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Patricia de Ceballos, en el despacho de la alcaldesa también hay juguetes y colores

Por: Lorena Arráiz / Táchira

A las siete y veinte de la mañana Patricia llegó con su hijo menor a la Televisora del Táchira. Había dejado a sus otras dos hijas en el colegio, pero Juan Daniel tenía clase más tarde. Sentó a su pequeño en el set de otro programa de televisión y se inició la entrevista. Esta vez hubo cambio de roles. Ahora hablaba como la alcaldesa de San Cristóbal.

Patricia Gutiérrez de Ceballos tiene tres hijos: María Victoria de ocho años, María Verónica de seis y Juan Daniel tiene tres. Su esposo, el exalcalde Daniel Ceballos, está preso desde hace dos años, actualmente recluido en un apartamento en Caracas, luego de pasar tiempo en la cárcel de Ramo Verde, en el Sebin y en San Juan de los Morros.

Su vida se transformó cuando su esposo fue encarcelado. «Cumplo con un rol múltiple, porque es el trabajo por la ciudad, mi deber, mi derecho y el amor con el que estoy levantando a nuestros tres hijos, y poder llenar -aunque eso es imposible- de alguna manera la ausencia de Daniel en la casa», dice la joven alcaldesa.

La familia

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Patricia narra que lo más difícil para ella como mamá es haber tenido que someter a sus pequeños al entorno de la cárcel

Sus actividades son arduas. Además de gerenciar a la capital del estado Táchira, tiene una empresa que también la ocupa y es donde está su mejor y principal patrimonio: la familia.

Cuenta que duerme pocas horas, que cada noche se asegura de dejar todo arreglado para el colegio de sus niños y que aprovecha todos los espacios posibles para compartir y atenderlos.

El crecimiento de sus hijos ha estado signado por la prisión de su esposo. «Cuando esto empezó, el niño era apenas un bebé. Cuando se llevaron a Daniel injustamente preso le cantamos su cumpleaños número dos en Ramo Verde; su cumpleaños número tres fue en el Sebin, en el Helicoide; el cumpleaños de las niñas en enero de 2014 fue en San Cristóbal y aún Daniel estaba con nosotros. En el 2015 fue también en Ramo Verde y ya este 2016, fue en el apartamento en Caracas con esta medida que tiene de arresto domiciliario».

Patricia narra que lo más difícil para ella como mamá es haber tenido que someter a sus pequeños al entorno de la cárcel. Aunque ahora está en un apartamento, para ella sigue siendo duro sobre todo cuando sus hijos le piden al padre que los lleve a un parque o de paseo y tener decirles que no se puede porque Daniel está preso.

Sin embargo, la vida de ella con sus hijos en San Cristóbal procura llevarla con absoluta normalidad. «Yo trato de compartir con ellos muy temprano en la mañana y al final del día; a veces se me complica por el trabajo, pero eso para mí es un tiempo que, aunque no sea el que antes dedicaba al 100 por ciento a mis hijos, es de calidad».

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«Yo peino a mis niñas, las arreglo, también a Juan Daniel, los llevo al colegio. Voy prácticamente todos los días a buscarlos, porque me parece sumamente importante ese momento del día»

A Patricia le brillan los ojos contando cómo lleva su rol de mamá. Son tres niños, pequeños, de personalidades diferentes y en una situación atípica por la ausencia del padre. Con cada uno tiene una relación particular.

«Yo peino a mis niñas, las arreglo, también a Juan Daniel, los llevo al colegio. Voy prácticamente todos los días a buscarlos, porque me parece sumamente importante ese momento del día en el que ya salen de clases y está uno ahí esperándolos, ese abrazo, ese encuentro de ‘mami , me viniste a buscar’ y esa emoción, son los momentos que repito, ya no es al 100 por ciento, como antes, pero son muy significativos», dice Patricia.

Cada vez que puede les cocina. A ellos les encanta que le preparen panquecas para desayunar los fines de semana. Antes les hacía todas sus comidas, ahora no puede. Su satisfacción aparece cuando le dicen: «Mami, qué rica te quedó la comida». Y entonces, Patricia sonríe.

Muchas veces, María Victoria, María Verónica y Juan Daniel acompañan a su mamá, la alcaldesa, al trabajo.

«Me los llevo a trabajar, en muchas oportunidades me acompañan a la Alcaldía. Ahorita estamos saliendo del programa de televisión y Juan Daniel está conmigo porque voy a llevarlo a su clase, las niñas me acompañan a los programas de radio cuando voy a mediodía, me turno con ellos porque me dicen ‘mami, queremos ir a tu trabajo’, entonces un día en la tarde me llevo a Victoria, otro día a Verónica, otro día a Juan Daniel. Cuando puedo me los llevo a los tres».

Además del aspecto del presupuesto, obras y proyectos, Patricia aprovecha de revisar sus tareas escolares cuando los tiene en su despacho. Aunque hay alguien que la ayuda, para ella es fundamental revisarles y celebrar que un trabajo les quedó bien.

«Salgo cansada y muchas veces con ganas de irme a la casa, pero los busco y me los llevo a comer un helado. Esa es, por ejemplo, la rutina que tuvimos ayer; estaba agotada, pero llegué, los monté en la camioneta y fuimos a comer helados y así trato de compartir con ellos lo más posible, sobre todo de lograr esos espacios de encuentro en familia», señala.

Visitar a Daniel Ceballos en Caracas es complicado. «Es difícil trasladar a los niñitos. Es una rutina agotadora, de prácticamente seis horas para poder llegar a ver a su papá. Una hora y media hasta La Fría, dos horas que hay que esperar que el vuelo salga, una hora de vuelo, luego casi dos horas para llegar de Maiquetía al apartamento y es duro, pero trato en lo posible de cada mes, mes y medio o dos meses, tener un fin de semana, cuatro días que me tomo para llevarlos y que estén con él allá», explica.

Muchas veces, cuenta Patricia, se ha sentido mal por los momentos duros que ha tenido que vivir desde que encarcelaron a Daniel y ante la presencia de sus tres hijos, les dice que está enferma.

«Cuando he estado muy deprimida no quiero que ellos se den cuenta, entonces Victoria pregunta ‘mami, ¿Por qué estás triste? ¿Por qué estás llorando?’ Y le digo: ‘mi amor, me siento mal, me duele la cabeza, me va a dar gripe’. Pero a pesar de la inocencia, no es fácil ocultarle a los niños esas cosas. Me dicen: ‘Mami, no estés triste por mi papá, ya pronto va a venir; tú me dices que ya pronto va a venir’ y entonces, hago de tripas corazón».

Ataque político

Siendo la alcaldesa de una ciudad en un país con profundas divisiones, Patricia Gutiérrez de Ceballos ha tenido que lidiar con ataques, no solo como burgomaestre sino también como mujer, madre y esposa, por eso le da especial atención a sus pequeños.

«Mi preocupación siempre es lo que mis hijos escuchen o puedan ver, porque se dicen y se hablan muchas cosas que no son ciertas y en este medio político las mujeres estamos más en el ojo del huracán, incluso, que cualquier líder que sea un hombre. Mis hijos, creo que a pesar de tantos ataques, de tantas mentiras, están muy claros de quiénes son los buenos y quiénes los malos. Siempre se los he hecho saber. Les digo que son personas que no apuestan a tener un mejor país, así como las razones por las que su papá está preso, porque en muchas oportunidades -específicamente a principios de 2014- las niñas me decían cosas como : ‘Mami, mi papá es malo, mi papá quemó la ciudad’, cosas que obviamente escuchan en el entorno de quienes declaran todas esas mentiras y arbitrariedades», subraya la alcaldesa.

Para ella es importante no solo que sus hijos cumplan sus responsabilidades escolares, su principal tarea diaria consiste en enseñarles a perdonar y que no se críen con sentimientos innobles hacia quienes llevaron a su esposo a la cárcel.

Cuando los niños le dicen que el presidente Nicolás Maduro «es malo porque tiene a su papá preso o a su tío Leopoldo (López)», ella los orienta hablándoles de la situación del país, explicándoles que su papá está detenido porque lucha por una Venezuela de reconciliación, trabajo, justicia y esperanza.

A Patricia le espera un día fuerte de trabajo. Saluda a las personas que están en la televisora mientras por teléfono convoca a sus directores a una reunión. Ella tiene 32 años de edad. Su vida cambió radicalmente cuando su compañero de vida fue detenido y ella insiste en que seguirá luchando por la libertad de su esposo y los cambios estructurales que amerita la nación.

En su camioneta hay juguetes y carpetas; en su corazón, la ilusión de que su esposo regrese a su hogar (en San Cristóbal) para que todos vuelvan a estar juntos.

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