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Lectura del poemario Prisión abierta

En su último poemario Prisión abierta, publicado por la editora Al Tanto, Carmen Cristina Wolf establece los momentos de un devenir vital, con “palabras sin pretensiones”, desde la memoria de su infancia hasta el reposo ascético de su alma en un Ser Superior, a quien ella llama “mi Dueño”. En estas páginas, el lenguaje es utilizado como instrumento de un tránsito metafísico, viaje sin estridencias ni bitácora de un personaje lleno de inocencia y sencillez , que alcanza momentos de iluminación y logra con una tesitura afinada un canto poético de entrañable hermosura.

Semejante a esos juglares remotos, quienes tañían las cuerdas de su lira para acompañar la soledad de los habitantes de las aldeas, Wolf expresa que sus versos “celebran el milagro de los días corrientes”, Cuando entrega sus poemas a manera de dádiva, sin “esperar el aplauso”, su voz conmueve a quienes creemos en la propiedad consoladora de la poesía, en la magia del lenguaje poético para reconciliarnos con la vida.

La infancia, ese territorio que nos acaricia desde atrás de los párpados, se erige en el poema III, “Mis días pasan en primavera” con la antítesis de las niñas que “anhelan hermosas palabras, zapatos nuevos y una
Respuesta a su visita a este mundo”, apetencias de la mente, del cuerpo y del espíritu, reunidas en una enumeración que resuma en dos líneas las grandes inquietudes de esa edad. Y al final de esos versos, el amor como un despertar de la adolescencia; sin embargo, el sujeto de estas páginas es una voz velada, ya lo había dicho en sus primeros versos: “prefiero cubrir mis raspones con el atavío de la seda”. Por tanto, sólo nos confiesa que “el amor aguardaría en la ciudad”. Frase feliz que sintetiza la estación del amor.

En ese lugar de la jornada logra uno de los momentos más conmovedores, la descripción de la amistad: “Hallo refugio / en el bosque donde habitan mis amigos”. Coincidimos plenamente con esta certeza: la mesa del amigo, la ventana y el patio del amigo donde siempre hay un columpio, para significar la alegría que se torna memorable, la belleza que nos hace hermanos, el sueño que entrelaza las biografías. Su verso inicial ya lo había dicho todo: “Un amigo tiene el color que requiere tu alma”.

La duda es un aguijón en el costado del caminante, esta inquietud se expresa en el poema XIII: “El mundo hierve de caminos / rúas galerías /atajos y veredas…”, y el poeta puede irse y permanecer a la vez ¡Ah la felicidad de quien tiene otros ojos para mirar a lo lejos sin marcharse de “un punto / determinado, cálido, cerca de casa” porque posee la palabra para deshacer la prisión del ego y, de esta manera, volar y sobrevolar sobre memorias y olvidos. Una vez libre, expresa su credo que no podemos empañar con explicaciones ni razonamientos. “Ejerzo mi oficio de perseguir las palabras / sin volver la espalda al dolor, tampoco al éxtasis”.

Si nada dice de amor eterno, estos versos están muy cercanos del ser que pretende una unión más elevada y sublime; es en esa búsqueda donde la iluminación aparece en ráfagas de una hondura exquisita: “Me senté hoy en un punto / donde las formas convergen y forman el azar”, en una búsqueda de la iluminación. Olvida “el por qué de los gestos / y persigue el celaje del ser”. También la oración al Hijo de Dios hecho hombre, puede ser el más humano de los clamores: “No me dejes sola como una herida abierta”.

Esta lectura de la poesía de Carmen Cristina Wolf trangrede la fría objetividad del crítico sostenido en las teorías lingüísticas o semánticas. Cómo permanecer indiferentes a las palabras que desnudan nuestra propia historia? Cómo salvarnos del temblor de la vida que atraviesa este canto? Cómo no responder a la seducción de una voz cuyo atavío es la verdad y la ternura? Es posible no identificarse de su loco corazón cuando pretende abarcar la tierra?

Pasado, presente y porvenir se entrecruzan en este sujeto poético esencialmente femenino, cuyas reflexiones se elevan a verdades filosóficas de alto vuelo y nos hace sonreír por la sencillez con que aborda la cotidianidad. Recomiendo con gran entusiasmo la lectura de Prisión abierta a quienes tengan la fortuna de encontrarse con este libro, el cual como objeto, también es una obra de arte.

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