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El fotógrafo que retrata la diversidad del mundo desde su bicicleta

“Fotógrafo, ciclista y aventurero”. Así se autodefine Sergio Arrola, un madrileño que tienen la tremenda bendición de haber conseguido la mezcla perfecta entre su profesión, fotógrafo, y su pasión, la bicicleta.

Todo empezó en 2013 cuando, cansado de su vida cotidiana, compró un billete de ida a Nueva York y una bicicleta. Dos bienes aparentemente sin ninguna relación. Dos medios de transporte aleatorios —avión y bicicleta— que marcarían el comienzo de la mayor aventura de su vida.

Empaquetó sus cámaras analógicas, miró Google Maps un par de días y se lanzó a recorrer en bicicleta la Ruta 50, mejor conocida como la “carretera más solitaria de Estados Unidos”.

5.000 kilómetros entre Nueva York y Los Ángeles durante cuatro meses, con dos objetivos: pedalear y fotografiar las vidas de todos aquellos que se iba encontrando en su camino.

Ya han pasado 3 años desde esa aventura y Sergio de Arrola no ha dejado de viajar desde entonces, siempre acompañado por su bicicleta y sus cámaras.

“Viajar en bicicleta es bastante sencillo. Es mucho más complicado sacar adelante la logística y la burocracia de un día normal en tu ciudad. O levantarte temprano para ir a trabajar. Eso es más difícil que subirme a una bici y solo pensar en comer, dormir, fumar algo y hacer fotos”, explica el fotógrafo.

Sergio aprovecha la carretera para ir encontrándose con gente a la que retratar. Cuando observa algo curioso a un lado del camino, para la bici, se acerca y pregunta alguna dirección o algo sencillo con lo que entablar conversación.

“De la primera pregunta surge una segunda, y esta suele ser: ‘¿qué haces con la bici aquí?”, cuenta. Así suele empezar una conversación que, a veces, acaba con fotografías.

“Muchos artistas se consideran emisarios, una especie de paloma mensajera que ha lanzado Dios y que si no lanzan su mensaje, el mundo va a implosionar. Yo me considero un poco más humilde, no creo que mi mensaje sea básico para el entendimiento de la vida sino que parte de una satisfacción personal absoluta. Mi motivación personal es, como digo yo, ponérmela dura. A mí un buen retrato, nítido, en el que se lea a la persona, con una buena iluminación, una buena exposición y una buena técnica, me la pone dura”, remarca Sergio.

La mayoría de sus fotografías de EEUU y África son retratos de personas y paisajes. Gente que parece bastante cómoda delante de su objetivo. ¿Cómo lo consigue?

“Una de las cosas que hago para obtener esa naturalidad y espontaneidad es ser rápido”, explica. “Soy una persona a la que no le gusta molestar. Y cuando me enfrento a personas para hacer un retrato me pasa un poco lo mismo. No me gusta que la otra persona se sienta incómoda, no me gusta hacer de eso un circo, que el tío se sienta como un mono, como un imbécil. Incluso he llegado a desapegarme de una foto por buena que fuera si tengo un mal recuerdo o hubo una mala relación con la persona”.

En cuanto a la técnica, Sergio dispara solo en analógico desde 2011. “Para lo que hago y mi personalidad es más favorable el analógico”. El fotógrafo reconoce que le agobia el digital porque eso le empuja a querer dispararlo todo y a ser perfecto. “Con unas buenas comillas, claro. Perfecto es alinear líneas, una visión de la fotografía más geométrica, más fotográfica… y a mí eso no me interesa”.

A Sergio le interesa una fotografía más cinematográfica, casi como si fuera un frame de una película. Movimiento y detalles ocultos que intenta plasmar en cada una de las imágenes de su proyecto documental.

Primero fue Estados Unidos, luego África, de donde salió otro diario fotográfico recién publicado, y Holanda, cuyo álbum está en camino. Territorios muy diferentes en apariencia, pero también cargados de similitudes.

“Si lo miramos desde una perspectiva más visual, más superficial, por supuesto que África es completamente diferente a EEUU. Pero al final todos los seres humanos estamos en lo mismo. En esquivar la muerte, ser felices e intentar hacer cosas que perpetúen la historia. Ya sea un hijo, un árbol o un libro, que es lo que suele decirse. Con eso quiero decir que no es tan diferente la vida de Frederik de la de Hank. Los dos quieren estar tranquilos en su casa, vivir en paz, tener para comer y tener una vida feliz y positiva con sus vecinos y familiares”.

Sergio reconoce que sus dos grandes viajes hasta la fecha fueron inolvidables. Reconoce, también, que África “no lo volvería a hacer y Estados Unidos sí”. ¿Por qué? “Soy un fanático de la cultura estadounidense. Hay mucho crítico de la cultura americana, pero a mí me gusta mucho la pasión que le ponen a todo. Además, desde Bowling for Columbine, Europa se ha hecho más americana y Estados Unidos más europeo. Ellos son menos paletos, más cultos, están más en el mundo y tienen menos miedo. Y creo que en Europa ha pasado al revés. La globalización le ha venido peor”.

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