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Princesas y reinas

La película está dirigida por alguien interesante, Oliver Hirschbiegel, que saltó a la fama en 2004, con un film sobrecogedor llamado La caída sobre los últimos días de Hitler en su bunker. El director tiene un penchant por temas extremos, un film anterior, El experimento, postulaba una prisión simulada en la cual prisioneros y guardias iban evolucionando en sus roles de forma más bien siniestra. El previsible paso a Hollywood nos trajo una cuarta remake del clásico La invasión de los usurpadores de cuerpos, esta vez con una protagonista femenina, Nicole Kidman. No fue gran cosa. De alguna forma Diana, la angelical Diana, es a la vez la antítesis de la maldad última encarnada en Hitler y la personificación de la malograda y débil heroína de la Invasión. Porque Diana es frágil, altruista, maltratada y probablemente la única virtud del film está en haber elegido el menos notorio de sus romances, su relación con un médico pakistaní. El principal problema es que no hay originalidad en la trama. Libretista y director parecen haberse aburrido soberanamente con un trabajo de encargo que no agrega nada a lo que sabemos de la vida de Diana, lo que nos imaginamos que fue o lo que hubiera podido ser si no hubiera ingresado tempranamente en la santidad mediática.

Coincidencialmente otra película, danesa esta, aborda otro romance entre una reina y un médico. Aquí se titula La reina infiel, su verdadero título es Un affaire real, y narra el romance entre la princesa Carolina Matilda de Inglaterra, transplantada a Dinamarca como esposa del rey Cristian. El pobre está tostado y fácilmente Carolina cae enamorada del médico del rey. La película articula varios planos, en medio de una factura técnica y dramática impecable. El primero es la descripción del período, estamos en el siglo 18, en plena Ilustración y el médico es un fiel exponente de ella, pero al mismo tiempo, a través del triángulo, descrito con envidiable sutileza, asoma una lucha de poder entre renovadores y conservadores, que poco a poco se transforma en el verdadero motor, y desplaza al romance como tema central. Porque la película es un largo flashback que empieza con la carta de la madre que los hijos leen y en la cual les narra su historia, pero lo que en realidad cuenta la película es la larga telaraña de influencias que el médico y su amante tejen en torno al rey para imponer lo que hoy en día llamaríamos una agenda progresista, eliminar la tortura y respetar los derechos del hombre, porque el médico es un apasionado seguidor de Rousseau. Pero el madurismo siempre está al acecho, y la película se regodea en describir la larga serie de conjuras que la reina madre y su capitán Cabello de turno arman para quebrar al bueno del rey.

Es un film impecable que conviene ver para disfrutar de la inteligencia del libreto y una actuación de primer orden de los tres vértices del asunto. Porque el título es muy equívoco, no es una historia de amor, es una historia de poder, de reemplazo de visiones políticas, de movimientos soterrados pero inevitables hacia la modernidad, y en ello estriba su belleza.


 

 fuente:talcualdigital.com



 

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