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Entre cielo y tierra fotografías de Magüi Trujillo

Como si se tratara de un plano de significados relativos, provisionales; de un testimonio o certidumbre de afirmaciones latentes, Magüi Trujillo se sirve de la imagen;  lo logra liberando la  materia de la mansa servidumbre que la ata a la forma,  para convertirla en sujeto de nuevos  contenidos.

No es cuestión aquí de usurpación de sentido, de montajes u otras manipulaciones fotográficas que generen ambivalencias visuales; La imagen sigue siendo lo que ves, la montaña es  la montaña; el mar, el mar; Sólo que su piel asume un protagonismo que trasciende el escueto perímetro que la encierra,  sin desdecirlo , pero adentrándose en otra dimensión temporal-espacial. Puede entonces ser un vasto mar tallado en piedra ; a veces desgranado en fina arena, desértica visión en la que un barco extravía su rumbo. Puede ser una montaña hecha  de luz, o que la luz avasalla, segmentándola en planos o creando a su antojo volúmenes ilusorios.

Esta materia liberada (materia elocuente,  sensible, dúctil) se mueve a sus anchas Entre cielo y tierra, la nueva muestra de Magüi Trujillo. El conjunto lo integran 4 series de imágenes en torno al tema del paisaje, o más precisamente,  acerca de su corporeidad, su consistencia “palpable”. Pues el verdadero asunto allí es la elocuencia plástica de esos elementos de la naturaleza que despliegan su protagonismo. Lo hacen, si se quiere, de una manera pictórica, pues su fuerza expresiva sugiere la energía del trazo, el acento deliberado y certero; y  esa especie de sospecha de encontrarnos ante un espacio de representación; la superficie, el soporte sobre el cual un artista vierte su ritual de encantamiento, más que ante la transposición de una realidad lumínica en fotografía.

Los linderos que demarcaban celosamente la frontera entre las diferentes especialidades artísticas (pintura/escultura/foto/danza) se han venido desdibujando en las últimas décadas, al punto que, hoy día, esas  especialidades pueden participar como  herramientas que se escogen y utilizan indistintamente en función de un objetivo. Magüi emplea exclusivamente medios fotográficos; el soporte visual  de su obra consiste en esas imágenes captadas en blanco y negro y en color. Pero , una vez  impresas , se sirve de ellas en tanto que elementos compositivos de un conjunto. Esto es patente en su obra sobre el tema del árbol. Allí, en una serie integrada por veinte fotografías, dispuestas horizontalmente en hileras de cuatro, que representan detalles de ramaje, despliega una composición cuya lectura de conjunto sugiere una especie de caligrafía vigorosa o paisaje gestual. De tal forma, la connotación visual individual de las imágenes altera su sentido al ensamblarse;  el todo escapa a la suma de sus partes.

Asistimos en Entre cielo y tierra, a un sorprendente proceso de disección de la imagen que parte de la presentación fotográfica del paisaje para enfatizar y extraer de él su corporeidad, y que luego, ya en posesión de esta noción-herramienta, procede a  su re-presentación plástica, para construir una entidad visual autónoma.

Era de esperarse, y si -como sabemos- en la vida (y en el arte) no siempre las expectativas se cumplen, podría  decirse que, muy felizmente, Entre cielo y tierra el verbo se hizo carne.

                      

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