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El río como meditación estética

(%=Image(1091703,»R»)%)Los aventureros y cronistas españoles al escribir sobre el río Orinoco lo denominaban como el mar dulce, al punto tal que creyeron encontrar por estas selvas nuestras el famoso paraíso bíblico.

En la actualidad para la gente de Ciudad Bolívar y Ciudad Guayana el Orinoco más que una presencia turística que circula al margen de la estructura urbana es una magia que fluye por el interior de sus habitantes. Su influencia y su mitología parecen inundarlo todo, literal y metafóricamente.

El Orinoco que vieron los españoles ya no es el mismo hoy, no obstante su embrujo y magnetismo sigue intacto. No caer presa de sus encantamientos es casi imposible.

(%=Image(2622726,»L»)%)El escultor y pintor Ramón Morales Rossi no ha escapado tampoco de esa influencia y con su trabajo estético sólo busca traducir los pormenores de semejante hechizo. El rió para él no es un pretexto bucólico ambientalista, muy en boga estos días, ni siquiera es un motivo acartonado de guía turística que lo inspira, es para ser exactos el eje fundamental de un trabajo abierto que combina la escultura, la intervención urbana, el perfomance, la instalación y la pintura.

Los resortes para crear una obra de arte determinada responden en cada artista a motivaciones desiguales y muy particulares, pero tienen como característica común el deseo de trasmitir una visión renovado de los objetos, de algún paisaje, de la figura humana o de los vaivenes trágicos y placenteros de la vida. Morales Rossi secciona el río, lo secciona en pedazos y lo trae a la sala del museo, lo hace fluir en la calle y ofrece así una perspectiva distinta. No se conforma el artista con trasportar piedras, arena, vegetación, sino que los fusiona en su trabajo pictórico y escultórico de una manera armónica. Dicha fusión tiene muchas lecturas, pero en lo particular posee una clara resonancia mística, una clara introspección donde el río se medita, se piensa hasta convertirlo en una vibración que permite cierta relevación.

Su exposición «El río siempre» aglutina una serie de trabajos que permiten al espectador situarse a las riberas del Orinoco, o más exactamente a las riberas metafóricas del río, a sus resonancias místicas y a su presencia entre la poesía y el sueño.

(%=Image(2310086,»R»)%)Como ya lo he escrito Morales Rossi, desarticula el río, lo divide en partes y realiza una lectura desde la interioridad y luego plasmarla en la sala como una escultura, una instalación o una pintura. No hay artilugios efectistas en este trabajo. Todo parece planeado con la rigurosa simetría del caos. Al recorrer la exposición, tanto en la Sala de Arte Sidor como en el Museo de las Artes, el espectador entra en contacto con el río, con fluir sosegado. Esta exposición permite al espectador soñar y sentir el río desde la poética de la creación artística.

En su pintura los colores marrones y oro combinados con la arena del río conforman un cuerpo colorido con textura y aunque son pinturas abstractas a veces se asoma una figura reconocible como un pez o algún jeroglífico dibujado en la arena o en la piedra. Borrones rápidos, círculos, cuadrados. A una serie de estos trabajos pictóricos Rossi les ha dado un nombre: «Baraja del río». Hay un juego de formas de marco aprendido que poseen las barajas españolas. Pero estas cartas del río representan una nomenclatura nueva donde el espectador es un jugador embelesado en descubrir el lenguaje de este juego de formas que trasmiten un depurado equilibrio. La pintura incorpora a su superficie la arena, la piedra y el mecate se combinan con gran versatilidad.

(%=Image(8710172,»L»)%)En las instalaciones combina el cordel, el grueso mecate, la piedra, trozos de árboles. En un espacio de la sala encontramos una tela de araña. Esta trampa tejida a la pared atrapa entre sus redes piedras de distintos tamaños en un equilibrio pasmoso. Otra instalación muestra una larga hilera de chamizas y ramas secas cuyas formas son ya una obra de arte. En otra hay un gran estanque de fina y blanca arena, con dibujos circulares en la superficie. Dicho estanque recuerda a esos jardines budistas de piedra y arena. En un extremo de este estanque surgen pequeños troncos con las puntas quemadas. Del techo cuelgue la otra parte de los troncos también quemados por el fuego.

El trabajo escultórico en madera representa flechas y canoas. La madera es labrada en una sola pieza a la que luego se le incorporan clavos y barras de hierro, piedras, cuerda y arena. En alguna pieza son sólo dos laminas de madera, en forma de hoja, que se unen y dentro piedras de diferentes tamaños y texturas.

Esta obra de Ramón Morales Rossi encierra, en su compleja unidad, un rito místico, una danza ancestral que busca conectar al espectador con la naturaleza y que este se sienta no como un adversario, sino como una pieza fundamental en ese delicado equilibrio.

El trabajo estético de Rossi permite que el espectador no sólo transite por el río, sino que le permite descubrir la belleza oculta en una piedra, en una rama, en la arena. Le permite al espectador caminar sobre las aguas según aquel antiguo poema Piaroa: «¿Oyes?/ Son los hombres de la selva./ Caminan sobre el río/ con pies de piedra./Tienen cuerpos de niño, / y sombras altas como palmas./Sus voces llegan/ al que está solo:/ solo en la selva, / solo sobre la senda, y solo en la choza cuando./ en la noche,/ el sueño hace todo lejano./ Las voces repiten siempre:/ «Nosotros caminamos, tú caminas».

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