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La promoción del diseño industrial en Venezuela (Parte III): Cultura material y Cultura del diseño

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El maquinismo y la estética industrial ganaron terreno poco a poco en el curso de la historia, mediante luchas contra posiciones como la del romanticismo que exaltaba hasta el paroxismo las virtudes de la naturaleza y negaba el atractivo de objetos propios de la era industrial en ciernes como el ferrocarril, considerado por muchos en ese entonces como monstruoso y hasta demoníaco. No fue sino en las postrimerías del siglo XIX que el poeta norteamericano Walt Whitman exaltó la hermosura de la locomotora y muchísimo después fue cuando se volvió manifiesta la apología a la velocidad por parte de los futuristas, cuya máxima se sintetizaba en la frase de Filippo Tommaso Marinetti:

“Un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia”. (1)

Al fin la máquina y el producto industrial obtenían la aprobación del hombre.

En un sentido lato, la cultura se ha definido como la parte del ambiente hecha por el hombre o como la porción aprendida de la conducta humana.

A grandes rasgos se ha señalado a la cultura como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo. Además de letras y artes se refiere a modos de vida, tradiciones, derechos, sistemas de valores y creencias. Sobre el tema, uno de los clásicos de la antropología, Franz Boas, escribió:

“Cultura es la totalidad de las reacciones y actividades mentales y físicas que caracterizan la conducta de los individuos componentes de un grupo social, colectiva o individualmente, en relación a su ambiente natural, a otros grupos, a miembros del mismo grupo y de cada individuo hacia sí mismo. También incluye los productos de esas actividades y su función en la vida de los grupos”. (2(3))

Otro antropólogo de renombre, Melville Herskovits en el libro El hombre y sus obras, indica que la cultura es aprendida, permite al hombre adaptarse a su ambiente natural, es variable y se manifiesta en instituciones, normas de pensamiento y objetos materiales.

De estos conceptos se concluye que la verdadera dinámica de la cultura se estimula por medio de la innovación y la creatividad que posibilitan la introducción en el mundo de objetos e ideas nuevas por parte del hombre, la cual no puede explicarse aisladamente, ni en un solo nivel, ya que básicamente se escinde en una división tripartita: material, social y espiritual-mental.

La creatividad como fuente de invención de objetos, es una aptitud específicamente humana, por lo tanto, cultural. Su finalidad es obtener algo nuevo obedeciendo a un fin preconcebido por medio de un esquema mental organizador.

Desde el punto de vista de lo material, la cultura es el medio artificial creado por los individuos en cuanto “homo faber” que transforma el entorno para su beneficio, a través de la manufactura de utensilios y objetos.

Emanuele Amodio enuncia como concepto de cultura material:

“Es la producción del entorno humano de cada grupo social, con particular referencia a la producción de objetos materiales que, genéricamente, podríamos definir como ‘el mundo de las cosas’ producidas culturalmente’”.

Todo lo que se agrega al medio físico por medio del empleo de técnicas heredadas y experimentadas, son los objetos, base de la cultura material, sobre lo que expone Melville Herskovits:

“Los hombres extraen de su hábitat por medio de la tecnología, los alimentos, el abrigo y las herramientas que deben tener para sobrevivir. Los objetos que hacen y usan para estos propósitos se clasifican en general bajo la rúbrica de cultura material. (…) El uso de la tecnología es esencial para la comprensión de la cultura, y es el único aspecto de la cultura susceptible de valoración objetiva”. (4)

(%=Image(5607770,»L»)%) El concepto moderno de cultura material nace desde el momento en que los resultados de la actividad técnica humana se consideran artefactos, los cuales estuvieron sujetos durante siglos a la discriminación, debido a su carácter manual y a la fuerza de trabajo que se requiere para obtenerlos, destinada a la mano de obra esclava, de siervos y ocupaciones viles, posteriormente convertidos en obreros. No fue sino hasta la era moderna, gracias a la asociación del arte con la técnica, que este prejuicio fue superado y originó la semilla del diseño industrial.

Sobre el nuevo valor que adquirió la cultura material a raíz de la utilización de la máquina que ha ido suplantando a la producción artesanal, es explicada por Emanuele Amodio:

“La modernización occidental trajo al mundo, entre otras innovaciones y problemas culturales, el intento de desplazar la producción artesanal a través de la imposición de objetos seriados producidos en forma industrial para una sociedad numéricamente muy alta. Trajo también la necesidad de permutar los objetos aún cuando éstos todavía desempeñan su función, con la finalidad de mantener la producción y los mercados. Además, se multiplicaron los objetos superfluos para todos los grupos sociales y no sólo para las élites de las sociedades estratificadas, induciendo la multiplicidad en lugar de la esencialidad. Estaba así declarada una especie de guerra a los objetos artesanales, declarando su futura muerte: objetos de madera fueron sustituidos por objetos de metal, el plástico en lugar de las fibras, etc., quedándose, teóricamente, obsoleta gran parte de la producción material de sociedades extra-occidentales y de los grupos populares internos al mismo occidente. Esta cultura material quedó como inspiración para artistas de vanguardia, colecciones de amantes de lo ‘arcaico’, y finalmente, piezas para museos, donde recrearse con las imágenes del pasado, del ‘cómo éramos’”. (5)

Brik fue quien introdujo esta noción del tema diseño dentro de la industria. Este pensador de orientación marxista consideraba imposible la revolución de la vida cotidiana sin la de la cultura material:

“Fábricas, establecimientos, laboratorios, esperan la llegada de los artistas, que han de ofrecer modelos de objetos nuevos, nunca vistos antes. Los operarios están cansados de repetir siempre los mismos objetos, saturados de espíritu burgués (…). Se han de organizar inmediatamente institutos de cultura material, para que los artistas puedan prepararse para crear nuevos objetos de uso cotidiano para el proletariado, para elaborar los prototipos de estos objetos, de estas futuras obras de arte”: (6)

En la cultura material en Occidente, signada por la globalización y la economía de mercado:

  • El hecho cultural es dinámico y la aceleración actual de la realidad lo hace aún más complejo.
  • Nuestra cultura es acumulativa, siendo el objeto el elemento principal de un sistema de posesión, cuya máxima manifestación es la reunión de bienes.
  • Hoy día se presenta la subversión semántica de los elementos del pasado a través de la lógica dominante del mercado, que se hace efectiva a través de la degradación de los signos.
  • Estamos parados frente a la cultura del desorden, o la “cultura en mosaico” que anuncia Abraham Moles, la cual se desarrolla en fragmentos de conocimiento ensamblados en la mente al azar. (7)

(%=Image(6468549,»R»)%) El diseño se ha convertido en el paradigma del bienestar y de la calidad de vida, cuyas ideas se basan en el consumismo como finalidad, el lujo como signo de estatus y la idea ecológica como conciencia de responsabilidad solidaria (de allí del surgimiento del eco-diseño y el bio-diseño). Al respecto, Joan Costa indica:

“(…) es innegable el espíritu ‘design’. Una cultura del diseño no es estrictamente una cultura industrial o técnica, ni una cultura del consumo, pero cultura tecnológica y diseño son inseparables”. (8)

La cultura del diseño está inmersa dentro de la cultura material de una economía de acumulación propia de los países industrializados (y diferente a la economía de subsistencia de las sociedades consideradas en vías de la industrialización), en donde el diseñador encuentra un vasto campo de trabajo que va desde la proyección de maquinarias hasta la creación de hermosos objetos de decoración interior y uso personal. Y todo esto es posible gracias a la tecnología. Las computadoras y los nuevos materiales han provocado que la producción se esté volviendo más barata, eficaz y fácil de controlar.

En este inicio de milenio se acusa el florecimiento del diseño en Europa y los Estados Unidos, lo cual se interpreta como consecuencia de la ola de prosperidad que se está disfrutando en el “primer mundo”. Con el auge de la construcción de viviendas la gente siente necesidad de llenar sus hogares con productos que definan su estilo individual. De esta manera el consumo se estimula y se especializa, conformando una cultura del diseño de la que son partícipes tanto los empresarios como los consumidores.

Sobre los productores se apunta en la revista Time:

“Cuando las industrias compiten con los mismos precios y funcionalidades, el diseño es el único factor que las distingue”. (9)

Estas compañías son las que actualmente, si no cuentan con expertos entre su personal, recurren a consultores de diseño independientes.

Y en el ámbito de los consumidores, en los países que poseen una cultura del diseño éstos exigen calidad a través de organizaciones que los acostumbra a leer las etiquetas y a tomar acciones concretas en el caso de las protestas que se han generado en Europa por fabricar juguetes con PVC (polivinil carbono), tipo de plástico que es considerado altamente tóxico o las polémicas suscitadas en torno al empleo de transgénicos en los alimentos, lo cual denota además una consciencia ecológica.

(%=Image(3387394,»L»)%) A la luz de estos datos cabe preguntarse si en los países subdesarrollados, importadores de tecnología, de productos y servicios, dependientes y pobres, se puede hablar de cultura del diseño. En Venezuela, por ejemplo, últimamente se ha acentuado la tendencia a comprar en tiendas de diseño. En megacadenas como Graffiti también se venden accesorios con apariencia de buen diseño (los llamados gadgets) ¿Esta tendencia, sin duda copiada de nuestro modelo del norte, es indicador de cultura de diseño? Este boom es adoptado por cierto sector de la sociedad venezolana con el propósito de emular el estándar de vida de país desarrollado. Si el público de nuestro país aprendiera en general a depurar sus criterios para apreciar el buen diseño a todo nivel (gráfico, urbano y tridimensional) y acogiera una actitud de protección ambiental por medio del ecodiseño, quizás se resolviera el caos visual y de orden de nuestros pueblos y ciudades.

Notas
(1) MARINETTI, citado por MALDONADO, Tomás en: Op. Cit., P. 29

(2) BOAS, Franz. Cuestiones fundamentales de antropología cultural, p. 166.
(3)AMODIO, Emanuele. La artesanía indígena en Venezuela, p. 19.
(4)HERSKOVITS, Melville. Op. cit., p. 268.
(5) AMODIO, Emanuel. Op. Cit., p. 191.
(6) BRIK, citado por MALDONADO, Tomás en: Op. Cit., pp. 31-32.
(7) COSTA, Joan. Diseño, comunicación y cultura, p. 65.
(8) Idem., p.82.
(9) GIBNEY, Frank y Belinda LUSCOMBE. “El rediseño de la vida cotidiana”. En: Time, p. 6.



Texto basado en la tesis de grado: “La Promoción del Diseño Industrial en Venezuela a través de una institución cultural: Centro de Arte La Estancia”, mención honorífica y mención publicación.

Elina Pérez Urbaneja: Lic. en Comunicación Social, UCAB. Lic. en Artes, mención Promoción Cultural, UCV.
Fue Jefe de Redacción de la revista Laser-faire. Trabajó entre 1997 y el año 2000 en el Departamento de Prensa del Centro de Arte La Estancia, acción cultural PDVSA. Actualmente desarrolla para la Fundación Educación Industria (FUNDEI), organismo adscrito a Conindustria, el proyecto “Diseño Industrial: Una Herramienta para la Competitividad”. Coordina la sección de Diseño Industrial en la revista Logotipos.

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