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José Rafel Pocaterra, el gran cuentista

José Rafael Pocaterra (1889-1955) podría tener algún parecido con Rufino Blanco Fombona, pero no pasaría de semejanzas superficiales que no resisten un verdadero análisis. Salvo el hecho de que ambos, deliberadamente, se alejaron del lenguaje poético en su creación literaria, tal como algunos escritores españoles de su tiempo, especialmente Pío Baroja, y que en algunos personajes de ambos puede haber un leve toque de los de Valle Inclán. Pero, a diferencia de Blanco Fombona, Pocaterra sí alcanzó la cumbre en uno de sus caminos: entre nosotros, y cuando hablo de “nosotros” no me refiero sólo a los venezolanos, ocupa el mismo lugar que Chejov entre los rusos. Es el gran maestro del cuento, una de las cumbres de la cuentística hispanoamericana. Sus novelas son también importantes, pero no alcanzaron el mismo nivel que sus cuentos, posiblemente por su deliberado alejamiento de lo que llamó alguna vez “el literaturismo agudo de prosas preciosas”, que le impidió desarrollar del todo sus trabajos novelísticos.

Hijo de Jaime Pocaterra y Mercedes McPherson (nieta de uno de los oficiales de la Legión Británica), nació en Valencia, Venezuela, el 18 de diciembre de 1889, y era casi un niño cuando aparecieron sus primeros textos en Caín, periódico que disparaba cañones de talento contra el gobierno de Cipriano Castro, razón por la cual estuvo preso durante un año cuando apenas tenía diecinueve años de edad. Inicialmente estuvo en el Castillo de Puerto Cabello, cuyas mazmorras veinte años después ocuparían los estudiantes de la Generación del 28, y luego en el Castillo de San Carlos, cerca de Maracaibo, donde aprovechó su tiempo para estudiar latín, griego e inglés y leer intensivamente los clásicos, no sólo del idioma castellano sino de otras lenguas.

Fue liberado por gestiones de González Guinán ante Castro, poco antes del viaje que llevó al “Cabito” a Berlín y a un exilio definitivo. Al caer el “Cabito” y subir al poder su compadre Juan Vicente Gómez, Pocaterra estuvo entre los que creyeron que el país entraba en un período de luz y libertad, y se convirtió en Secretario del ministro de Obras Públicas, Roberto Vargas (1909), a quien también acompañó como secretario privado cuando se convirtió (Vargas) en Presidente (gobernador) del estado Guárico. Y fue en Calabozo en donde escribió su primera novela, El doctor Bebé (1913), que inicialmente llevó como título Política feminista, se desarrolla en Valencia y es un fuerte panfleto en contra del Doctor Samuel Niño, tachirense y amigo cercano de Cipriano Castro, que fue Presidente (gobernador) de Carabobo desde 1907 y fue ratificado en el cargo por Gómez después del derrocamiento de Castro. De esa primera novela de Pocaterra dice Domingo Miliani: “Si Pardo englobó todos los sectores sociales en la novela, y Blanco Fombona descargó sus tintas ácidas sobre la burguesía de la capital, Pocaterra ceba su demoledor arte narrativo, como un virtuoso de la sátira y del grotesco, en la clase media provinciana, con sus burócratas y sus solteronas, con su moral gazmoña y sus prejuicios endémicos, con sus políticos aduladores y cucañistas.

El magisterio de Blanco Fombona es claro. Cuando este gran divulgador de la literatura hispanoamericana lanza la segunda edición de la novela, El doctor Bebé, en 1917, el volumen se abre con una carta de Pocaterra, donde reconoce: ’El hombre de hierro fue para mí una revelación; yo caí en ese camino de Damasco desde el asno cansino, campanilleador y pueblerino, en que venía… La lectura de ese libro me hizo romper cuartillas y hacer trizas la papelería ridícula de los veinte años, con la atenuante de que no publiqué jamás nada de aquello; sentía ese pudor instintivo de los seres deformes para desnudarse ante los demás’.”

Poco antes de 1913, en Caracas, publicó Vidas oscuras, que para Domingo Miliani fue su mejor novela, porque en ella “El sentido de lo grotesco llega ahora a bordear lo magistral. Alcanza flexibilidad y dramatismo que faltaban todavía en El doctor Bebé, novela aún vacilante en su estructura. Aquella especie de alergia urticante que le producía la utilización de giros criollistas en la obra de juventud, ya no le preocupa.” y se convirtió en secretario de un general. Luego de un período como secretario de un militar, en 1915, en Maracaibo, publicó varios textos en El Fonógrafo, periódico del cual fue co-director en 1916. En ese período empezó a publicar sus Cuentos grotescos, que están entre los más importantes del género cuentístico de la lengua española. También en ese tiempo se manifestó claramente contra el imperialismo norteamericano. Por su apoyo a los aliados y su rechazo a los alemanes en la Primera Guerra Mundial es encarcelado nuevamente y debe irse del Zulia. En Caracas publicará su novela Tierra del sol amada y será colaborador de El Universal y de El Nuevo Diario, periódico gomista dirigido por Laureano Vallenilla Lanz, y paralelamente será colaborador de Pitorreos, de Job Pim, publicación antigomecista, lo que, a causa de una conspiración, causa su encierro en La Rotunda, a partir de enero de 1919. De esa experiencia de tres años saldrá una de las novelas testimoniales más importantes de Venezuela: Memorias de un venezolano de la decadencia. También escribe en ese tiempo su novela La casa de los Ábila (inicialmente Juan de Ábila), que publicó mucho más tarde, en 1946. En enero de 1922 fue liberado, fundó una pequeña editorial y finalmente tuvo que exilarse a New York, donde se casó con Mercedes Conde Flores y de donde salió, hostigado por la diplomacia venezolana. En 1923 se estableció en Montreal (Canadá) como Director del departamento hispano de la Sun Life Insurance and Co., además de dar clases de español en la Universidad de Montreal. En ese período empezó a publicar Memorias de un venezolano de la decadencia y mantuvo una fuerte campaña contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Allí nacieron sus dos hijos, José Rafael y Héctor, que quedaron huérfanos de madre en 1925. En 1929 participó en la frustrada invasión del Falke, con el general Román Delgado Chalbaud y un importante grupo de exilados venezolanos, mescolanza de antiguos caudillos y jóvenes de la generación del 28. La invasión fue un rotundo fracaso cuando el 11 de agosto de 1929 El general Delgado Chalbaud y varios de los invasores fueron muertos en Cumaná, mientras otros quedaron presos y algunos lograron escapar (entre ellos Rafael Vegas, que pasó un largo período de clandestinidad en el interior del estado Monagas, hasta que pudo escapar y llegar a París, afectado por el Mal de Chagas). El día del fracaso, Pocaterra quedó a cargo del buque, y decidió tirar el parque al fondo del mar antes de fondear en Trinidad, por lo que fue duramente criticado por algunos. Su actuación lo hizo alejarse de los exilados. Volvió a Canadá y se casó en segundas nupcias con la canadiense Marthe Arcand, a quien le llevaba diecisiete años. Dos años y medio después de la muerte del general Gómez (1938) regresó a Venezuela. En 1939 se incorporó al Congreso y ejerció varias funciones públicas. Durante la presidencia de Isaías Medina Angarita fue Gobernador de Carabobo, tras lo cual entró al Servicio Exterior. Durante el breve gobierno de Rómulo Gallegos fue embajador en Brasil y en Estados Unidos, en donde permaneció después del golpe de estado de noviembre de 1948, cuando le correspondió solicitar al gobierno norteamericano que reconociera a la Junta de Gobierno presidida por Carlos Delgado Chalbaud, a quien conocía no sólo como hijo de Román delgado Chalbaud, sino por su participación en la frustrada invasión del Falke.

A raíz del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, en 1950, Pocaterra renunció a su posición diplomática y regresó a Montreal. En 1955 fue invitado como orador de orden para la celebración del Cuatricentenario de Valencia, en donde pronunció un discurso en versos en el que se manifestó claramente en contra de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Poco tiempo después el 18 de abril de 1955, murió en su casa canadiense. Dejaba a su paso por la tierra una sólida obra narrativa en la que destacan sus excelentes Cuentos Grotescos, que pintan como caricaturas a muchos personajes de su tiempo, o de todos los tiempos, como Panchito Mandefuá, que es el niño de la calle, el de entonces, el de ahora

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