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Doña Bárbara, 87 años de lucha entre la civilización y la barbarie

Un bombo remonta el Arauca bordeando las barrancas de la margen derecha. Dos bogas lo hacen avanzar mediante una lenta y penosa maniobra de galeotes.

Ya son 87. Sí, 87 años desde que se publicó la primera edición de una novela que se convirtió en –pudiera decirse– “la biblia del llano”: Doña Bárbara, escrita por Rómulo Gallegos y publicada por Editorial Araluce el 11 de agosto de 1929.

Como bien lo dijo el propio autor en una oportunidad: “Yo escribí mis libros con el oído puesto sobre las palpitaciones de la angustia venezolana”, y ese sentir quedó reflejado en Doña Bárbara, una pieza que simboliza la lucha entre la civilización y la barbarie, a través de sus protagonistas: Santos Luzardo y Doña Bárbara.

Bajo la toldilla, un joven a quien la contextura vigorosa, sin ser atlética, y las facciones enérgicas y expresivas prestante gallardía casi altanera. Su aspecto y su indumentaria denuncian al hombre de la ciudad, cuidadoso del buen parecer.

Él (Luzardo), un terrateniente que, luego de estudiar derecho, se reencuentra con el Arauca y su pueblo natal, para tomar el control de «Altamira», la hacienda de su familia; ella (Doña Bárbara), también terrateniente, dueña de la hacienda “El miedo”, “una mujer terrible, capitana de una pandilla de bandoleros, encargados de asesinar a mansalva a cuantos intenten oponerse a sus designios”, describe Gallegos en el primer capítulo de la novela.

¡De más allá del Cunaviche, de más allá del Cinaruco, de más allá del Meta! De más lejos que más nunca –decían los llaneros del Arauca, para quienes, sin embargo, todo está siempre: ‘ahí mismito, detrás de aquella mata’. De allá vino la trágica guaricha. Fruto engendrado por la violencia del blanco aventurero en la sombría sensualidad de la india, su origen se perdía en el dramático misterio de las tierras vírgenes.

A través de «la deboradora de hombres» se muestra a una Venezuela cruel, insensible, corrupta y déspota; sin embargo, las líneas del escrito demuestran que también existe una raza «buena» que «ama, sufre y espera» para luchar contra la represión. Gallegos pretende incidir en la realidad criolla rural, salvaje e insensata del siglo XIX mediante un proyecto civilizador que busca concienciar al bárbaro, con el fin de finalizar con el caudillismo.

Y de alguna manera, la lucha entre la civilización y la barbarie continúa. Todavía quedan vestigios de una sociedad marcada por la opresión y en la que «barbarita» tiene el control de todo lo que desea. Por ahora, solo puede decirse «Feliz cumpleaños, Doña Bárbara».

¡Llanura venezolana! ¡Propicia para el esfuerzo como lo fuera para la hazaña, tierra de horizontes abiertos donde una raza buena ama, sufre y espera!

* Las citas son de fragmentos de la novela.

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