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Nela Ochoa : En la mesa del laboratorio

¿Cómo se puede pensar el cuerpo y su representación en estos días? La mutabilidad constante de lo corporal lo ha transformado en una cartografía cuya principal característica es un permanente estado de cambios, cuyos límites no dejan de movilizarse, hasta prácticamente llegar a su total desaparición.

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Ya sabemos que las prácticas estéticas de carácter clínico sobre nuestras apariencias han crecido como una ola en su vecindad a la playa. A su vez, han dado paso a otras formas de aproximación científica, que atienden a nuestras interioridades mas minúsculas, retando a la química que nos define como seres humanos.

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De este modo, lo que parece que estructura nuestra relación con el mundo (esto es: la constante ansiedad por apoyarnos en lo nuevo y lo contingente) se ha instalado en esa intimidad invisible que mantenemos con nuestro mapa genético. Una honda necesidad por alterarlo –a posteriori, claro está- define el artificioso interés que desde la emergencia del presente, redibuja el diálogo con nuestra geografía cromosomática.

No es por lo tanto azaroso que si estas trastabillantes cuestiones ocupan los lugares del intercambio intelectual entre el pensamiento médico y el ético (en los escenarios llamémoslos “reales” de nuestra cotidianidad) ellas mismas asuman un puesto privilegiado en el espacio alegórico del arte.

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Resulta natural que la obra de Nela Ochoa (Caracas, 1953) haya atendido a esta voluntad de problematizar el espacio químico que constituye a fin de cuentas, el primer escalón de la gradería que compone nuestra definición corporal y cultural. Vista retrospectivamente, su obra recorre críticamente las diversas formas de reconocimiento del cuerpo, desde sus primeras experiencias de carácter multidisciplinario en la danza contemporánea hasta esta exposición, que no por azar lleva por nombre Laboratorio. El suyo es un recorrido intelectual que transita desde lo microscópico hasta lo microscópico, bien sea desde un cuestionamiento al espacio en el cual el cuerpo social y político se instaura, como sucedió entre otras propuestas, en sus performances Paso Yekuana (1995) y Lejana (1999) o en su impecable instalación sonora Voces del Retén (1996), o desde una perspectiva del objeto artístico como producto de una materialización de los mapas genéticos que trazan nuestro universo orgánico y esbozan a su vez, nuestras conductas sociales y culturales.

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En Laboratorio, Ochoa resume varios años de trabajo cuyos resultados finales no están previstos durante el proceso creativo sino que por el contrario, responden a una mecánica muy racional de controladas pautas cientificistas. Esta estrategia determina los rasgos formales –y por lo tanto finales- de unos dispositivos cuya apariencia apuesta por la hibridación de técnicas artísticas y por supuesto, por la mixtificación de discursos que rozan irónicamente tanto los tridimensionales modelos científicos como los lenguajes de la pintura postconceptual y el pop art.

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A diferencia de sus obras previas, la artista concentró en la pura visualidad plástica de la imagen, los contenidos de los verbatim que sobre biogenética determinan sus exploraciones temáticas mas recientes. En esta oportunidad, el valor del objeto pasa a un plano secundario de atención, revelando una reflexión que se instituye desde una paradoja: a partir de una materialidad aséptica –y por tanto deudora de una estética médica- Nela Ochoa propone gestos que evocan paradójicamente, los de una pintura gestual, por lo tanto maculada y contaminada.

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Por otro lado, la artista destiló los contenidos por los cuales ha discurrido intelectualmente, para conformar imágenes cuyo valor sígnico se centraliza en un punto que está mas allá de la representación sobre nuestras pautas hereditarias. Es una obra que focaliza su atención en una encrucijada de caminos, tanto formales como conceptuales, poniendo sobre la mesa del laboratorio y en el interior del microscopio, los cuerpos que nos constituyen y que a su vez definen su obra, en un tour de force formal cuyos resultados no han concluido, a la espera de nuevas investigaciones que conduzcan a nuevas propuestas, a nuevas formas de ver el cuerpo.

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