Cultura

Marta Cabrujas: Angustia Profética

Marta Cabrujas (1946), ha creado un lenguaje plástica que brota de las profundidades de su alma, en un proceso de conocimiento de sí y de nuestros océanos interiores. Su vasta obra trasciende el tiempo para convertirla en mitos estéticos.

Entre selvas de concreto y verdor creó una zoología fantástica, existencialista que transformó las artes del fuego. Cada etapa de su creación se encuentra vinculada al devenir y sus ciclos, a través de mitos, temas literarios y pintores que reinterpretan la realidad, de manera radical y se atrevieron a crear apocalipsis y escatologías estéticos que subviertieron su tiempo.

“Sería apasionante estudiar de cerca el proceso de revalorización del mito fin del mundo en el arte contemporáneo. Se constataría que los artistas, lejos de ser los neuróticos de los que se nos hablan a veces, son, al contrario muchos más sanos psíquicamente que muchos hombres. Son los artistas los primeros que se han dedicado a destruir realmente su mundo, para recrear un universo artístico, en el que el hombre pueda, a la vez, existir, contemplar y soñar” (Mircea Eliade, Diario 1954)

En los talleres de la escuela de Artes plásticas Rafael Monasterio de Maracay, se originan los personajes que integran la serie Zoología Fantástica, inspirada en El Bosco. Los primeros personajes fueron arañas, con surcos de espirales, laberintos con innumerables manos emergiendo del cuerpo. A fines de los setenta trabaja Cabrujas en el Museo de Arqueología de Maracay, aprendiendo las técnicas de restauración, y se familiariza con los mitos y los dioses prehispánicos. Si existe un creador con el que la artista, al igual que Leonora Carrington logran una comunión espiritual, desde sus primeros pasos en el arte es con El Bosco; con sus universos delirantes, reveladores de sueños, pesadillas, y las culpa más recónditas que corroen la humanidad.

Su primera muestra se expone en la Plaza Bolívar, es su Homenaje a Hieronymus Bosch a la que incorpora piezas como El Bahamut (1971), El Escorpión Dorado (1972), y el Escorpión Azul (1972).

“El Bahamut, es basado en una leyenda oriental, que cuenta el origen del mundo. Había un ángel, debajo de él había un toro, y bajo el toro la tortuga, y debajo de ella la niebla y debajo la nada; lo que sería el mundo. La había leído tiempo atrás, hasta que broto…La última pieza que realice es Un Jardín para el Bosco”. (Marta Cabrujas, testimonio)

Sus esculturas y ensamblajes nacen de la concepción del artista como demiurgo, quien a través de su acción creativa, materializa las fuerzas del espíritu. Así como la araña teje su red, como prolongación de su corporeidad, para atrapar su sustento; la artista crea a partir de sí, obras que espiritualiza la materia y la convierte en provocación estética. Hay etapas más vinculadas que otras a acontecimientos históricos, que se esconden como inscripciones esotéricas en las texturas, complejos simbólicos y títulos. Son ecos proféticos que anuncian el magma telúrico-social que está transformando al continente y al planeta. Como fueron los sueños de la generación de los sesenta que al materializarse, se transformaron en pesadillas individuales y colectivas, tal como escribiría Goya, en uno de sus de sus Caprichos, el 43 uno de los grabados paradigmáticos en la historia del arte, titulada: Los sueños de la razón producen monstruos. Palabras proféticas, que podrían referirse tanto a la invasión francesa a España por las fuerzas de Napoleón, como a la bomba nuclear de Hiroshima, o a la creación de sociedades que se convierten en prisiones para la humanidad, nacidas de los monstruos de la razón. La artista se hace eso de estos planteamientos en las series Los Durmientes, los Suicidas (1975-1977), y los Ángeles Caídos (1975-1978).

Representan a la humanidad dominada por las fuerzas tanáticas, al líder que ciega al pueblo con su verbo encendido, y lo lleva hacia trágicos abismos como fueron el colonialismo, el nazismo, el fascismo, el marxismo, el leninismo, el estalinismo.., o al crear falsas necesidades, que llevan a la humanidad al ecocidio y a niveles de baja espiritualidad. Es el dominio de la competencia en contra de la solidaridad, del odio en oposición a la empatía, de la impiedad a la piedad. Su filosofía estética es cercana a la visión del presocrático Empédocles y su planteamiento de la eterna lucha entre las fuerzas del amor, que une, y del odio, que separa como esferas que se crean y se destruyen una y otra vez, por las tensiones entre ellas. De ahí que en Los Durmientes y Los Suicidas domine en su volumen lo circular, lo centrípeto, pues son seres incapaces de vincularse a las fuerzas de la vida, y menos a las de eros, como impulso creativo que brota de la naturaleza.

La angelología y la demología occidental tienen su origen en el dualismo entre la materia y el espíritu, el bien y el mal, Dios y Satán. Es una concepción que hunden sus raíces en el zoroastrismo. A diferencia de la civilización griega y las sociedades tradicionales, donde se percibe la materia como una prolongación del alma.

“Me interesa lo natural, el origen de las cosas, rechazo lo artificial hasta en mi manera de trabajar; en la manera de construir mis seres. No utilizó el torno, todo lo hago amano. El hecho de trabajar con tierra, es porque me interesa, buscó la piedra, lo que pisamos, donde flotamos en el espacio.”(Marta Cabrujas, testimonio)

En estas series figurativas estamos ante la humanidad dominada por los antivalores, por la inteligencia maligna, en este dualismo, no hay posibilidad de redención. El fin será a través del juicio final. Por eso Los Suicidas y los Durmientes, no se atreven a mirar al exterior, están desvinculados de sí y del cosmos, ahogados en un océano de angustia. Se está ante la concepción egipcia de la muerte: Tú mismo eres la tumba.

Los gestos de las manos y los rostros señalan la desesperación de vivir atrapados en este conflicto, sin esperanza. Son personajes recogidos sobre sí, tatuados con las inscripciones que representan las cargas del vivir. Sobre la piel de barro quemado está impreso el karma de cada personaje. Los Suicidas, son seres que viven al borde del abismo existencial. El juego del volumen con la gravedad los asemeja a gotas de angustia cayendo al vacío, debido a la incapacidad de la humanidad de escapar al destino apocalíptico que crea día a día.

Sus obras de barrro quemado y sus ensamblajes son metáforas de los abismos de la humanidad, de una civilización que necesita con urgencia encontrar un equilibrio entre la vida y la muerte. ¿Qué hacer por ejemplo ante la desertificación de grandes áreas de África? Y las monstruosas hambrunas que generan, donde la vida pende de la ingesta diaria de pocas gotas de agua, sequia que a su vez destruye toda las posibilidades de sobrevivencia conocidas por estas sociedades tradicionales. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el 35% de la superficie de los continentes puede considerarse como áreas desérticas. Dentro de estos territorios sobreviven millones de personas en condiciones de persistente sequía y escasez de alimentos. Simultáneamente en otros extremos del planeta, se vive en la total opulencia, el agua se derrocha de manera banal y los alimentos se botan en vertederos. Los Suicidas son expresión de estos dilemas, ante la ausencia de horizontes, y la aceptación del fin.

Tensión dramático se complementa, con los Ángeles Caídos, en rebelión a ese destino, de ahí sus alas flamígeras caídas, sus gemidos silenciosos, su deformante metamorfosis, manos mutadas en garras, cuerpos en deformidad. Luchan por la redención hasta el último aliento.

Sera hasta comienzo de los ochenta, cuando brota lo que se podría considerar unas de las propuestas más arriesgadas y auténticas de las artes del fuego en Venezuela, en esa década. La artista esta ante la búsqueda de lo selvático, de las mutaciones del bosque, como ocurre con las hojas del árbol del pan con los cambios lunares. Investiga el mimetismo de las mariposas nocturnas, la presencia de los sonidos de la noche. De estas observaciones e inspiraciones nace El Bosque de la Noche, (1980-1984). Piezas delgadas que parecieran estar a punto de fragmentarse, de caer sobre el espectador. La serie hace que la creadora asuma esfuerzos técnicos, ante problemas físicos, pero necesarios de resolver para dar crer la tensión dinámica que caracteriza a la serie. Los contenidos simbólicos y plásticos brotan en parte de las revelaciones que le transmiten un sueño:

“Veo una gigantesca mantarraya que vuela en el espacio nocturno, azul sobre un fondo negro, yo estoy en la tierra acostada con un cordón pegado a mi ombligo que viene de la mantarraya”. (Marta Cabrujas, testimonio)

El cordón de plata, en las tradiciones esotéricas es el nexo entre el alma y el cuerpo, el sueño señala la intima conexión que se da entre el bosque donde vive y su alma, la fuente viva que inspira su obra. La serie reta la gravedad, y se inspira en la metamorfosis propia de las mariposas y la ambigüedad formal de la mantarraya, especie de mariposa oceánica. Las piezas no vuelan verticalmente, sino horizontalmente, pues estamos ante un vuelo interior. Ante el barro quemado convertido en eco del silencio nocturno….

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