Marta Cabrujas: Ensamblaje y Chamanismo

La propuesta estética de Marta Cabrujas nace de sueños visiones, mitos y arquetipos que ha ido atesorando, a lo largo de su vida. En ella el rol del chamanismo ocupa un lugar fundamental, es la vía que nos acerca, cual hilo de Ariadna al espíritu de esta propuesta, es la categoría que abre un camino interpretativo. Se establece, así, un paralelismo entre el proceso de sacralización que realiza el chamán al investirse de su parafernalia ritual y hacerse mediador entre el mundo profano y lo sagrado, y el proceso creativo del artista que trabaja con estas tensiones a través de los elementos y formas simbólicas que va integrando a su propuesta. Se crea un ritual creativo cuya acción final es la obra. El carácter de este tipo de obra posee diversos niveles interpretativos que le transmiten una dimensión iniciática, pues el proceso creativo se asimila a un ritual de muerte y resurrección simbólica.
Desde esta perspectiva, el chamán no sólo es mediador con lo sobrenatural o un técnico del éxtasis, sino el chamanismo es una manifestación del arte como totalidad; éxtasis, danza, poesía, filosofía, música, teatro, plástica y estética corporal, se materializan reunificando lo fragmentado. Nos enfrentamos a un arte total, donde la unidad perdida por la civilización occidental se recupera. Y así como lo profano se muta en sacralitud por medio de la iniciación a que es sometido, el mito creativo a través de su vivencia se transforma en ritual sacro. Las propuestas estéticas que hunden sus raíces en el chamanismo, restablecen el contacto con estas dimensiones, recordándonos también que el pasado cobija al presente. Aun en los mitos fundamentales de occidente como los que giran alrededor de Jesucristo está presente esta dimensión. En la mitología cristiana la muerte se encuadra dentro de los rituales iniciáticos propios del chamanismo: el neófito es muerto y desmembrado a través de torturas, rituales simbólicos que lo reharán, dándole nuevos poderes, permitiéndole dominar a los espíritus protectores, quienes desde ese momento lo ayudarán a proteger su comunidad, y comprenderá el lenguaje de los animales, que encarnan espíritus auxiliares.
“El simbolismo de la muerte mística… se traduce…, por la voluntad de cambiar el régimen sensorial. Nosotros ya hemos dicho, pues, que un cambio tal equivale a una hierofanización de toda la experiencia sensible: el chamán descubre por sus propios sentidos una dimensión de la realidad que resulta inaccesible para los no iniciados. Obtener una sensibilidad mística tal, equivale a sobrepasar la condición humana. Todas las prácticas chamánicas tradicionales persiguen este mismos fin: destruir los cuadros profanos de la sensibilidad; los cantos monótonos, los refranes repetidos al infinito, la fatiga, el ayuno, la danza, los narcóticos, etc., acaban por crear un medio sensorial abierto a lo sobrenatural.»(Eliade Mircea. Mitos, Sueños y Misterios. España. Grupo Libro 88. 1991. P.87)
La crucifixión nos revela su sentido como muerte y prueba iniciática que permite al iniciado, en este caso Jesucristo, renacer a un nuevo status. Los ensamblajes de Marta Cabrujas establecen el olvidado contacto entre el cristianismo y el chamanismo. La obra se convierte, así, en una mediación que refleja estas analogías simbólicas y existenciales.
El Chamán adquiere su poder sobre los espíritus auxiliares en rituales iniciáticos que lo llevan a una muerte simbólica a través de largas enfermedades, cantos y visiones que dominan sus sueños en los que su alma viaja al mundo de los orígenes para refundar la realidad, señal inequívoca de su vocación. Para los historiadores de las religiones, como Mircea Eliade y Joseph Campbell, el chamanismo es una de las primeras manifestaciones religiosas de la humanidad, encontrándose asociada al paleolítico, a esa fusión o participación mística que se da entre el cazador y el animal cazado. La cueva de Altamira es una de las expresiones estético-religiosas de mayor vigor de la humanidad, y nace de este horizonte cultural en donde la imagen tenía poder sobre la realidad, a través de lo que J.G.Frazer acuñaría el término magia simpatética, es decir, lo semejante atrae a lo semejante. La propuesta de Marta Cabrujas asume este don al recuperar el poder invocatorio y mágico de la imagen como poder.
La artista se hace eco en su obra de este sentido al convertirla en un hechizo que intenta exorcizar a través de la creación las fuerzas tanáticas instintivas, que nos devoran y hunden en la perdida de la piedad y la dimensión ética como horizonte, intentándonos despertar de nuestro ensueño a través de la estética.
“Cuando el hombre prehistórico pintaba el bisonte en la piedra, lo pintaba para garantizar la cacería, esa es la acción mágica. Cuando realizo una obra la hago para detener un proceso, es un hechizo. Trato de detener algo que está por venir, los únicos medios de que dispongo son el arte. Hay una acción mágica cuando el hombre prehistórico pintaba el bisonte, lo que trata es de absorber, la cacería ya está dada.” (Marta Cabrujas, 1993)
Los ensamblajes de Marta Cabrujas están impregnados de esta tensión mágica, totalidad de materiales que hacen referencias a diversas realidades, convirtiéndose en un cosmos similar al asumido por el chamán, quien sintetiza en sus acciones rituales su visión del universo. Tanto en la parafernalia ritual como en el alma del chamán se materializa su visión del mundo. Esto se evidencia en los chamanes Sanema-Yanoama, de la selva amazónica, en cuyo pecho cohabita ese universo ovoidal donde existe Omao, junto a los espíritus principales y auxiliares, de ahí que posea poder sobre ellos.
Estos rasgos se materializan en la serie “Canto a la Tigra” (1988 1989), microcosmo que nos enfrenta a una geografía espiritual donde la artista, al igual que el chamán, determina su hacer a través de sueños y mitos creativos. El carácter totémico y el nagualismo de los ensamblajes recrean la identificación mística del hombre con el cosmos. A través del carácter totémico de “Canto a la Tigra” el ensamblaje se convierte en hechizo protector de los dueños de la selva tropical, pues se crea una identificación mágica con la tigra mariposa y las piezas.
El arte asume un rango ritual. Piezas como “Minerva” (1989) se transforman en protección mágica. Los elementos que Marta Cabrujas les incorpora como las raíces de la Datura se asocian a exorcismos ancestrales. Sacraliza la materia a través del arte para hacerlo madurar según la terminología alquímica, guiada por los ecos de sus premoniciones. La obra se convierte en huella palpable de la experiencia estético-religiosa. En el chamanismo la dialéctica iniciática se exterioriza a través de la indumentaria y los dibujos corporales, asumiendo una dimensión mágica y simbólica; de la misma manera, la artista, a través del sentido que da a los materiales, las técnicas, las formas y temas empleados, funde lo estético con lo mítico, recuperando esa concepción del arte como religamiento y totalidad propia del chamanismo. El arte contemporáneo ha intentado recuperar desde diversas perspectivas el poder de estas concepciones estéticas arcaicas, tal como se expresa en obra de A. Tapies, el arte acción de J. Beuys o de Michel Barcelo.
Los mitos y cantos que nacen del chamán en sus trances extáticos no sólo refundan y dan un sentido a la realidad sino interpretan el devenir y asumen una posición ante la inmediatez. De ahí que en el karaí Tupí-Guaraní, el mama Kogí o el Chilam Maya, al igual que el nabí hebreo, tengan una dimensión profético-chamánica. El carácter profético esta propuesta se asocia a la recuperación de la dimensión interior como una vía para remirar la realidad y darle a la vida, por medio del arte, un sentido trascendente. A través de los contenidos simbólicos que incorpora a sus piezas en los que hace referencia a la realidad política, social, espiritual y ética en que está inmersa, y toma una posición ante ella, Marta Cabrujas asume una posición profética y política, presente en las series “Piedad por el Hombre” (l989-1991), “Metamorfosis y Caída” (1991-1993), y “Lo Dionisíaco” (1994-1996) y las series realizadas en el dos mil. En toda su obra se manifiesta la transmutación de la materia a un contexto cosmogónico, trasmitiéndole un status ontológico diferente al extraer los elementos plásticos de un caos preformal a un orden plástico simbólico, así, la materia informe renace a una nueva vida.
Los sueños personales, padecimiento y las interpretaciones que realiza de ellos han determinado los giros fundamentales de esta estética, procesos que junto al aislamiento en que ha nacido su obra en su taller de Sabaneta, donde vive desde 1980, son asimilables a una muerte iniciática equiparable a la que se da en la iniciación de un chamán. Esto generó en su obra una comunión con el universo selvático en que está inmersa, que ha moldeado el desarrollo de su lenguaje, dándose una suerte de apropiación mágica del medio que la rodea, similar a la que logra el chamán en sus ritos iniciáticos para adquirir y dominar sus espíritus protectores y auxiliares y sus deidades.
Debido al proceso desacralizador de la sociedad, las crisis personales son interpretadas en función de un pragmatismo lógico y positivista, que rehúyen de la dimensión religiosa; y esta propuesta se embarca en la dirección opuesta, de ahí su entronque con el chamanismo y la historia de las religiones. Es útil acercarnos a la posición de Mircea Eliade sobre lo iniciático en la contemporaneidad para comprender este carácter y la apropiación mágica que genera la propuesta con su entorno. “En el mundo desacralizado de hoy como el nuestro, lo sagrado está presente y actúa fundamentalmente en los universos imaginarios. Pero las experiencias fictivas constituyen parte del ser humano total y no son menos significativas que sus experiencias diurnas. Esto significa que la nostalgia por las liturgias y pruebas iniciáticas, nostalgia que aparece tanto en obras literarias y en la plástica, revelan el anhelo del hombre moderno por una renovación total y definitiva, una renovatio que pueda cambiar su existencia en forma radical.” (Eliade, Mircea. La Búsqueda. Argentina. Editorial Aurora. 1971. P.81)
En la sociedad contemporánea, debido a la desacralización del cosmos que ha traído el desarrollo tecnológico y a la dialéctica que han generado las religiones monoteístas, la experiencia iniciática se ha degrado, pues el mito y el ritual pierden su fuerza estremecedora al alejarse del contexto que los originó. Los creadores que se hacen eco de este universo espiritual, recuperan esta dimensión a través de la soledad creativa, que se transforma en un crisol de la maduración de lo iniciático. El artista o la artista que en su acercamiento a lo sagrado materializan sus mitos creativos en el espacio plástico, dan concreción al estremecimiento de su alma. De ahí el carácter iniciático de la obra que muta en una especie de piedra filosofal, le permite al espectador penetrar en esta dimensión. Y estar en contacto con una cosmogonía que le da acceso a otra visión del mundo, llegando a modificar su posición ante realidad a través de las verdades que le son reveladas. Es este uno de los logros de la propuesta de Marta Cabrujas, quien nos enfrenta a su cosmogonía estética plena de una belleza primigenia, donde el cosmos recupera la unidad perdida y el arte su poder trasgresor.
Muy interesante exposicion. Me gustaria conocer la entera obra de la artista. La busqueda de lo sagrado en la naturaleza como enlace hombre y cosmos… En fin estamos formados por el polvo de las estrellas
Buenas tardes
Disculpe me gustaría entrar en contacto con ustedes para solicitar un a entrevista sobre mi obra muchas gracias actualmente exhibida.