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Nuevos significantes a un viejo tema: La Bandera de Miranda de Carlos Edsel González y Carlos Maldonado-Bourgoin.

Ha salido un libro con trabajos que esclarecen el tema histórico del los orígenes de nuestra bandera, lo firman Carlos Edsel González y Carlos Maldonado-Bourgoin. El primero valioso investigador de fuentes documentales primarias; el segundo colaborador del Correo del Caroní, historiador y crítico de arte con obra diversa. Cierra el libro dos poemas inéditos del escritor guayanés Rafael Pineda sobre los orígenes del tricolor de Francisco de Miranda. Un trío de autores unidos en torno a un tema interesantísimo, introducido por la pluma del maestro Pedro Grases.

Según el contenido del libro, algo de lo que se ha dicho sobre el símbolo nacional se basa en medias verdades dichas sin soportes documentales, consejas arrastradas y repetidas de generación en generación. De autores clásicos como Francisco Javier Yanes, Rafael María Baralt y Ramón Díaz, estas medias verdades hay que tomarlas por lo que son: “aproximaciones meritorias en torno a la historia de Venezuela”. Según esos historiadores del s. XIX, el tricolor tenía los colores primarios del arco iris, pero se infiere que no estaban en el orden debido porque el amarillo siempre está en el medio en toda descomposición de la luz solar.

Los autores Edsel González y Maldonado-Bourgoin exponen y prueban que la bandera del desembarco en La Vela de Coro (1806) fue una, y la bandera de la primera república (1811) fue otra, sus colores fueron trasladados, pero ambas fueron creación del universal pro-hombre de la emancipación americana Francisco de Miranda. El ancho de las franjas era distinto y el orden de los colores también. Los autos en más de una treintena de personas que atestiguan o van a juicio en 1806 dicen que vieron una bandera como la holandesa de colores azul, amarillo y encarnado, ondeando en el Leander, en el fortín San Pedro y en la catedral de Coro.

Como pocas en el mundo nuestra bandera es de origen conceptual. Sus significantes son el culto solar de los incas, también la alianza de Dios con los hombres después del gran diluvio. El cultísimo Miranda lo dice una y otra vez en su Archivo al anclar su independencia sobre el antiguo linaje de la América Precolombina. Algo de tono mayor y distinto a las viejas consejas de la escuela que recrean las riquezas, la inmensidad del mar y la sangre derramada de los héroes, o los atributos femeninos de Catalina de Rusia por el pelo, los ojos y la boca. Albert Eisntein decía que: “acabar con un prejuicio es más difícil que descomponer el átomo”.

De esto y demás podrán enterarse los lectores en este libro que comentamos. Un cuerpo de anexos y unas apostillas complementan y trascienden la expedición de Miranda, cuyo costo humano y económico está como oculto. La expedición de Miranda fue el acto más gallardo e idealista de su tiempo, estuvo insertado en la modernidad y la cultura universal. Si falló fue por la infidencia y delación de muchos que años más tarde se llamarán patriotas a conveniencia. La Bandera Nacional. Tres momentos estelares de su historia. Monte Ávila Editores. PP. 182.

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