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La sonrisa etrusca: El arte como redención

“Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas. Hessel reconoce que para un joven de su época indignarse y resistirse fue más claro, aunque no más fácil, porque la invasión del país por tropas fascistas es más evidente que la dictadura del entramado financiero internacional. El nazismo fue vencido por la indignación de muchos, pero el peligro totalitario en sus múltiples variantes no ha desaparecido.” (José Luis Sampedro, Prologo al libro ¡Indignaos! De Stephane Hessel)

El arte como sentido del existir:

“-Los etruscos reían, te lo digo yo. Gozaban hasta encima de su tumba, ¿no te diste cuenta…¡Vaya gente!

Da otra chupada al cigarrillo y continúa.

– ¿Qué de esos etruscos?

– Los conquistaron los romanos.

-¡Los romanos! ¡Siempre haciendo puñeta!

El viejo se abisma en la vieja historia, recuerdos de la dictadura y de la guerra, de los políticos después, mientras el coche rueda hacia el norte” (1985:17)

El Calabrés Salvatore Roncone   se siente conmovido ante los rostros  de los sarcófagos    la tumba etrusca de la Villa Giulia en Roma,   conmocionado  por esas miradas profundas y gestos plenos,  se inicia la  transformación de  su visión del mundo.  La cotidiana y despreocupada risa que se intuye  en el rostro de la pareja y en  su   lenguaje corporal. Le hace reflexionar a   Salvatore, alias Bruno,  la  actitud ante la vida  que debía  tener una civilización,  para representar a la muerte con una gozosa sonrisa en los labios. Se inicia  así  una   vinculación  entre Salvatore y esta pareja de arcilla,  en la que redescubre un sentido del existir al acercarse  su muerte.

“En ambos cuerpos el rojizo tono de la arcilla quiere delatar un trasfondo sanguíneo invulnerable al paso de los siglos. Y bajo los ojos alargados, orientalmente oblicuos, florece en los rostros, una misma sonrisa indescriptible sabía y enigmática, serena y voluptuosa”. (1985:14)

La sonrisa, y la  alegría  de  Los Esposos, se opone  al  dolor, el desgarramiento de la Piedad, de Miguel Ángel son dos  visiones del mundo  contradictorias.     Estas esculturas    representan  visiones contradictorias  hacia muerte y   hacia el vivir.  Salvatore, recién salido de su hogar en el campo  se  proyecta  en ellos,   su   vida y su muerte  como vía  para integrarse al cosmos.

En la novela   el arte se trama con la vida,  Los Esposos Etruscos y la Piedad,  van develando el sentido filosófico de la narración, se  afirma  la idea de que  el arte  al representar contenidos estéticos,  en obras   paradigmáticas comunica y activa  contenidos arquetipales.   Se transforman así en   potenciadores del cambio interior.  La sonrisa, de la escultura funeraria etrusca presenta una posición ante la muerte, exorcizada del dolor y la culpa al celebrar la vida como  tiempo y espacio para desplegar la vitalidad,   y la plenitud.

Al  enfrentarse  el calabrés a la Piedad inacabada de Miguel Ángel, en el Castello Sforesco, de Milán,  se conmueve:

“Le detiene, en seco una escultura.

En ella ninguna blandura: al contrario. Parece como aún a medio hacer, pero ya tan cargada de expresión que su misma rudeza, más vigorosa que lo perfecto, resulta un grito de llamado para el viejo, un toque de clarín…<<Dos guerreros; eso tiene que ser; dos partisanos de entonces, no hay duda…! Si está claro: a uno le han herido y el camarada le sostiene… ¡Como el Ambrosio y yo, son como hermanos >>“(1985:93)

En las formas semi-acabadas que desbastaron el  mármol expresan el desgarramiento, el dolor de la perdida, de ahí que el partisano la asimile a dos guerreros. La muerte, se convierten  no en un reencuentro con el cosmos, cómo en Los Esposos Etruscos, sino en  un ruptura, expresada  en dramático el abrazo de la madre al tomar   el cuerpo crucificado  de su  hijo.

Este paralelismo con la trama de la novela se manifiesta   cuando la Rusca o el cáncer lo muerden y le provoca una hemorragia, mientras acompañaba a Hortensia, quien lo carga y lo toma como  la virgen María a la Piedad. Es la vida como lucha, perdida;  no como milagro que recrea el cosmos en cada instante del existir. Se aleja cada  vez más Bruno de esta concepción, para acercarse   ternura que  representan Los Esposos etruscos. Este  acercamiento al cosmos como cobijo, del campesino  se  profundiza  al sentir en su cuello  las calurosas, y pequeñas manos de su nieto y   unir el palpitar  de sus corazones, al dormir entre sus brazos, estas rupturas existenciales  lo renuevan  y lo hacen  renacer de sus cenizas como el ave fénix.   Su vida se llena de  piedad roussoniana: identificación con el  otro y la totalidad del universo. Afirmada en decisiones   como la de  casarse con Hortencia al final de su vida,  para además del amor que los une como pareja,   su nieto, pueda aprender el equilibrio del principio y la ternura femenina, que su hijo Renato y su nuera Andrea parecieran desconocer. Por eso transcurre su existir como lucha y no como comunión, determinado por el  ritmo de vida acelerada y urbana que les impide estar en armonía.

El partisano desea volver a morir en su Rocassera, entre su vitalismo,   entre la naturaleza.  Su  visión del mundo  cambia, expresada en la negación de sus deseos de venganza  al mutarse en   comunión con la vida.  La trama de novela  representa este renacer en situaciones como las primeras palabras de su nieto, cuando el  abuelo está en su querida cama, hecha por él con maderas nobles, para durar una vida y ser su descanso al  morir con una sonrisa etrusca entre los labios al oír, la palabra tan añorada de su angelazo: NO-NO. Grito de conciencia de ser, que enseño a su nieto al morir.

Las trampas del desarrollismo:

“Es para que no se pierda su historia, para conservar aquel mundo…Cuentos, coplas, refranes, costumbres, las bodas, los entierros… Se está olvidando todo; la historia, lo que somos…Mi historia –repite el viejo,  pensativo. Y ciertamente el pasado se  pierde. Las mozas tiran los antiguos trajes, tan hermosos como si fueran trapos.” (1985:133)

El cantabres al principio no comprende  el amor de los académicos por su palabra, por sus conocimientos, que para él son tan simples como el florecer de un árbol. En un primer momento  ficciona,   de esta manera indaga José Luis Sampedro  la psicología del entrevistado,    y  afirma su concepción de lo que es una novela o la acción de narrar,  pues   la ficción,  proyecta en tanto acto creativo  los arquetipos y temas dominantes de la historia de la humanidad.

Se  establecen  interesantes  diálogos entre  los investigadores y el investigado, que destacan la importancia del mito y la tradición oral. Se establece un proceso cognoscitivo en dos sentidos,  al empezar a reconocer  en los cuentos de Salvatore, la mitología universal y   una vía para comprendernos a nosotros como individuos y sociedad, como ocurre al asimilar su cáncer a episodios del mito de Prometeo y la ternura hacia su nieto con Tiresias el adivino.   A través de este proceso aprende a    percibirse desde otra perspectiva,  en base al mito de Prometeo, quien roba el fuego, símbolo de la vida y la cultura,  para regalarlo a la humanidad.  Y es castigado a serle  devorado el hígado por un águila, tema que equivaldrá para Salvatore  a su cáncer, la Rusca, así  en lugar de pelear con ella, la acepta y  convierte  su enfermedad en un aliado para apreciar  el tiempo que le queda como un eterno presente.  A través del mito de Tiresias,   hombre y mujer alternativamente,  comprende  la masculinidad y la feminidad.   Acercamientos que se van dando a lo largo  de la novela  en los pequeños detalles, como al aprender a vestir a su angelote, el transmitirle la ternura y el calor humano que  nunca antes había   dado a un hijo, pues el niño en la sociedad tradicional es criado por la madre y aislado de las cofradías masculinas, hasta  que entra en ellas a través  ritos de iniciación, para  convertirse en  hombre.

Se destaca, la  dicotomía entre  el universo académico al encerrarse entre muros y desligarse de la vida como fuerza palpitante,  por lo cual transmite conocimientos  desligados de la sociedad como concreción histórica.  Esto lo destaca el escritor   al comparar la ambiciosa y aburrida vida de la esposa de su hijo Andrea, garraspeadora de papeles, y confrontar su manera de vivir con la de su suegro, y  Valerio, el joven estudiante,   que abandono su cómoda vida para seguir su vocación: la investigación de la sabiduría  tradicional. Metáfora de la vida,  posición contraria al mundo académico al convertirse en mausoleo, y olvidarse de la aventura que es la comprensión de la  humanidad como palpitar del cosmos.

Esta novela   al  tramar la mitología con los  personajes literarios,   confronta     la tradición como saberes apegados a la tierra con lo contemporáneo, caracterizada por la ruptura y su cultura anti-natura.  En el  peregrinar de Salvatore por  Milán,  acompañado de su hijo llega a las   malolientes ciudades contemporáneas, que  contrastan con la frescura del campo, la humedad de la tierra y el crecer de la vida silvestre. Se establece  una confrontación   entre  la tradición  y el presente post-industrial como formas de vida.

Nos acerca el escritor al vivir ancestral centrado en la vitalidad   que se personifica en el triangulo  que integran el partisano Bruno, Hortensia y Brunettino, el nieto.   Estamos ante al amor por  la sencillez, a los gestos del diario vivir que hemos olvidado a valorar por el ritmo de la máquina urbana.

 

“Si, ya están llegando a la trampa.  Las ciudades para el viejo, han sido siempre un embudo caza-hombres, donde acechan al pobre los funcionarios, lo policías, los terratenientes, los mercaderes y demás parásitos…. Al bajar el cristal percibe un vaho húmedo apestando a basura y a los residuos químicos.” (1985:21)

Se hunde en uno  de los impulsos de muerte más patentes de la contemporaneidad, como lo es la urbe y el desarrollismo, carcinomas para el planeta Tierra, mientras él está siendo devorado en su interior por el cáncer. El primer giro en la peregrinación  para aislarse de la urbe como negación vitalista    es el contacto con su nieto Brunettino, e  quien hace brotar su ternura, dándole un  nuevo destino al buscar que su nieto se eduque para la vida.

La Sonrisa Etrusca devela que el problema de la contemporaneidad no es entre el neo-capitalismo  o el neo-socialismo, sino  trascender una humanidad que ve el desarrollo y el progreso como un crecimiento ilimitado, para satisfacer  pulsiones de muerte y visiones del mundo que nos aíslan del universo.

 

“Falta todo, y sobra prisa…” (JLS)

 

Sampedro, José Luis. La sonrisa etrusca, Editorial Alfaguara, España, 1985

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