombres en danza extática, en búsqueda de la “Tierra sin Mal”. Liberando así a la sociedad de la creación de las bases del Poder-coactivo y por tanto del Estado. De igual manera el “hablador” con su palabra y su peregrinar salva a su sociedad   de la disolución, al evitar su fragmentación, pues por una tendencia inherente a  ella tiende a atomizarse, en lugar de nuclearse como ocurre con los Tupi-Guaraní.

En la figura del “Consejero”, se sincretiza  el profetismo prehispánico, ejemplificado a través del “Karaí”, Tupi-Guaraní, y el “Navío “Profeta”  judeo-cristiano. En el “hablador”, no existe este sincretismo. Y en él se expresa la respuesta de Mario Vargas Llosa entorno a la posición que debemos tomar, ante nuestro legado ancestral, para evitar ser sociedades propensas a ser dominadas por visiones del mundo ajenas a nuestro ser. Y caracterizadas por el autoritarismo y el Poder-Coactivo.

El sugiere que al menos   comprendamos este legado cultural, con amorosa empatía, y al hacerlo, quizás fortalezcamos nuestra alma colectiva, y esto seguramente nos ayudará a transformar el trágico presente en que están inmersa parte de Latinoamérica, por la fragilidad de su Ser, al perder contacto con su raíces ancestrales.

Citas:

Vargas Llosa, M. El Hablador. Seix Barral. España, 1987

Vargas Llosa, M. La Guerra del Fin del Mundo, Plaza Janes, España, 1981.

Clastres, Pierre. La Sociedad contra el estado, Monte Avila, Venezuela, 1978.

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