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Dos clásicos memorables de Hitchcock con el subestimado Farley Granger

   La reciente desaparición de Farley Granger a los 85 años da pie para comentar dos interesantes películas que el actor interpretó en su mejor época y que llamaron la atención por ser obras emblemáticas del ‘mago del suspenso’  Alfred Hitchcock, que –aunque poco conocidas– fueron incluidas por los críticos en la corta lista de sus obras maestras.


Una técnica revolucionaria

  Sin duda la más llamativa de las cintas de Granger es uno de los clásicos menos apreciados de Hitchcock, que quiso realizar en “La soga” (Rope) un experimento revolucionario de técnica fílmica: narrar una historia en tiempo real y sin cortes de cámara o edición, como si se filmara una obra teatral de 90 minutos sin parar la cámara (la cual, obviamente, tenía que ser recargada subrepticiamente con un rollo fresco cada 10 minutos.) Fue un notable logro de técnica, pero tan difícil en su ejecución que a nadie se le ocurrió intentarlo de nuevo, dada las amplias posibilidades del montaje, que permite filmar una obra en segmentos manejables y planos distintos.


Farley Granger con James Stwart en La soga

  Además de esta novedad, utilizada por Hitchcock para añadir suspenso a la trama, la película de 1948 fue apreciada también por basarse en un hecho real que causó conmoción en EEUU los años 20, cuando dos estudiantes homosexuales asesinaron a un amigo tratando de cometer el crimen perfecto y experimentar la sensación de quitarle la vida a un ser humano. Este notable ‘thriller psicológico’, que fue la primera cinta en technicolor de Hitchcock, se basó en una obra teatral de Patrick Hamilton estrenada un lustro después del sonado caso de Leopold y Loeb, los jóvenes asesinos que fueron defendidos en el juicio por el célebre Clarence Darrow. “La soga” también fustigó en su época a la pretendida superioridad de una raza sobre otra, esgrimida luego por los nazis para el holocausto judío, además de ser una velada crítica a las dictaduras mesiánicas.


Granger, nuevamente asesino

  Aunque la excelente actuación de Farley Granger fue en “La soga” fue opacada por la presencia de una superestrella como James Stewart (en el papel del profesor que descubre el asesinato), no hay duda que el joven actor hizo un buen trabajo como uno de los nerviosos asesinos, algo que le trajo mejores trabajos en el futuro inmediato. Prueba de su talento actoral es que el mismo Hitchcock lo volvió a contratar tres años después en otra de sus más logradas cintas de suspenso en blanco y negro, titulado “Extraños en un tren”. En la trama, Granger acepta un ‘pacto siniestro’ con un un psicótico, que consiste en un ingenioso intercambio de asesinatos, con cada uno matando a la esperada víctima del otro para eliminar el motivo en cualquier investigación futura. La idea viene de una novela negra de Patricia Highsmith (la misma de “El talentoso Sr. Ripley)”, pero fue adaptada al cine por Raymond Chandler, ya que Hitchcock quería suavizar el destino de uno de los asesinos, a tono con la moda hollywoodense de tener un protagonista bueno y uno malo en la trama. Granger fue el bueno esta vez, con el talentoso Robert Walker como el maquinador villano que quería que su displicente socio eliminara a su padre.



Faeley-Granger y su socio Robert Walker en Extraños en un tren


Farley Granger, un galán bisexual y subestimado

Este apuesto actor, que se perfilaba como uno de los galanes más apreciados de Hollywood en los años 40 y 50, tuvo mala suerte en su larga carrera en cine y televisión, donde se distinguió apenas por su participación en dos cintas de suspenso de Hitchcock y un drama romántico de Visconti. Granger empezó a actuar durante la guerra mundial como un joven ruso en una cinta antinazi, “Estrella del norte”, para luego actuar en varias películas pasables (como Hans Chrisitan Andersen) hasta que Hitchcock lo escogió en 1948 para el rol de uno de los asesinos en “La soga”, y tres años después en un papel similar en “Extraños en un tren”. Su actuación en esos  filmes llamó la atención de Luchino Visconti, quien buscaba un galán para encarnar a un oficial austríaco en su película “Senso” (1954), al lado de la actriz Alida Valli, una cinta a todo color que causó sensación por su atrevido tema.

   Sin embargo, el carácter introvertido de Granger y su controversial tendencia bisexual no le ayudaron mucho en su carrera y terminó haciendo papeles secundarios en obras teatrales, telenovelas y series dramáticas, o en películas de bajo presupuesto (algunas de factura italiana), hasta que se retiró en 2002 a los 76 años. Su vida privada fue muy turbulenta ya que su bisexualidad se manifestó muy temprano, alternando con amantes como Ava Gardner, Janice Rule y Shelley Winters, y –del lado masculino— el actor Jean Marais, el conductor Leonard Bernstein y el escritor Arthur Laurents, quien lo introdujo a Hitchcock cuando preparaba el guión de “La soga”. Granger nunca se casó y  fue la pareja del productor de tv Robert Calhound.

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