Rafael Cadenas y lo innombrable
Me gusta leer a los poetas. Me gusta hablar de los poetas. Me gusta escribir sobre los poetas. Y aquí estoy, después de haber leído al poeta Rafael Cadenas, tratando de hablar de él, escribiendo sobre él. La lectura en este momento no ha sido de un libro de poesía sino de sus APUNTES SOBRE SAN JUAN DE LA CRUZ Y LA MÍSTICA.
Foto: Gabriel Aponte
Resulta extraño que un poeta, un poeta venezolano, se ocupara de hablar de San Juan de la Cruz no como poeta, sino como místico. Y además nos cuenta de otros que acompañan a San Juan en ese camino de búsqueda de esa última realidad que algunos llaman Brahman, Tao, Dharmakaya, Origen, Dios, Señor, Amigo, Esposo, ser, presencia, energía, ello, lo desconocido, lo innombrable. Pero Rafael Cadenas es un hombre muy especial y deja entrever en sus decires en este libro, que ha transitado también por ese camino de los místicos, aunque pareciera no haber encontrado aún esa última realidad . Ya el hecho de ser poeta implica que de alguna manera hubo una irrupción de la energía espiritual en su conciencia, pues esa energía suele desembocar en tres vertientes: la locura, la iluminación religiosa y la poesía. La poesía vendría a ser una hermosa componenda entre la locura y la iluminación. No está exento, pues, el poeta Cadenas de haber atisbado la iluminación y reconoce que como poeta también le toca algo, apenas algo, de la mesa del místico.
Se describe él en esa búsqueda, que más que búsqueda es una espera (se trata de un don, algo que puede producirse, pero no hay ninguna garantía), con estas palabras: Una sensación que me acompaña desde hace tiempo es la de mi dependencia casi total de eso innombrable. Casi, escribo, porque hay un margen que vendría a ser el dominio humano, el dominio de la libertad, muy limitado en mí. En ese terreno intermedio transcurre mi vida. ¿Qué podemos hacer sino entregarnos a lo que nos sobrepasa desmedidamente?
Me conmueve esta confesión.
Leí este libro hace varios años y luego compré tres ejemplares que regalé, uno de ellos a un joven. Hace pocos días me encontré a ese joven y me mostró aquel libro. Lo tenía como su libro de cabecera, lo cargaba en su morral. Me asombró y me conmovió. Él ni siquiera recordaba que yo se lo había regalado. Es un joven que emprendió la búsqueda, o la espera, a partir de Cadenas, guiado por Cadenas y por lo tanto ha tomado este texto como su Biblia. Creo que el poeta, al escribirlo, nunca pensó que alguien lo utilizara con ese fin.
Parece que los caminos del innombrable (según los místicos sólo hay un camino, pero digámoslo así, en plural) son impredecibles y misteriosos y que como afirma el mismo Cadenas: Los libros no son letra muerta como quieren los que pretenden con absurda rivalidad, oponerlos a la vida. Son seres vivos, con voz, y voz incesable.
Enmudezco ante el misterio.