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Roberto Weil un caricaturista venezolano en Africa

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Cuando uno le pregunta a un niño: “¿Qué cosas se ven en África?” sonriendo responde: “Animales”. Este fue mi principal motivo para viajar improvisadamente al continente que hoy en día conserva una fresca prehistoria. Quería acercarme a los leones del Serengeti, presenciar la espeluznante agonía de la presa entre las garras del predador, analizar las conocidas estrellas sobre la ajena sabana africana, escuchar la acústica nocturna, asustarme con los elefantes, observar a los chimpancés de Gombe, los que por 45 años ha estudiado Jane Goodall . Quería sentarme en los volcanes de Virunga, junto a los amados gorilas de Dyan Fossey, quien fue asesinada a machetazos por los cazadores furtivos. Quería subir hasta la cumbre del Kilimanjaro, la montaña más alta del continente y quería despertar rodeado de la pobreza humana más terrible.

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También estaba entre mis necesidades visitar a los tiburones blancos, fotografiarlos tras una reja sumergida. Cuando niño, nunca me dejaron ver la película JAWS; esto engendró en mí una gran fascinación hacia estos tiranosaurios marinos. Así que forzosamente planifiqué un salto del continente negro hasta Australia. Más adelante, por medio de la revista National Geographic y por medio de VALE TV, me enteré con sorpresa y alegría que no era necesario viajar a Australia para ver este singular conglomerado de dientes. En la misma África, específicamente en Gansbaai, Sudáfrica, existe una generosa y protegida cantidad de tiburones blancos junto a un señor llamado Andre Hartman, veterano submarinista que se gana la vida acercando turistas a tan escasos centímetros de las legendarias mandíbulas, que uno puede olerles el aliento.

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De modo que ya tenía muy claro las cosas que quería ver y los lugares donde se ubicaban, sólo me faltaba decidir mas o menos el trayecto del viaje y el punto de partida. Fue entonces cuando me topé con una frase que condensaba perfectamente lo que yo quería ser, en lo que yo quería convertirme: “Vagabundo en África”. En Las Novedades de la plaza de El Hatillo me encontré con el libro de Javier Reverte que lleva tal frase por título. En el libro, Javier narra su interesante periplo de dos meses por el continente de una manera tan amena y didáctica que pude leer sus cuatrocientas páginas en apenas dos semanas. El recorrido que describía pasaba exactamente por los lugares que yo quería visitar. No podía creer la coincidencia, no tuve duda de que Dios lo puso en mis manos como un último empujón. Decidí caminar tras los pasos de Javier Reverte y conocer no sólo lo que yo deseaba sino también lo que él jovialmente describía con lujo de detalles: parques, plazas, playas, hoteles, carros alquilados, trenes, ciudades, cementerios, tribus zulúes, campos de batallas históricos, “El corazón de las tinieblas”…

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En dos semanas arreglé mi pasaje, me vacuné contra lo que me exigían y adelanté tres semanas de caricaturas para TalCual, el periódico donde trabajo. En un pequeño morral metí mi cámara de 35 mm,mí trípode, dos cuadernos, mis acuarelas y el libro. También metí el hilo dental, el cepillo y la pasta de diente, un jabón Las Llaves, una pequeña muda de ropa y mis pastillas Tempra. “Si me llega a hacer falta algo más lo compro por el camino” æpensé. Llamé a Ramón, mi taxista, y con la pinta de alguien que va a pasarse un fin de semana en la isla de Margarita salí por la puerta del jardín de mi casa a esperar el carro que me llevaría al aeropuerto. Estaba temblorosamente feliz y en compañía de mi corazón. El viaje comienza cuando llega el taxi.

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Mi vagabundería duró tres meses. En un constante conflicto por hallar la manera más eficiente de cargar mis pocos peroles, faxeando mis dibujos al periódico y apropiándome de cada impresión, pude llegar a todos los lugares que había soñado… excepto Ruanda. Un asalto en Johannesburgo y la sensación de verme reflejado como un dólar en las pupilas de quienes babosamente me observaban causaron suficiente terror en mí como para desistir de llegar hasta ese país, un territorio donde todavía se vive la guerra civil.

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Un año y pico después, y con el imaginario deber de hacer algo con esa experiencia, he concluido este trabajo donde, basándome en mis dos diarios, plasmo a través de dibujos, pinturas, esculturas, fotografías y escritos: tiburones, guerreros zulúes, soldados ingleses, safaris, asaltos, chimpancés, playas, leones, trenes, ciudades, y todas aquellas vivencias que más fácilmente recuerdo.

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Roberto Weil Viso nace en Caracas el último día del primer mes de 1967. Ingeniero Industrial de la Universidad de Massachussets, Amherst. Premio Nacional de Caricatura 2001 “Pedro León Zapata”. Ha publicado sus dibujos en El Nacional, El Universal, Dominical (suplemento de Últimas Noticias) y Exceso entre otros. Actualmente realiza la caricatura de opinión del vespertino TalCual. Ha realizado dos exposiciones individuales: “30 dolores y alegrías” (1999) y “Tocando Guitarras” (2001), en ambas utilizando los mismos medios: pintura, dibujo y escultura. Un muestrario de sus dibujos se puede ver en:(%=Link(«http://www.weil.com.ve/»,»www.weil.com.ve»)%)

La exposición es en el Centro de Arte La Cuadra
3a avenida con 7a transversal hasta el 17 de julio
Telf:286-2262

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