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Se fue la Gran Dama del cine norteamericano

En menos de dos semanas el mundo del cine perdió a dos grandes figuras: primero fue Gregory Peck, el apuesto ‘caballero del cine’, y ahora nos deja ‘la gran dama de Hollywood’, Katharine Hepburn, la actriz que ha ganado más premios de la Academia y la única sobreviviente de la época del cine silente, pues se inició en la actuación en 1928, aunque fuera en una obra teatral. Su elegancia y belleza, sus polémicas opiniones y su legendaria independencia, fueron la inspiración de muchas actrices que han pasado por Hollywood desde los inicios del cine sonoro.

Con una discreta experiencia teatral, KH entró en el cine por la puerta grande, haciendo su primera película en 1932 con el galán más célebre de Hollywood, John Barrymore (bisabuelo de la actual luminaria Drew Barrymore). La cinta se llamó “Sentencia de divorcio”, tema que preconizó su propia separación a los 6 años de matrimonio de su único marido -un ricachón de Filadelfia- pues nunca se volvió a casar. Pero por casi tres décadas fue la notoria amante de otra leyenda del cine, el recio actor Spencer Tracy, quien estaba casado y –católico al fin- no quería abandonar a su esposa, víctima de una enfermedad crónica.

Una relación insólita

La Hepburn y Tracy se enamoraron en el plató de su primera película juntos, “La mujer del año” (1941) y fueron co-estrellas en ocho películas más, siendo su última colaboración en una discutida cinta a fines de la década de los 60, cuando arreciaba la lucha por los derechos civiles. Nos referimos a ¿Sabes quién viene a cenar?, de Stanley Kramer, donde interpretaron a una pareja madura que enfrenta la súbita noticia de que su hija piensa casarse con un médico de raza negra. Compartieron honores con otro gran actor, Sidney Poitier, quien hizo el papel del pretendiente de la hija, interpretada a su vez por Katharine Houghton, la sobrina más querida de la Hepburn en la vida real. En una entrevista en el programa de Larry King, la sobrina reveló que su tía estuvo siempre enamorada de Tracy, a pesar del carácter fuerte de éste y su afición al alcohol. Asimismo reveló que KH estaba a su lado –y no la consorte- en el lecho de muerte del actor, pero se abstuvo de asistir al sepelio por respeto a la familia.

En sus años de virtual concubinato –Tracy mantenía dos residencias ubicadas a poca distancia en Hollywood- KH siempre contestaba a la prensa “sin comentarios” cuando se le preguntaba sobre esa extraña relación, indiferente a las críticas que se le hacían en una época todavía crítica de las relaciones extramatrimoniales. Mientras tanto, Tracy le aseguraba a su esposa que los chismes de la prensa eran “sólo rumores”, aunque ella debió presentir su infidelidad por las frecuentes ausencias del hogar, no siempre relacionadas con sus compromisos de trabajo. Después de la desaparición del actor, KH siguió inhibiéndose de comentar sobre su largo romance con Tracy, pero a la muerte de la viuda ya no evitaba las preguntas de la prensa y empezó a revelar sus intimidades –siempre en tono sobrio y respetuoso- en sus libros autobiográficos.

Una carrera llena de honores

Katharine Hepburn fue una de las primeras actrices en ganar un Oscar, en 1933, por la película Morning glory, pero luego tardó 34 años en volver a recibir otro galardón, al merecerlo por la cinta mencionada de 1967 con Tracy y Poitier. El anciano Tracy murió dos semanas después de terminar el rodaje de esa película, pero aunque no le dieron un Oscar por su papel, ST ya había ganado dos estatuillas seguidas en los años 1937-38, por sus memorables roles en Capitanes intrépidos y La ciudad de los muchachos. De haber vivido un año más, hubiera presenciado la repetición de esa hazaña por parte de su amada Katharine, pues ésta volvió a ganar el Oscar como la mejor actriz de 1968, interpretando a una reina destronada en el film El león en invierno, junto a Peter O’Toole. Incidentalmente, esa vez KH tuvo que compartir el honor con Barbra Streisand (Funny Girl), pues ambas empataron ese año en la votación para escoger a la mejor actriz. (Incidentalmente, sólo otra vez hubo un empate en la historia de la Academia, en 1932, cuando fueron premiados para mejor actor a Wallace Beery y Fredric March).

Pero la aguerrida actriz no se durmió en sus laureles, y siguió trabajando duro hasta llegarle otro papel que le calzaba al dedillo, el de una anciana esposa que cuidaba al envejecido Henry Fonda en “Los años dorados”, donde ambos actores ganaron sendos Oscares, ella a sus 74 años. (Sólo una actriz sería más vieja que KH al ganar el Oscar, pues Jessica Tandy –otra gran dama de Hollywood- lo ganaría a los 80 años por Conduciendo a Miss Daisy). Esa película fue una emotiva experiencia pues le recordaba sus últimos años con Tracy, donde cuidaba del actor durante su penosa enfermedad. Curiosamente, Fonda también murió poco después del rodaje de Los años dorados, y siempre comentó que trabajar con KH fue la mayor satisfacción de su carrera.

Hasta el 2002, la Hepburn empataba con Meryl Streep con 12 nominaciones cada una al Oscar de la Academia, pero esta última la aventajó este año al recibir la 13ª nominación por “El ladrón de Orquídeas” , aunque KH ganó todas sus nominaciones y galardones por papeles principales. Así, hasta la fecha, KH conserva el record de cuatro estatuillas como actriz principal, algo debidamente asentado en el libro de Guinness. Para críticos y fanáticos, es un justo reconocimiento al talento actoral de KH, sin contar las decenas de premios y honores en otras instituciones del medio cinematográfico. Es curioso el hecho de que, en sus inicios cinematográficos, algunos consideraban a la Hepburn como “veneno en la taquilla”, sin imaginar la triunfal carrera que le esperaba.

Un notable curriculum

Con esa excepcional trayectoria fílmica, KH puede considerarse parte de la realeza femenina de Hollywood en la época de oro, junto a actrices de la talla de Greta Garbo, Bette Davis, Joan Crawford, Greer Garson, Grace Kelly, Deborah Kerr y Audrey Hepburn (de paso, esta última no tiene relación familiar con KH). Pero, a diferencia e éstas, lo admirable es que KH siguiera trabajando hasta cumplir sus 87 años, cuando hizo su último gran papel en Love affair (un ‘remake’ de la famosa cinta Algo para recordar) con Warren Beatty y Annette Bening. Para sus admiradores, fue conmovedor verla interpretar a la anciana tía de Beatty, donde le daría consejos a la Bening, con su tierna mirada y porte tembloroso, viviendo como una ermitaña en una isla del Pacífico, un reflejo de como ella vivía últimamente en su casa campestre de Connecticut. Al despedirse de la pareja de enamorados en la película, muchos presintieron que sería el adiós de KH al cine, dada su avanzada edad.

Pero ella ya había hecho, en sus mejores años –además de las premiadas- toda una serie de películas memorables, tales como Mujercitas, Una historia de Filadelfia, La reina africana, María Estuardo, Locura de verano, El hacedor de lluvia, De repente en el verano, La loca de Chaillot, Rooster Cogburn y –una de sus favoritas- la versión fílmica de la obra teatral de O’Neill, Un largo viaje hacia la noche, donde recordaría su afición al teatro. Aún siendo setentona, en los años 80 trabajó en Broadway en media docena de obras teatrales -incluyendo una de Shakespeare- asombrando a todos al recordar fielmente, noche tras noche, los diálogos completos, siendo el teatro una prueba de fuego para cualquier actor, máxime a una edad cuando la memoria empieza a fallar. Aún cuando muchas de sus películas no fueron taquilleras o incluso perdieron dinero, KH insistía en escoger sólo papeles sustanciosos, sin importarle el éxito comercial. Sin embargo, recuerda con agrado que en sus papeles románticos le acompañaron en sus films –además de su amado Tracy- algunos de los galanes más célebres del cine, como Cary Grant, James Stewart, Humphrey Bogart, Rossano Brazzi, John Wayne y Burt Lancaster, antes de empezar a dársele roles más acordes con su respetable edad.

Con esa extensa carrera fílmica y teatral, junto con varias películas para la televisión -donde compartió honores con artistas de la talla de Laurence Olivier y Anthony Quinn- KH deja un recuerdo imborrable en las artes escénicas, como pocos artistas en la historia de Hollywood, pues aún sin ser una beldad sensual –siempre vestía pantalones- exhibía una cierta fascinación en público por su carácter, picardía, dignidad e inteligencia. Para muchos, fue el icono de la orgullosa mujer profesional e independiente del siglo XX.

Rasgos de una vida simple

La actriz confesaría recientemente que la mayor satisfacción de su vida la experimentó al participar en 1986 en un homenaje a Spencer Tracy, su verdadero compañero de vida a pesar de que no estuvieran casados y no tuvieron hijos juntos. Se llamaban Spense y Kate en la intimidad y se consideraban complementarios e inseparables, tal como se mostraban en la comedia romántica La costilla de Adán, donde interpretaron a una pareja de abogados que se enfrenta en un juicio legal. Según los que la conocen bien, su éxito sentimental se basó en tolerarse mutuamente sus defectos y hábitos mientras competían por los honores profesionales. Usando un metáfora gastronómica, KH retrataba a su amante como “hamburguesa y papas fritas”, mientras ella se consideraba como un “delicioso platillo francés”.

Al preguntársele hace poco sobre sus vivencias, KH diría: “Siempre viví la vida como quise…no cambiaría nada, pues no tengo remordimientos”. Y en torno a su longevidad, agregó: “No le temo a la muerte, debe ser maravilloso… así como un largo sueño… pero lo que importa es cómo se ha vivido”. Son ejemplos de la sencilla sabiduría de una persona intensa y talentosa, que vivió una vida productiva, llena de cariño y admiración. Dos notables gestos de aprecio fueron el pésame personal enviado por el presidente Bush -expresando seguramente el sentir de la nación- mientras las luces de Broadway –donde se inició hace seis décadas- se opacaron por unos minutos el martes siguiente por la noche. En un medio donde una buena filmografía es una garantía de inmortalidad, sólo queda por decir: “Hasta siempre, Katharine la grande.”

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