Entretenimiento

Diego de Torres de Villaroel (1694-1770)

LA VOZ DE UN PICARÓN

“En Torres no es virtud ni entretenimiento escribir su vida, sino desvergüenza, truhanada sólida y filosofía insolente de un picarón que ha hecho negocio en burlarse de sí mismo”, nos cuenta el propio Torres Villarroel en su libro Vida, ascendencia, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villarroel (1743-1758), una de sus mejores obras, que algunos consideran digna de Quevedo. Relato autobiográfico en la tradición picaresca e importante documento sobre la decadencia de España en la primera mitad del siglo XVIII, en quince años aparecieron cinco ediciones.

Este insigne catedrático de la picaresca, inicia su vida de Salamanca, ciudad en la que fue bautizado el 18 de junio de 1694. Su padre era librero. “Yo nací entre las cortaduras de papel y los rollos de pergamino en una casa breve del barrio de los libreros de la ciudad de Salamanca”, escribe Torres Villarroel. A los quince años gana por oposición una beca de Retórica en el Colegio Trilingüe. Allí se entrega a toda clase de aventuras a que le arrastraba su temperamento. Empezó a estudiar filosofía pero pronto abandonó estos estudios y se dedicó a torear por los pueblos, tocar la guitarra, bailar y hacer de cómico y titiritero. ”Aprendí a bailar –nos cuenta-, a jugar a la espada y la pelota, a torear y hacer versos; abría puertas, falseaba llaves, hendía candados y no se escapaba de mis manos pared, puerta ni ventana, donde no pusiese las disposiciones de falsearla, romperla o escalarla”. Deseoso de libertad escapa (1713) a Portugal, siendo ermitaño en Trasosmontes, médico y bailarín en Coimbra, soldado en Oporto y torero en Lisboa.

Vuelve nuevamente a su casa y se entrega intensamente a la lectura de libros de matemáticas y de filosofía natural. En 1715 se ordenó subdiácono. A partir de 1718 consiguió grandes beneficios publicando almanaques con predicciones que firmaba como “El Gran Piscator de Salamanca”. Participa activamente en la disputa entre dominicos y jesuitas con motivo de la proposición de alternancia de cátedra. Su vehemencia le lleva a la cárcel. Seis meses estuvo detenido. En 1723 marcha a Madrid. Estudia medicina, matemáticas y astrología. Pero sus extravagancias e insolencias atrajeron sobre su persona la severidad del Consejo de Castilla, ordenándole volver a Salamanca. En 1726 gana la cátedra de matemáticas en la Universidad de Salamanca, tras unas sonadas oposiciones en las que fue aclamado por los estudiantes. En 1732 recibe los grados de licenciado y maestro en arte. En ese mismo año, por un lance en que salieron a relucir las espadas, fue condenado a “ser extrañado de las tierras de España”. Permanece en Portugal cerca de tres años. Vuelve a sus tareas docentes y a partir de su jubilación como profesor, su vida ofrece escasas aventuras: la Inquisición condenó su libro Vida natural y católica, que hubo de ser enmendado; en 1745 se ordena de presbítero y luego administra la hacienda salmantina del duque de Alba hasta su muerte, ocurrida en el palacio de Monterrey, de Salamanca, el 19 de junio de 1770.

Este escritor salmantino es uno de los más famosos personajes de la España del siglo XVIII. Fue Torres Villarroel un hombre singular. Su obra pertenece a la rama barroca de nuestra literatura y dentro de ella a la línea quevedesca. Su personalidad fue tan extraña y original que se comprende bien el interés que despierta: su gran sinceridad, sus ataques a todo convencionalismo inútil y a toda hipocresía y afectación, siendo popular además por su vida pícara y extravagante. “Paso entre los que me conocen y me ignoran, me abominan y me saludan, por un Guzmán de Alfarache, un Gregorio de Guadaña y un Lázaro de Tormes”, escribe este “hombre claro y verdadero” en su libro Vida. En el que también son abundantes las lamentaciones por la decadencia del estado cultural de España, que coinciden con las de Feijoo e Isla: “Yo bien conocía mi ignorancia y mi ceguedad… pero también sabía que estaba en la tierra de los ciegos, porque padeció entonces la España una oscuridad tan afrentosa que en Estado alguno, Colegio ni Universidad de sus ciudades había un hombre que pudiera encender un candil para buscar los elementos de estas ciencias”.

Entre los otros títulos relevantes de su obra citaremos: Ocios políticos en poesías de varios metros (1726), Sacudimiento de mentecatos habidos y por haber (1726) y Sueños morales, Visiones y visitas de Torres con Francisco de Quevedo (1727-1728), deudor de los Sueños de este. Por último, la poesía de Torres responde a muy diversos temas entre los que destacan los de carácter satírico-moral. Repite en docenas de sonetos las ideas de su prosa para renegar de la época; por ejemplo, en El presente siglo, La casa del gran señor, Modo de pretender, Ciencia de los cortesanos de este siglo, etc. En 1752 se hizo una edición de sus Obras completas en 14 volúmenes y por suscripción publica avalada por la nobleza.

Se ha dicho que el pícaro es el antihéroe; efectivamente lo es; pero porque es el anticaballero, en quien el heroísmo es un caballeresco supuesto natural. La realidad del pícaro y su mundo es una irrealidad del caballero y de su mundo. Y como dijo Torres Villarroel : “A la naturaleza le he debido / más que el señor, el rico y potentado / pues le hizo sin sosiego delicado / y a mí con desahogo bien fornido”.

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