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Lady Di: La muerte que conmocionó al mundo

Sus últimas 24 horas de vida fueron una angustiosa huída. Desde la publicación de las fotos que confirmaban su romance con el empresario egipcio, los «paparazzi» seguían todos sus movimientos. La estuvieron persiguiendo sin descanso en la localidad turística italiana de Portofino, en el aeropuerto de Le Bourget de París, en la Plaza Vendome y en las tiendas exclusivas de la avenida Montagine.

La persecución culminó al filo de la madrugada cuando el Mercedes 600 en el que Diana de Gales y Dodi abandonaron el Hotel Ritz para pasar una romántica noche en una villa junto al Sena chocó, a más de 150 kilómetros de velocidad, contra una columna de cemento armado del túnel del puente del Alma.

 

Al Fayed y el conductor, Henri Paul, murieron en el acto. Diana y el guardaespaldas resultaron heridos de gravedad. Siete reporteros gráficos, seis franceses y uno de nacionalidad macedonia, fueron detenidos por la Policía.

Alrededor de la una menos cuarto de la madrugada los bomberos consiguieron rescatar a Lady Di del interior del vehículo. Tras una reanimación efectiva «in situ» el equipo médico del Hospital La Petié Salpétrière no consiguió evitar una segunda parada cardiáca. «Su tórax fue abierto inmediatamente y vimos una importante herida en una de las venas pulmonares izquierdas. A pesar de la sutura de la herida y del masaje cardiaco externo e interno, que duró dos horas, no pudo restablecerse la circulación. La muerte se produjo a las cuatro de la madrugada», afirmó el doctor Bruno Riou.

Las lágrimas de Carlos

El mundo entero quedó conmocionado. La Madre Teresa de Calcuta, Margaret Tahtcher, Bill Clinton y todas las Casas Reales manifestaron su dolor ante la inesperada muerte de la Princesa de Gales. Miles de británicos depositaron ramos de flores y velas encendidas frente al Palacio de Kensington, residencia oficial londinense de la Princesa de Gales.

 

Carlos de Inglaterra también lloró a Diana. La portada de ABC del día 1 de septiembre de 1997 recogía sus lágrimas. El heredero de la Corona británica viajó hasta París para recoger sus restos mortales y en el hospital, antes de que diera comienzo la ceremonia de repatriación, se despidió en la más estricta intimidad de la que fuera su esposa. La muerte de Diana supuso un dilema constitucional para Inglaterra en la medida en que era y no era un miembro de la Familia Real. Muchos comentaristas insitían en que el protocolo debía ceder a la presión popular. Finalmente, Lady Di tuvo un funeral «único» retransmitido en riguroso directo y seguido por más de 2.500 millones de personas.

«Sabía que la prensa la mataría»

«Algo, o alguien, hizo que el conductor del Mercedes 600 diera un volantazo a la izquierda haciéndolo empotrarse a 150 kilómetros por hora contra el pilar». La investigación del accidente no era concluyente pero los «paparazzi» se convirtieron en objeto de polémica más aún cuando varios testigos del siniestro aseguraron que uno de los reporteros fotografío a Diana y a Dodi agonizando.

 

La prensa británica rechazó publicar las imágenes de la Princesa de Gales malherida y el debate moral afloró exigiendo nuevas leyes para proteger el derecho a la intimidad. El hermano de Lady Di, el Conde Spencer, declaró que «siempre pensé que la prensa la mataría» y llegó a decir que los directores y propietarios de los medios de comunicación tenían «las manos manchadas de sangre».

Dos años después del accidente la investigación determinó que el conductor del vehículo había consumido alcohol y antidepresivos. La teoría de la conspiración de Mohamed Al-Fayed, padre de Dodi, también rodeó de misterio la muerte de Diana de Gales. El empresario culpaba al Duque de Edimburgo, marido de la reina Isabel II, y los servicios secretos, de lo ocurrido. «La muerte de Diana no fue un accidente», escribía en sus memorias el abogado de Mohamed Al Fayed.

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