Poema a los mineros de San José
Tarde tapiada con sello de tarde final
Enriqueta Arvelo Larriva
Un silencio de muerte después del hundimiento.
Ojos ciegos, cero aire, y contarnos
y volver a contarnos, ¿falta alguien?
Pasemos lista, digan algo, ¡presente! Como en la escuela…
Uno, dos, tres… treinta y dos… treinta y tres
¿Quién sabrá de nosotros?
En la entraña palpitante de la tierra
Enterrados en vida, compañeros
Buscar, otear, tocar las nervaduras de la roca.
Recordar la tersura de la rosa, al aliento del sol
la limpidez del agua.
Pura noche y noche y noche interminable
Con hambre y frío hasta los huesos
hablábamos para espantar fantasmas
cantábamos para no enloquecer
Un solo pensamiento, regresar
Al punto donde comienza el alba
Regresar, no volver a extraviar el camino…
Si regreso, amada, te compraré un anillo con gema azul
(Fragmento)