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La música apoya paz de Colombia con un nostálgico Rubén Blades

Artistas internacionales encabezados por el panameño Rubén Blades se dieron cita en Bogotá para un concierto en favor de la paz del país suramericano que se transformó en el evento cumbre de la «Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz de Colombia» iniciada el pasado lunes.

 

Para calentar el ambiente, el cantautor argentino León Gieco tomó el escenario ante una muchedumbre que se congregó en el parque Simón Bolívar, en el occidente de la capital, tras una Marcha por la Paz que llevo a las calles a unas 30.000 personas para pedir que acabe el fin del conflicto armado que azota Colombia desde hace más de medio siglo.

 

Giecco, acompañado por la Orquesta Filarmónica Joven de Bogotá, un coro infantil y la banda Doctor Krápula interpretó «Solo le pido a Dios» cuyas estrofas, que piden «que la guerra no me sea indiferente», retumbaron entre la audiencia.

 

Antes del gran momento de la noche, la cantante Totó La Momposina interpretó junto a los chicos de la orquesta y el coro la canción «Latinoamérica» de Calle 13 que también cantó en la versión original de la banda puertorriqueña y que le permitió saltar a la fama más allá de las fronteras colombianas.

 

Para poner a bailar a la audiencia antes de la presentación de Rubén Blades, la formación «Herencia de Timbiquí» trajo hasta la noche bogotana los sonidos ancestrales del Pacífico colombiano con su icónica marimba, instrumento de percusión similar al xilófono.

 

Cuando Blades apareció en la tarima el público se olvidó del frío y ayudó con voces y palmas las intervenciones del artista que salió al escenario vestido de negro desde los pies hasta el sombrero para una presentación cargada de nostalgia y de referencias a los amigos fallecidos.

 

«La muerte comienza por el olvido y mientras nosotros recordemos a esta gente jamás morirán», dijo tras citar al arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, asesinado hace 35 años, el 24 de marzo de 1980, y a los seis jesuitas, cinco de ellos españoles, que corrieron la misma suerte en 1989, durante la guerra civil de ese país centroamericano.

 

En homenaje a monseñor Romero compuso «El padre Antonio y el monaguillo Andrés», que cantó después de «Ojos de perro azul», basada en el cuento del nobel colombiano Gabriel García Márquez, «que siempre vive porque siempre lo recordamos, al igual que (el cantante de salsa puertorriqueño) Héctor Lavoe y tantos otros», dijo.

 

«La rosa de los vientos», «Prohibido olvidar», «Pablo pueblo» y el clásico de la salsa «Decisiones» hicieron parte de la primera descarga de Blades, sin duda el más aplaudido de la noche bogotana.

 

El artista panameño, además de cantar, dijo que «la paz permite la aparición de los mejores ángeles de nuestro carácter nacional» y añadió que «sin justicia social la paz no será posible».

 

Recordó además que estudió en la Universidad Nacional de Bogotá y que sus padres, a diferencia de él, no pudieron estudiar pero que se esforzaron para que él pudiera hacerlo.

 

A «la familia de Bogotá» y a las personas enfermas dedicó la interpretación de «Amor y control» que habla de el amor de padre y madre «que no acaba jamás».

 

Para cerrar la velada en la fría noche bogotana Blades cantó «Todos vuelven», dedicada «al compañero peruano Lucho Aparicio, que se fue hace poco para el otro barrio» y se despidió con la exclamación «¡No contaban con mi astucia!» una de las frases célebres del humorista mexicano Roberto Gómez Bolaños, «Chespirito», fallecido hace unos meses.

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