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Eduardo Sánchez Rugeles, el éxito detrás del lenguaje caraqueño en la literatura

Por Simón A. Do Couto

@elportuguej

Convencido, desde niño, de que quería ser escritor al crecer, y con Eduardo Liendo como inspiración, Eduardo Sánchez Rugeles comenzó sus andanzas en el mundo literario cuando decidió estudiar Letras en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), licenciatura que culminó en 2003. Pero el interés por los caminos del conocimiento no quedó ahí y tampoco estaba cerca de hacerlo. Dos años más tarde concluyó la licenciatura en Filosofía en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Ambos lugares fueron “espacios de formación y reflexión importantes”, según comenta.

A pesar de haber culminado el par de licenciaturas en carreras netamente humanistas, Sánchez Rugeles no estaba satisfecho y, en 2007, tomó la decisión de emigrar para ir en busca de más. Cambió Caracas por Madrid: capital por capital. Pero no cambió sus ganas de conocer, cada vez más, lo que esconde el universo de las letras. Así,  realizó una maestría, finalizada en 2009, en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Un año más tarde, culminó otra maestría, esta vez en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), en un apartado que ayudaría a pulir los detalles que faltaban para empezar a escribir: Estudios Literarios.

“Mi carrera literaria (…) comenzó hace unos seis años. Han aparecido varias publicaciones en un corto plazo”, dice este escritor venezolano, a la hora de explicar sus inicios en la literatura.

Entre sus publicaciones están Blue Label/Etiqueta Azul, Liubliana, Jezabel, Transilvania, Unplugged, Julián y Los Desterrados. En ellas, narra diversas historias con una característica bastante peculiar: un lenguaje caraqueño. Sus críticos no auguraban nada bueno para él al utilizar esta herramienta en sus publicaciones, pero el éxito no tardó en llegar para el escritor radicado en Madrid. “Me gusta mucho el acento caraqueño, sus inflexiones, sus localismos, su sprint. Me gusta más el oriental, velosísimo, poco modulado. Siempre que pueda trabajar con esos dialectos, lo haré sin conflicto. Nada que decir a los censores”, afirma.

Eduardo Sánchez Rugeles, escritor venezolano
Foto: Nelson Castro / El Nacional

—En su momento, le dijeron que con un lenguaje caraqueño sus obras no trascenderían, pero ha obtenido diversos reconocimientos y premios. ¿Qué le dice hoy a las personas que le dijeron que no podría?

—El “no” siempre ha sido un valiosísimo motor creativo. Hasta el día de hoy, en muchos de mis proyectos, lo primero que me dicen es “no”, “eso no se puede hacer”, “eso es imposible”, “eso está condenado al fracaso”; disfruto mucho apostar en contra, refutar esas negativas. Siempre he vivido así y me ha ido como me ha ido, en lo bueno y en lo malo.

Una etiqueta tan azulada como laureada

Con la novela Blue Label/Etiqueta Azul fue finalista del Premio de la Crítica de Venezuela en 2010, galardón que en ese momento obtuvo Victoria de Stefano. “La sola impresión de aparecer en un cuadro de honor al lado de ella (una de las voces narrativas más solventes de este país, a mi juicio), fue un reconocimiento suficiente. Un honor estar a su sombra”, rememora Sánchez Rugeles.

Pero hubo una distinción que sí logró obtener con esta misma novela: el Premio Iberoamericano de Novela Arturo Uslar Pietri. “Lo que pasó con Blue Label fue una sorpresa. No me esperaba su recepción. Comencé a redactar esa novela sin grandes pretensiones, como un recordatorio melancólico de mis años como profesor de bachillerato”, dice sorprendido.

Dos años más tarde, en 2012, el escritor volvió a estar entre los nominados al Premio de la Crítica de Venezuela, pero en esta oportunidad, consiguió los máximos honores con su novela titulada Liubliana.

—¿Fue un reto que se planteó usted, como escritor, a modo de superación, o simplemente se dio la situación?

—No creo que se escriba narrativa en función de los premios. Quiero decir: los reconocimientos son importantes porque representan un incentivo, algo de prestigio, un apunte en el currículo (algunos procuran, además, un beneficio en metálico en una profesión que adolece de salarios), pero una novela que se escriba con la motivación exclusiva de obtener tal o cual premio, me imagino que debe ser mala.

Sánchez Rugeles también asegura que el escritor puede pensar en los concursos luego de la brega, una vez se tiene el manuscrito totalmente cerrado y el importante factor de la autocrítica sugiere que la obra podría llegar a ser competitiva en este tipo de certámenes. “Pero antes de eso, en el día a día del oficio, lo que toca es trabajar concienzudamente y dejarse la piel –y a veces los nervios– en el texto”, enfatiza a modo de crítica.

Entre las obras que ha escrito, no tiene una favorita. Pero comenta que, quizás, Liubliana fue la más ambiciosa en su momento. “No lo sé, supongo que la última, recién terminada, pero espero que la que venga después sea mejor que esta. Cada una apareció en un contexto particular. Aprecio mucho Jezabel y Julián porque fueron relatos experimentales, breves, me permitieron jugar con voces, estructuras”, desglosa.

También deja claro cuál es su constante interés a la hora de dedicarse a la escritura de nuevas obras y de nuevos textos. ”Me interesa hacer cosas diferentes, a pesar de que ciertos temas, asuntos, obsesiones y motivos aparezcan en el conjunto de la obra. El proceso es sencillo”, asevera el escritor.

Eduardo Sánchez Rugeles, escritor venezolano
Foto: sanchezrugeles.com

Liubliana, para quienes lo desconocen, es la capital de Eslovenia. Pero, ¿por qué un autor venezolano habría de tomar el nombre de esta ciudad para darle título a una de sus obras? Pues el licenciado en Letras y Filosofía explica que no tiene una relación particular con esta ciudad, simplemente le llamó la atención el sonido que se genera al pronunciarla. “Me gusta mucho la palabra, su sonoridad, su rareza. En esloveno original resulta impronunciable para los hablantes hispanos, ‘Ljubljana’. La elegí porque me pareció exótica y sonorosa”, agrega.

—Liubliana tiene recorridos por la Caracas de los 80 y 90, esa que usted vivió.  Además, su protagonista, Gabriel Guerrero, emigra a Madrid, así como usted. ¿Escribe sus historias con base en anécdotas o hechos que ha vivido en el pasado o son fruto de mera imaginación?

—La imaginación es el punto de partida. La invención es la que sostiene las historias, pero sí, inevitablemente, siempre envenenas el relato con algunos componentes de tu biografía: historias que escuchaste, personas que conoces, anécdotas de juventud. La vida cotidiana te da la materia prima, pero luego toca moldearla, seleccionar lo útil y hacer el trabajo de escritura.

Destierro ¿voluntario?

Hace cuatro años, Sánchez Rugeles utilizó la expresión “destierro voluntario”, en una entrevista, para referirse a la decisión que había tomado en 2007, cuando escogió Madrid como la opción para continuar sus estudios. “El lenguaje es tramposo. El uso de palabras como ‘destierro’, ‘exilio’, ‘diáspora’, aplicadas al contexto venezolano actual, da lugar a debates bizantinos que, desde hace tiempo, procuro esquivar. El totalitarismo criollo es sumamente original, por lo que las categorías tradicionales para describir los fenómenos migratorios resultan insuficientes”, aclara.

Asimismo, continúa defendiendo su idea y afirma que, en este mismo contexto, la voluntad es un argumento de peso. “Todavía nos queda eso, por fortuna. Aunque muchas personas se sientan, día tras día, humilladas, ofendidas, desesperanzadas, desmoralizadas, agredidas, vejadas y arruinadas por un régimen político espurio, todavía pueden, a pesar de las dificultades, elegir probar suerte en otro lugar o quedarse a padecer o luchar”, añade el escritor.

En cuanto a la toma de decisiones, respeta las que cada quien considere tomar; y concluye: “Es un tema complejo. No se puede generalizar. Los casos son diversos, las motivaciones plurales. Es algo que, como sociedad, nos está pasando y que, quizás, algún día sabremos describir de una manera más certera”.

El autor de Jezabel, entre otras novelas, parece tener claro qué es lo que dará a sus lectores de cara a los próximos años: “Novelas, guiones de cine y un par de cosas en teatro. En esas ando”.

Antes de despedirse, ofrece algunas recomendaciones para aquellas personas que quieren tomarse en serio el hecho de ser escritor en la Venezuela de hoy. “Invitaría a leer, en principio. Leer sin prejuicios; a fomentar la autocrítica, la disciplina, la conciencia de oficio. Hay que tener paciencia, persistencia, algo de locura y algo de necedad“, puntualiza el escritor, quien este 2017 cumplirá 40 años de edad. Habrá historias con el sello de Eduardo Sánchez Rugeles para rato, para un muy buen rato, de cara a las épocas venideras, mismas historias que irán, como diría la banda de rock Malanga, “de Caracas a Madrid”.

*Este es uno de los mejores trabajos de la cátedra de Narrativas periodísticas híbridas, de la concentración Periodismo, que cursan los estudiantes de la carrera de Comunicación Social, en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

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