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Guillermo Villalobos : El gran poeta de Guayana

Guayana región próspera y exuberante de Venezuela, ha sido cuna de una pléyade de libertadores, periodistas y poetas –entre otras muchas profesiones-, que le han prodigado lustre y prestancia a su tierra natal; uno de ellos fue el eximio aeda nativista Héctor Guillermo Villalobos, nacido en Ciudad Bolívar –en la casa donde se celebró el Congreso de Angostura en 1819-, el 20 de julio de 1911; hijo del abnegado educador Guillermo Tell Villalobos y de doña Margot Tovar Guerra. En la misma residencia funcionaba el Colegio Federal de Varones –dirigido por su padre-, donde se graduó de bachiller; marchó a Caracas a proseguir estudios superiores, en la Universidad Central de Venezuela (Derecho) y en el Instituto Pedagógico, egresando como profesor de Castellano y Literatura. Antes de emigrar a la capital había publicado trabajos literarios en el periódico “El Luchador” y en la revista “Oriflama”.

Se desempeñó en el Archivo Nacional hasta 1937 cuando es electo diputado por su estado Bolívar (1937-1940), y se desempeña como director del liceo “Fermín Toro” de Caracas; entre tanto aparecen de su autoría los poemarios “Afluencia” y “Jagüey”, y es designado Presidente del estado Bolívar en 1945. Cuenta el historiador guayanés Américo Fernández, lo siguiente: “El 24 de octubre de 1945, llegó Héctor Guillermo Villalobos para asumir la Presidencia del Estado, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt; apenas se encargó de la misma, inmediatamente nombró al profesor José Manuel Siso Martínez, Secretario General de Gobierno y a la poeta Luz Machado, Secretaria Privada. Antes de cerrar el año 1945, Héctor Guillermo Villalobos decretó la eliminación de los gastos de sostenimiento de la Casa Presidencial, los gastos de automóvil del Presidente y del Secretario General del Estado, rebajó los gastos de representación, fijó en 3 mil bolívares el sueldo del mandatario, creó la Policía Rural Montada y dotó de instrumental quirúrgico a los hospitales. Héctor Guillermo Villalobos fue evidentemente víctima de la pugna interna de su partido Acción Democrática, llegando J. M. Siso Martínez a ponerle un revolver en el pecho para que renunciara como Gobernador, pero el poeta no se acobardó sino que lo desarmó y después el Ministro Valmore Rodríguez lo llamó y le dijo: “Querido Guillermo, te voy a dar un chance para que renuncies” y Héctor Guillermo Villalobos le respondió: “Yo no renuncio porque yo lo estoy haciendo bien. Si usted quiere, quíteme” y lo quitaron. Colocando en su lugar al doctor Fernando Álvarez Manosalva”.

Se distinguió como Director de Educación Secundaria, Superior y Especial, adscrito al Ministerio de Educación, hasta 1950, cuando es destinado al Servicio Exterior, en calidad de agregado en la embajada de Venezuela en España, hasta 1955 cuando renuncia; no obstante consiguió publicar en la Madre Patria su recopilación poética “En soledad y vela” en 1954. Vuelto a la docencia, se encarga de la dirección del liceo “Rafael Rangel” en los andes venezolanos; en 1973 –ya apartado de toda actividad-, patrocinado por la Contraloría General de la Nación, aparece su postrer poemario que tituló “Barbechos y neblinas”, influenciado por el mágico paisaje andino.

Su admiración por la mujer del campo lo inspiró para escribir “Mujer campesina”: “Eduviges, Gumersinda, Críspula o como te llames. Mujer del nombre infeliz que te puso el almanaque. India color de mi tierra que se ha chupado tu sangre. Mujer callada y humilde, concubina, esposa y madre. Mil veces te nombro santa y al comenzar a cantante barro el polvo que tu pisas con la pluma del romance”.

Y en su poema “Mujer de América” desborda su pasión: “Vírgenes de América de la ciudad o de la sierra, de aquí o de allá, lo mismo da, hembras de mi tierra. Nada importa que sean de artificio el rojo de tus labios, falsas tus cejas, falsa tus ojeras, si cuando te muerda una pasión, las lágrimas barnizarán tus ojos y una sonrisa despectiva será como una daga partiendo en dos un corazón, el corazón de tus labios rojos. Nada importa que simulen tu caderas un vaivén de rumba de son o de vals, si en la convexidad de tu maternidad llevas unos hombres que tu ni siquiera presientes, pero que América espera. Serán hombres elásticos, amplios arcos de flecha, densas dagas de acero, serán hombres que lleven como símbolo en las partes más altas de los montes andinos, un cóndor gigantesco, roja las negras garras hundiéndose en el suelo y los ojos azules de tanto mirar cielo”.

Villalobos fue un enamorado de la copla y el romance; en su poesía enmarca la sencillez con el buen gusto y la métrica; su noble admiración por los desposeídos, y los desgraciados, lo convierten en un baluarte del auténtico nativismo. El poeta falleció en Caracas, el 23 de mayo de 1986.

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