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El Führer está loco

Esta fue la conclusión a la que llegó el general alemán Dietrich von Choltitz la última vez que se reunió con Hitler en el año 1943, según narran Dominique Lapierre y Larry Collins en su famoso libro ¿Arde, París?, basado en las memorias del general, de las que tomaron ese nombre.

Poco después de esta reunión, Von Choltitz fue designado gobernador de París, la máxima autoridad de la Francia ocupada. Las tropas aliadas estaban acercándose cada vez más a la Ciudad Luz, la resistencia francesa arreciaba sus ataques contra los debilitados alemanes y de Alemania llegaban órdenes de no dejar piedra sobre piedra si se acercaban más los ejércitos enemigos, que venían arrolladores desde Normandía.

Von Choltitz, sin embargo, se negó a obedecer las órdenes de Hitler de destruir París y se las ingenió para distraer a sus lugartenientes que estaban prestos para detonar las bombas colocadas en los puentes y hacer llover otras tantas sobre la ciudad. «La Historia no me lo perdonaría», dijo.

Es así: ante las órdenes de un loco, no puede alegarse obediencia debida. Gracias a la conciencia de Von Choltitz no murieron millones de personas y se salvó una de las ciudades más bellas del mundo para la Humanidad, para la civilización y para el futuro.

La obediencia debida fue el alegato que usaron muchos oficiales alemanes en los juicios que enfrentaron al terminar la guerra, alegato que fue rechazado contundentemente por los jueces y que estableció jurisprudencia en todo el mundo.

Von Choltitz fue juzgado en Nuremberg y sentenciado a una corta pena, después de la cual gozó de plena libertad hasta su muerte en 1966. Muchos de sus compañeros -que aun sabiendo como Von Choltitz que Hitler estaba loco y aún así lo obedecieron- murieron en la horca o fusilados. Y es que la justicia siempre llega. Más temprano o más tarde, pero llega, como les llegó a aquellos oficiales, ministros y adláteres de Hitler, como les ha llegado a tantos otros cómplices de crímenes y desmanes, abusos y atropellos.

Los turistas que pasean en los «bateaux mouches» del río Sena escuchan a los guías turísticos decir «y esto que estamos viendo no estuviera aquí si no hubiera sido por Von Choltitz»&

Y es que la Historia castiga a los malhechores, pero también premia a los justos.

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