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Hanna Arendt, una metafísica de la política

Esta alemana de origen judío, es heredera de su tiempo. Nacida en el año de 1904, vivirá el avance del socialismo a la soviética, el fascismo alemán y, por supuesto, la creación del estado israelí. Formada con el idealismo moderno de la intelectualidad europea: Martín Heidegger, Edmund Husserl y Karl Jaspers, la mujer recreará la política desde su visión de cátedra, atizada por la persecución en caliente de los herederos de Moisés. Decíamos idealismo, pues, la filósofa no hace más que regresar en crítica de los filósofos clásicos griegos, para más que superarlos, dar una visión de política, donde conceptos como la natalidad, son el germen para la acción, acción que en ningún momento pone en tela de juicio la sociedad, sus contradicciones sociales, a lo sumo la intelectual asoma un reencuentro desde una diversidad anómica. Al descontextualizar el hecho político, reducirlo sólo como una posibilidad para estar juntos y de ese modo elaborar un mundo más transparente para la verdad, la filósofa piensa que la política es entonces un problema axiológico; donde las categorías del poder y la violencia sólo serian excrecencia de una labor, que no trabajo productivo del conglomerado social.

La historicidad salta a la vista. El discurso político de Arendt no es gratuito, no se olvide que la escritora será en su residencia norteamericana vocera del movimiento anti-comunista, bajo el soplo del anti totalitarismo en Checoslovaquia y de una militante de la causa judía; sin poner en tela de juicio el sionismo como perversión de un pueblo, que se cree el predestinado en función del mito del viejo testamento. Ello explica que su concepción de la historia es la perplejidad, el asombro ante la posibilidad del holocausto, sin que para nada entre en las contradicciones capital-trabajo, que se ponían a flote en los dos conflictos bélicos. Por lo que su crítica al supuesto historicismo de Carlos Marx, no es más que negación simplista a una concepción que se fundamenta en lo más granado del humanismo occidental, subyace en el pensamiento de Marx toda una corriente totalizadora, que no enajenadora del hombre en tanto productor económico, pero que no se reduce al mismo. No obstante la politólogo consecuente con su visión pequeña burguesa del hecho político, no remite a que “teorizar tiene que ver con reencontrar, recuperar y destilar un sentido que se ha evaporado”(Arendt, Hannat: p. 2); es decir, la política para ella es recuperar una originalidad-aunque ella lo niegue, especie de los arcanos metafísicos, para en asepsia tomar el camino de la pureza en el acto político del día a día; mas su contradicción es evidente al señalar en otra párrafo “Soy una especie de fenomenóloga”(Parekh, Bhikhu: p. 60), que demuestra a las claras que su discurso no es más que continuación con variante de la clásica disputa entre idealistas y materialistas, que se escenifico en la Grecia Antigua con Sócrates y Demócrito, en sí, es el mundo de las ideas per se o la acción contradictoria de los hombres, lo que marca su trajín histórico.

Arendt destila más que contradicción, un pensamiento justificar desde su posición de clase. Así tenemos que la realidad en la autora no es un objeto de pensamiento, sino precisamente aquello que la activa. Sentencia que mueve a risa, bien se sabe el planteamiento correcto debe ser la conjugación de un objeto que está fuera de mí, que quiero aprehensar y puedo hacerlo; ni realismo, ni teoría del reflejo, simple articulación del sujeto cognoscente, quien armado de herramientas como el método, la razón y la lógica, debería conocer la cosa en sus relaciones, interrelaciones y dinámica con el entorno y hasta consigo misma. Más posiciones como la de Arendt, con la caída del bloque soviético han tomado auge, no es gratuito que en el campo de la investigación de la historia, en la corriente que se llama Historia al Debate, se hable de la imposibilidad de la cientificidad, para refugiarse en los límites del conocimiento científico, y reducir la historia a suma de diarismo y conexiones en redes, de ese modo se desarticula cualquier posibilidad de aprehensar la totalidad de las contradicciones de cualquier objeto de estudio.

Por último, se hace pertinente relacionar la ideología filosófica y política de Arendt y compañía con la escuela de Frankfurt. Un intelectual de la talla del difunto Erich Fromm, entre sus libros Marx y el Concepto del Hombre, seria pertinente para confrontar dos visiones, que más allá del tiempo transcurrido se cuelan en la llamada postmodernidad, donde los intereses siempre presentes, se hacen concreción en llamados a la antipolìtica, el populismo, el liberalismo, el autoritarismo y el totalitarismo en casos extremos. Colateralmente y no creo estar fuera de lo expuesto, sino como reflexión ante la exposición del coordinador del seminario se debe debatir temas como: ¿Es el existencialismo un humanismo? El suscrito cree que no, para lo cual se impone confrontar el pensamiento de Arendt con el filósofo Adam Schaft: ¿Es el pensamiento de Arendt realmente nuevo, o no es más que recreación metafórica de lo que otras ya han dicho? Pongo el caso de Venezuela, donde los supuestos revolucionaros en el poder venden al finado Ludovico Silva como el plus ultra del conocimiento marxista, con aquello de la plusvalía ideológica, y resulta que toda su obra no es más que recreamiento y síntesis muy bien hecha de pensadores como Erich Fromm y Herbert Marcuse entre otros; se hace pertinente diferenciar la noción de acción de Arendt como mera despertar, natalidad, para un recuentro, donde por arte de magia el hombre toma sendero en la diversidad, y la nación marxista de la acción como categoría fundamental del universo, que en el caso especifico de su dialéctica histórica significa transformar confrontando objetividad y subjetividad, las relaciones económicas de producción.

En sí, Arendt finaliza delatándose a pesar de su anti marxismo, en carta a Karl Jaspers: Sospecho que la filosofía no es totalmente inocente de este lío”(Kohler, L. y S. Saner: p. 160); de segura la escritora entendió la mentira de una Platón, para quien “la verdad no puede ser comprendida más que por una élite, en otras palabras, por los estratos más poderosos de la vieja aristocracia” (Celis, Augusto: p. 91); o bien haber conocido en carne propia como su amante el filosofo Martín Heidegger delataba a su maestro Edmund Husserl y a ella misma, quien debió correr al exilio; sin que el correr del tiempo su enfermizo amor, deseo y esclavitud al maestro, le impidiera confrontarlo no sólo en el acto académico, sino en la denuncia de su comulación con el totalitarismo cierto de Nazismo. La filosofa como hija de su tiempo, tuvo lo que los sicólogos llaman una disonancia cognoscitiva, es decir, amando la libertad, su obsesión la hizo esclava amatoria de su verdugo.

Libertad, Acción y Verdad en Hanna Arendt

Al reducir Arendt la libertad a un mero problema particular, se está en presencia en una inversión de la realidad, cosa que la filósofa agrava al plantear la acción como un principio de libertad y no de necesidad. Más allá de los simplismos de la libertad como mero acto de elección, de su asociación con la responsabilidad, caso griego, se hace pertinente señala siguiendo a Federico Engels: “La libertad consiste en comprender la necesidad” (Anti-Duhring, p. 161). Al seguir descontextualizando sus categorías, la intelectual se niega a comprender la necesidad, principio primero para asir la libertad; planteamiento en ella comprensible, si se considera que su concepto de acción se encierra en una natalidad, especie de alumbramiento, que por reminiscencias milenaristas- de seguro proveniente de su origen judía- cree conseguir la liberación en un esplendor mesiánico, un alumbramiento del ser que llevaría al hombre al reino de la libertad, como a su pueblo israelita a la redención por los siglos de los siglos.

Nos sigue diciendo que es gracia a la acción y a la palabra que el mundo se revela como un espacio habitable, un espacio en que es posible la vida en su sentido no biológico. Si bien consideramos que en un principio fue la acción y no el verbo, en antítesis con la visión judeo-cristiana; la acción en Arendt esconde coartadas sutiles, pues, la acción no es gratuita, un don del ser; es contradicción de actores sociales, donde hasta el lenguaje queda impregnado de mitos e ideologías, que justifican acciones, que no son actos de libertad, sino de enajenación de unos contra otros. Pero su intimismo filosófico es tan arraigado, que acaba por decirnos que la acción se distingue por su constitutiva libertad, por su imperceptibilidad; cuando se sabe que ninguna acción es gratuita en el reino de las contradicciones violentas, que caracteriza nuestras sociedades.

Anclada en sus categorías chispeantes, aborta la posibilidad de asumir una concepción dialéctica del mundo y del entorno histórico; Arendt se nos refugia en una especie Revolución de la Esperanza, cuando plantea que quizás la política tenga como misión elaborar un mundo más transparente para la verdad, como la creación de Dios. Una política sin actores, sin disputas, que en mágica conversión cual Pablo en el desierto, harían el hombre nuevo, confesó en una justicia con verdad. Y aunque el problema axiológico y ético que plantea de que no basta una justicia sin verdad, es acuciante hoy y en todos los tiempos; para alcanzar ese estadio se impone para ello ir quemando etapas de infantilismo en la humanidad, ya como diría Mao Tsentung: El marxismo-leninismo no ha agotado en camino a la verdad, sino que en el curso de la práctica abre sin cesar el camino hacia su conocimiento (Pág. 35). Pensar en la verdad verdadera de las acciones en la política, hace de Arendt más que una filósofa de la política, una ideóloga de la teología política, en aras de La Ciudad de Dios de San Agustín.

¿Quiénes pueden hacer política en Arendt?

La escritora Arendt después de llevarnos a su angustia de perplejidad y su reconciliación con la historia mediante la natalidad, nos da la salida para experimentar el reencuentro de los hombres en el espacio público: Los literatos en escena.

Arendt toma como paradigma al literato Homero, sinónimo para ella de imparcialidad, verdadero constructor del imaginario del pueblo griego, como sería Gabriel García Márquez con su Macondo, para América latina. Pero a quién le canta Homero, tomamos cita de Augusto Celis: “En una obra como la Ilíada, podemos ver como a través de Ulises, Señor de Ítaca, se expresa todo el cuadro de las relaciones de poder. Ulises es un importante subordinado de Agamenón, pero frente a los príncipes de Ítaca, Ulises es el rey. En tanto el Oráculo de Delfos pertenecía familias reales, ya que el lazo de consanguinidad había desaparecido; por lo que todo apunta a vínculos de fuerzas y obligación a seguir al otro por motivos económicos y militar (p. 61: parafraseo). Arendt sin fortaleza para adentrarse en la política como gestión pública, que implica planificar con base en recursos escasos, decidir, excluir e imponer en función de las correlaciones de fuerzas, nos vende entonces la lira y la musa, que con sus encantamientos son los verdaderos hacedores de la política con su justicia y verdad. La coartada de Arendt es evidente.

Si nos acercamos a la era moderna se nota que los literatos jamás han sido neutros en sus producciones, casi siempre sus creaciones no son más que recreamiento para el poder, un ejemplo de ello es el género de la epopeya, la literatura nace como un canto al poder y la Ilíada y la Odisea son un ejemplo, como el Mio Cid en España. En el caso especifico italiano un paradigma jocoso es el poeta italiano Filippo Marinetti (1876-1944), “fundador y principal exponente del futurismo; quien ensalza el peligro, la energía, el valor y la guerra, y rechaza los museos, las universidades, las mujeres y la moral convencional. En 1915 aclamó a la I Guerra Mundial como el más bello poema futurista jamás escrito y, tras publicar una colección de poesías titulada Guerra, la única higiene del mundo, se alistó en el ejército italiano como oficial. Marinetti ingresó en el Partido Fascista en 1919 y lo cantó repetidamente, diciendo de él que era la extensión natural del futurismo, sobre todo en su libro Futurismo y fascismo (1924). (Ver Microsoft ® Encarta ® Biblioteca de Consulta 2002: parafraseo). Igual paradigma se encuentra en el poeta y dramaturgo Gabriele D Anunnzio, quien sirvió como poeta oficial del fascismo italiano.

Es evidente que Arendt no puede dar un salto real a la política, su ideario de la misma es un encierro en su mundo escritural, que trata de compaginar el mesianismo en espera, de los judíos, junto con una racionalidad que con la cual no es consecuente.

La libertad según Arendt es un problema de particularidades, nada asoma en la filósofa que diga que  la conciencia social la forja el hecho de ser social. Ella espera cual Parusía que la iluminación venida de una natalidad, vaya forjando por arte de magia una conversión cual Pablo en el desierto, la marcha de una humanidad a su redención milenarista. Bien se sabe que la libertad significa comprender la necesidad

En ese contexto la filósofa drena su angustia y da como salida un milagro ante la perplejidad que le produce la capacidad necrófila del hombre. Se propone entonces la intelectual romper con lo que en el derecho se llama la verdad procesal e ir a la verdad verdadera, en sí, que todas nuestras acciones deben ser verdadera. Y aquí se puede ir desmembrando las coartadas de la teórica, quien en ningún momento asoma categorías como ciudadanía, intereses y cree que el descanso de ese guerrero, será una acción quietista; cuando todos los hombres en uno, hayan hecho acto de confesión y piedad suma.

Perdida Arendt en su concepción de la política como mero accionar aséptico, sigue descontextualizando su discurso de la realidad económica-histórica. Pienso que esta intelectual, no es más que la continuación del idealismo transcende inaugurado por Fitche, llevado a extremo por Nietsche y hasta traído con irreverencia por Jean Paul Sarte. Temas para el debate plantea Arendt, es evidente, como el aludido carácter ético-moral de la gestión pública, la libertad como acto supremo de autonomía, pero siempre referido, agregamos a un individuo consciente y en gran medida desajenado; sin que ello signifique avalar un intento de teorizar sobre la política, que trastienda no es más que un salto de la filosofía, de nuevo como hija de la teología.

Resumen Crítico de ¿Qué es la política de H. Arendt?

La política la entiende la filósofa Arendt como acción en libertad en el ámbito público. En primer término su concepto de acción trata de darle sentido diferenciando labor y trabajo, asociando el primero al uso, siempre consumo y el otro, a la productividad. Sutilizas de Arendt para obviar que esconde el hecho labor o trabajo, que no es más que plusvalía económica; de ese modo arremete contra un supuesto historicismo de Carlos Marx, que no es más que su clara posición de clase. Creyendo haberse librado de lo concreto la escritora asume ahora la política como espacio que tendría como misión hacer más transparente la verdad, para lo cual asocia justicia con verdad; destruidas en su esquema nociones como clase social y hasta ciudadanía, nos vende la política como asepsia de pensamiento, como diciéndonos cual mito cristiano: La verdad os hará libre.

Desde su perplejidad ante la realidad histórica entonces piensa que sólo el milagro nos dará la iluminación, asépticos los hombres podrían hablar política con mayúscula, cosa que cree encontrar en los literatos, paradigma de imparcialidad. El canto de Homero es su modelo, cuando sabemos que los letrados son otro humano cualquiera, al lado de un ermitaño como Fray Luís de León, se tiene al lado un Marinetti; propuesta vacua como aquella de Platón de quienes pueden hacer república son los filósofos, salida de una angustia que no acaba en búsqueda de los hombres confeso en verdad. Planteamientos bizantinos de la autora le sirven para ahondar su subjetividad, asociar realidades diferentes como el totalitarismo alemán y el totalitarismo ruso; su sesgo le sirve para arremeter contra Marx y Lenìn, descontextualizando las ejecutorias de estos. Un poco más terrenal nos lleva a un lenguaje siempre sutil entre la guerra como prolongación de la política de Carl Von Clausewitz, a su consideración de “que vivimos una paz de que no permite que suceda nada que haga imposible la guerra”; así su ubicar la realidad del conflicto, de los intereses económicos de clase, de la tecno estructura económica diseñada por las transnacionales y los actores políticos, donde la maquinaria de la guerra domina la inversión de capital, para asegurar un modelo de explotación basado en una economía de cambio, reduce la política casi en su final a mera actividad orientativa.

 

Drenada al parecer su angustia por el hecho evidente de la guerra y el totalitarismo, Arendt aterriza definitivamente pero de modo sesgada, por casi todo su pensamiento. En los elementos constitutivos de la política: sentido, meta y acción; plasma sin entender la verdadera vertiente de la política en un ámbito público, que violento o contradictorio según quien domine el apartado del estado, siempre los gestores políticos deben tener presente, como son el plan, el presupuesto y la participación alienada o no del ciudadano; pues, la política sin esquematismo se centra quiérase o no “es interacción entre los diversos actores sociales., que por intereses enfrentados, luchan por acceder o influir sobre el poder público” (Molina, Ignacio: pág. 96). La política en Arendt no es más que reduccionismo de una intelectual turbada por su tradición judía, donde se nota algunos atisbos conceptuales materialistas, que en ningún momento finalizan de aterrizar, por lo que siempre permanecen en su angustia de relicario.

Bibliografía:

1.            Arendt, Hanna. ¿Qué es la política?

2.            Burk, Ignacio. Filosofía. Ediciones Insula. Caracas, Venezuela: 1973.

3.            Celis, Augusto. Desarrollo histórico del conocimiento. El Cid Editor. Colección Metodología. Buenos Aires, Argentina: 1978.

4.            Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía. Editorial Ariel. Colección Ariel Filosofía. Tomo II. Barcelona, España: 2004.

5.            Garay, Juan. Historia Universal. Edita el autor. Caracas, Venezuela: 1984

6.            Molina, Ignacio. Conceptos fundamentales de ciencia política. Alianza Editorial. Colección Ciencias Sociales. Madrid, España: 1998.

7.            Arendt, Hanna. ¿Qué es política?. Editorial Paidòs. Barcelona, España: 1997.

8.            Engels, Federico. Anti-Duhring. Editorial Ayuso. Madrid, España: 1978.

9.            Tsetung, Mao. Cinco tesis filosóficas. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1971

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