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Hacia Heidegger

No cabe duda, como el mismo Heidegger dice: “lo que ante todo “es” es el ser”. No obstante, para que el ser sea, en toda su exacta plenitud, es preciso que el pensar actúe mediante el lenguaje. Y qué es el lenguaje para Heidegger? “El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada.” De donde se colige que el ser humano, en tanto que humanización del ser sólo podría alcanzar su estatus plenamente humano mediante el despliegue consciente de los poderes creadores del lenguaje.

Con respecto a eso que Heidegger llama “el pensar”, el pensador alemán sostiene que “el pensar sólo actúa en la medida que piensa”. De donde se infiere que el mayor o menor grado de facticidad del acto de pensar reside efectivamente en su propio ejercitarse. Dicho con otras palabras: si un pensamiento no piensa el “afuera” sino también su propio pensamiento puede decirse que ese pensamiento es abúlico o está “dormido”.

El tipo de pensar que le interesa a heidegger es aquél que se orienta y dirige hacia lo que él mismo llama “el pensar por el ser para decir la verdad del ser.”

Volviendo a la metáfora del lenguaje como “la casa del ser”, debemos decir que puede advertirse dicha figura tropológica una resonancia schopenhaueriana (Artur Schopenhauer) en la medida en que para Schopenhauer el mundo es para el hombre “el mundo como voluntad y representación”.

Heidegger propone liberar al lenguaje de la dictadura logocrática y gramatológica de la cual ha venido siendo presa el hombre a través de los siglos, desde los albores de Roma hasta nuestro presente. El pensamiento del ser, según Heidegger, debe siempre apuntar a un pensamiento de “l`engagement”, pero de un compromiso del ser con la verdad del ser.

Por otro lado, Heidegger nos invita a liberarnos de la interpretación técnica del pensar y remite los inicios de esa tal interpretación técnica a los pensadores griegos Platón y Aristóteles. Dice Heidegger que el pensar como tekné o procedimiento reflexivo siempre ha estado al servicio del “hacer y fabricar”.   Heidegger pareciera querer decirnos que homo sapiens no ha hecho otra cosa que ponerse al servicio de homo faber y homo fabricans. Es por ello que Heidegger advierte que tomado en sí mismo el pensar no es un procedimiento “práctico” y que se encuentra opuesto a la determinación del “conocer” que es un procedimiento esencialmente teórico.

Es altamente llamativa la disyunción objetual que distingue Heidegger entre “el decir” y “lo escrito”. Sostiene que el poner el pensamiento por escrito el pensar pierde su dinamismo es muy difícil que mantenga su característica pluridimensionalidad significativa.

Acerca del humanismo se pregunta si en verdad desde hace ya bastante tiempo no se desconfía de los “ismos”. Heidegger también inquiere e interroga sobre si el marketing de la doxa no reclama siempre otros “ismos” nuevos. Del mismo modo cuando el pensar originario toca a su fin emergen nombres nuevos como “lógica”, “ética”, “física”. Los griegos en su época de mayor esplendor –dice Heidegger- ni siquiera llamaron “filosofía” al pensar. Y qué entiende Heidegger por el pensar, puro, sin adjetivos? El pensar es el pensar del ser.

Mientras que con respecto del querer nos dice Heidegger que la capacidad del querer está en aquello que “puede llegar a ser”. Es decir, lo que es “posible”. Si ello es así como dice Heidegger, entonces podemos preguntarnos si la Utopía siendo un estado de réplica mental, un topos, o sea un lugar no realizado aún que permanece en la mente del ser humano como “posibilidad” es, -para decirlo con palabras del Maestro, “una potentia” ; es decir, una realidad potencial. O como le gustaría decir a Ludwig Wittgenstein, “si algo puede ser pensado, entonces ese “algo” es también posible”. (Tractatus logicus-philosophicus).

Heidegger se rebela contra la racionalidad tecnocrática o tecnocientificista que paulatinamente ha venido instaurando la filosofía convirtiendo el auténtico pensar originario en una simple “técnica de explicación a partir de las causas supremas”.

El supremacismo de los infinitos “ismos” que se suceden unos tras otros a partir de la Edad moderna (léase siglo XVIII) ha terminado por instaurar una peculiar “dictadura de la opinión pública”. Se entiende por tanto que el sentido común programado por el imperio de la razón dominante, esto es, la hegemonía de la doxa pública impone la “dictadura de la opinión pública” que denuncia Heidegger. Es así cómo tal dictadura “decide qué es comprensible y qué es desechable por incomprensible”.

Heidegger postula una relación simétricamente proporcional entre la proposición de “la verdad del ser” y la reflexión sobre la esencia del lenguaje, que necesariamente debe ser una reflexión sobre la esencia del ser.

¡Peligro!. Heidegger advierte una peligrosa devastación del lenguaje que se extiende y enseñorea por doquier y aclara que tal precarización lingüística se alimenta de la responsabilidad estética y moral de todo  uso del lenguaje. Cuando la esencia del hombre está en inminente peligro el lenguaje emite una serie de señales que dan cuenta de su deterioro. Heidegger es testigo de excepción y privilegiado de una espantosa decadencia del lenguaje que se explicita “bajo el dominio de la metafísica moderna de la subjetividad”.

Heidegger proclama la urgente necesidad de “reconducir nuevamente al hombre a su esencia” y de inmediato se interpela:

“¿Desde dónde se determina la esencia del hombre?” Seguidamente nos dice que Marx exige que desde “la sociedad”. Para Marx el hombre social es el hombre natural. Pero veamos qué dice Marx al respecto: “El punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad «civil»; el del nuevo materialismo, la sociedad humana o la humanidad socializada.” (Tesis sobre Feurbach, tesis 10)

Ahora bien, según Heidegger cómo concibe el Cristiano la humanidad? Pues, ve la humanidad del hombre en la delimitación de éste frente a la deidad desde la óptica de la redención; es decir, el hombre es hombre en tanto que “hijo de Dios”. En pocas palabras, el hombre no es de este mundo y su tránsito por la tierra es pasajero, pues su destino es transmundanal, o sea la eternidad o la vida eterna.

Con el advenimiento de la República Romana el hombre romano se opone al “hombre bárbaro”. Esta dicotomía hace que surja la idea de la “humanitas” en la época de la “eruditio”  y de la “institutio”. Es en Roma donde nos vamos a encontrar con el primer humanismo que es el resultado de los valores éticos de la Grecia tardía y la romanidad. Posteriormente, hacia el siglo XIV y XV Italia es el escenario de lo que Heidegger denomina como la “renascentia romanitatis”.

La visión heideggeriana del humanismo pone en perspectiva la “paideia” griega con la “virtus” romana; luego el humanismo se prolonga y extiende hasta el Renacimiento hasta alcanzar el esplendor dieciochesco de humanismo postulado por Wincklemann, Goethe y Schiller; exceptuando a Horderlin porque el poeta piensa la esencia del hombre y su correspondiente destino de un modo más inicial. ¿más griego, quiere decir Heidegger?

El síntesis, el “humanismo” de Marx no requiere de ningún retorno a la Antigüedad griega ni romana. Tampoco el “humanismo” existencialista de Jean Paul Sartre necesita legitimarse apelando al mundo griego antiguo.

“Por muy diferentes que parezcan estos humanismos, siempre coinciden en el hecho de que la humanidad se determina desde una perspectiva previamente establecida de una interpretación de la naturaleza, la historia, el mundo y el fundamento de mundo en su totalidad.”  Heidegger concluye en que “todo humanismo se basa en una metafísica”.

Desde el primer humanismo (el romano) hasta los “últimos” humanismos postmodernos el hombre es entendido como “animal rationale”. En su Carta sobre el humanismo Heidegger devela la pretensión de toda metafísica de pensar el hombre como “animalitas” y no en función de su “humanitas”.

 

 

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