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El bosque II y lo que crece: Jacobo Borges expone en Bogotá

A partir de hoy, el Museo de Arte de Bogotá, expondrá El bosque II y lo que crece, del pintor venezolano Jacobo Borges. La exhibición que se extenderá hasta el 14 de marzo, consta de cuarenta piezas originales a través de las cuales el artista redescubre el negro mezclando todos sus matices y materiales entre el petróleo, el esmalte, los acrílicos y los óleos hasta llegar a las venas de las hojas cerradas y plasmar así una visión más cercana de ese bosque cuya búsqueda se inició hace diez años, cuando expuso por primera vez El Bosque I en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.

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Nacido en Caracas, Venezuela hace setenta y nueve años, Jacobo Borges ha desarrollado su carrera como pintor, dibujante, cineasta y escenógrafo, basado en la premisa de que la imagen no es más que una ilusión, la cual intenta decodificar para crear una riqueza expresiva. “Entre el papel y el lápiz existe un espacio, siempre empezamos negando el lienzo para terminar aboliendo el pincel, y sólo al consagrarse ese proceso nace la pintura”.

Su obra, enmarcada dentro de las corrientes neofigurativas, denuncia con espíritu satírico las problemáticas y contradicciones de la sociedad contemporánea. En la actualidad, el artista vive entre su natal Caracas y la ciudad de Nueva York. Este nuevo proyecto expositivo del maestro Jacobo Borges se gestó en Caracas hace 8 meses con la visita de la Directora Gloria Zea a la Galería Freites, representante del artista.

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Borges anota sobre su exposición: “Hace alrededor de diez años hice la primera exposición de El Bosque I en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Esta fue como una despedida del bosque donde vivíamos. En aquel momento escribí recordando el origen del bosque. Y todo comenzó cuando yo me detuve en un pueblo en México hace treinta años… “Un día, tan lejos en el tiempo, yo, parado, de pie, vertical… hacía calor, venía de Oaxaca…” No pensaba que la impresión de ese momento me perseguiría tanto tiempo… Me detuve un momento en mi viaje hacia Mitla, miraba. Miraba ese ser que tenía 2000 años creciendo, su piel era como elefante, hecha por capas, una sobre otra, diferentes cada una pero unidas por el ser primero, INMENSO. Estaba solo allí, sin una pregunta, frente al ARBOL del TULE. Desde ese momento la monumentalidad se convirtió en una obsesión nunca resuelta… “Uno o dos años después, en Ciudad de México, empecé a pintar el árbol del Tule, lo más grande que se podía hacer, pero no era suficiente. Le agregaba otras telas, crecía, pero mi tiempo se había acabado. Dejé en un depósito todo ese ensamblaje, para regresar luego.

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Así pase varios años llevando en mi memoria y en el equipaje un árbol que era imaginario. Eso se repitió “en Berlín, junto a ramas y hojas. Otra vez todo fue a un depósito, y así por varios años sembré secretamente mi Árbol del Tule en depósitos de distintas ciudades. Hasta que Diana y la vida me llevaron a hacer un bosque real” en una montaña de San Diego de los Altos, donde “sembré bambú, mi pasión, Jabillos, Ficus, Cedros, Bucares, mangos, Philodendros.

Cuando todavía no había aparecido el bosque imaginado, mirando el bosque real, mi amigo, el poeta Santos López, me dijo: ‘te hace falta un árbol sagrado: ¡una Ceiba!’ en verdad no estaba completo “ése será mi Árbol del Tule’. Pero una idea me inquietó: la Ceiba es un árbol que crece muy lento y vive mucho tiempo, lo veré…? Sin embargo lo sembré y soñé con esa acción lanzada al futuro, como mi vida y mi trabajo de idas y regresos, siempre inacabada, creciendo alrededor de un centro que sólo es una pregunta no hecha, donde los encuentros son la brújula y hay puertas por todos lados. Luego, como siempre, pensé en Catia de mi infancia, de agua, de lagunas pobladas por la lluvia y de bosques espinosos. También en esta Ceiba, que ya comienza a ser un árbol. Estoy seguro de que la veré tocando el cielo, como también veré ese imaginario Árbol del Tule.” En esa despedida del Bosque escribí “hoy les entrego a ustedes un instante, algo del Bosque, no el futuro.” Ese ‘hoy’ fue ayer, hace diez años empezábamos una nueva aventura con mi hija Ximena, que también crecía, que me llevaba por un camino no pensado pero tal vez escrito, y yo no pude escapar…

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Después de la despedida tuve un encuentro con un pequeño Bosque dentro de la ciudad, así lo vi yo. Justo cuando regresaron las obras de El Bosque de una exposición en Alemania! Llegaron al garaje, ahí estuvieron encerradas, se repetía la historia, pero ahora no era el Árbol de Tule imaginario… era mi imaginación encerrada en ese depósito. Todo esto debía tener un sentido o mas bien una relación. Venia de una experiencia “historias unidas por el color y su encuentro con la máquina de pensar, el bosque, las flores, las hojas, los frutos.

Cuando abrí la puerta del garaje saltó el Bosque imaginado y se encontró con el pequeño bosque y esta es la verdadera historia de cómo un observador de hojas y bulbos volvió al BOSQUE y encontró las relaciones y se sintió más libre puesto que el Bosque que tenía enfrente era pequeño, del tamaño de un jardín. Extrañamente, las obras que salieron de allí eran más monumentales que las que hice en el primer Bosque, cuando estaba sumergido en bosque real”.

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