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El Museo Soto un espacio para guardar la luz y el movimiento

EL Museo de Arte Moderno “Jesús Soto” puede considerarse como el ejemplo irreversible de la constancia, los sueños y las ideas, adquiriendo la carne y la poesía necesaria para convertirse en realidad y dándole así una oportunidad a la capacidad creadora del ser humano por encima de todo ese tráfico de sombras y pequeñeces cotidianas. La idea de crear un centro para la investigación artística en el plano de lo estructural, lo cinético y lo geométrico tuvo sus adeptos y detractores de rigor. Para muchos el museo era sólo un anhelo narcisista de un pintor surgido en la provincia que había tenido suerte en el exterior; para otros era un capricho de la adequidad petrolera imperante.

No obstante, para los menos inmediatistas era una metáfora a futuro sobre el devenir plástico del constructivismo geométrico y el cinetismo. Veinte años tardó esta empresa artística para dejar de ser sólo una endeble idea. Veinte años sobreponiéndose a la burocracia y a los desplantes presupuestarios de turno para volverse una poética del arte contemporáneo, enclavada en una zona remota, bastante lejos del movimiento estético de Caracas.

El Museo Soto, como se le conoce hoy día, es, desde el punto de vista conceptual, un museo modernista por excelencia, con la sombra de Le Corbusier proyectándose en sus soluciones arquitectónicas. Su proyectista y arquitecto, Carlos Raúl Villanueva, ya había realizado su recorrido respectivo como arquitecto por lo clásico y lo funcional, fusionado con lo estético o como lo explica el también arquitecto y crítico William Niño Araque: “La arquitectura del Museo Soto es la antítesis más evidente de la variación evolutiva y culminación de la trayectoria de Villanueva con relación al tema y al uso de la tipología del museo; desde la época historicista,
cuando hizo el edificio clasicista en lo que hoy es la Galería de Arte Nacional; de toda esa etapa de transición, a veces racionalista y, finalmente de la etapa en la que hizo arquitectura corbusiana, brutalista, en la experiencia de síntesis de las artes en la Ciudad Universitaria, y el Museo de Bellas Artes de Caracas”.

El Museo Soto no es en verdad un museo en el sentido claustrofóbico de cómo se concibe el museo tradicional. Es más bien un edificio abierto en el cual pasillos exteriores interconectan con los jardines y con las salas donde se exponen las obras. El espectador, o visitante, se siente a veces fuera del museo, fuera de esa concepción de la sala cerrada. Villanueva quería más que un museo un centro cultural o como él mismo lo explica: “…no quise limitarme sólo a las salas de exposición sino que, partiendo de una visión más amplia, más generosa y optimista, me esforcé por prever un centro cultural que incorporara un auditorio, una librería, una biblioteca…” De igual manera Villanueva le dio importancia a los espacios externos e internos, de allí que él especifique: “Era preciso que la fuerza de la atención no se dispersara, reducir a lo esencial la espacialidad interior, eliminar los efectos laberínticos…en fin, valorizar la obra, el arte y la creación a partir de los espacios”. Y en esencia Villanueva logró su objetivo. Pasear por el museo es entrar en contacto con el arte desde otra perspectiva menos ceñuda y con aires de gravedad.

Desde lo estético, el Museo Soto reúne lo más granado del arte cinético, geométrico y constructivista contemporáneo. Creadores dispares y cuya evolución plástica a la postre resultó en algunos casos diametralmente opuestas a estas obras iniciales que tienen como eje fundamental la estructura, lo geométrico, el color, el movimiento y por supuesto la luz como malabarismo óptico. Entre los artistas representados en la colección del Museo Soto tenemos a Jean Tinguely, Christo, Arman, Josef Albers, Piet Mondrian, Calder, Lucio Fontana, Malevich, Gontcharova, por nombrar sólo algunos. Entre los Venezolanos tenemos a Otero, Mario Abreu, Lya Bermúdez, Carlos Cruz Diez, Rolando Peña, Pascual Navarro, Francisco Narváez, Mercedes Pardo, Colette Delozanne, Juvenal Ravelo y muchos otros también de gran envergadura estética.

La colección artística del Museo Soto es importante por muchas razones, pero es vital porque ella congrega arte, técnica, matemática, poesía e intuición en una combinación evolutiva de enorme fuerza creativa. A veces muchas obras no parecen tan audaces, pero sólo necesitamos ver la fecha y constatar que eran obras irreverentes y vanguardistas para su época. Por otra parte son obras que de alguna manera son puentes indispensables para comprender el arte en la actualidad. Visitar el museo Soto para los pintores es una asignatura obligada, para los legos y el público en general visitarlo será una experiencia con ese sentido poético que el arte ofrece, será un encuentro con un arte que presagiaba el futuro y que hizo de la vanguardia rebelde una manera certera de convertir el museo, anquilosado, severo y silencioso, en un espacio abierto para barajar los sueños y convertir las metáforas de la imaginación en una estética capaz de transformar al espectador pasivo en un individuo en comunión indisoluble con la obra de arte.

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