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Taller Critico Cadáver exquisito

 

“Mientras un escritor escribe para saber qué es la literatura, un crítico trabaja en el interior de los textos que lee para reconstruir su autobiografía…como mi personalidad es plural y ambigua y mestiza y básicamente es una combinación de experiencias(mías y de otros) y de lecturas”.

Enrique Vila-Matas: El mal de Montano.

Barcelona: Anagrama,2002,p.107

 

Si hay un nombre en nuestra narrativa que los lectores deben tener bien en cuenta es el del maracucho Norberto José Olivar(1964), historiador, escritor, profesor universitario y por sobre todo el gran recreador, dentro de la prosa de ficción, de las destacadas figuras de la ciudad de Maracaibo, hecho desde un ángulo personalísimo. Tal los casos del poeta Ismael Urdaneta(1885-1928) o del ductor Jesús Enrique Lossada(1892-1948). Cultor también es Olivar de la literatura del terror, de hecho saltó al pleno conocimiento nacional, con su espléndida novela Un vampiro en Maracaibo (Caracas: Alfagura,2008.256 p.). Ello después de sus primeros magníficos libros, entre los cuales resaltan los relatos de La ciudad y los herejes(Maracaibo: Universidad Católica Cecilio Acosta,2004.178 p.).

Ahora vuelve a los personajes de su urbe con su novela Cadáver exquisito(Caracas: Alfaguara, 2010. 187 p.), es un libro sobre el poeta y periodista zuliano Hesnor Rivera(1928-2000), una novela biográfica la podríamos llamar. Esto es una primera instancia porque la obra tiene otras caras, fascinantes también, sobre todo su extensa y honda reflexión sobre el arte de lo literario.

Debemos iniciar nuestra lectura señalando que en Cadáver exquisito, en medio de sus mil gracias, hay un memorable trozo, un impecable fragmento, el mejor de todo el libro(p.103-110).

 

LO HUMANO DE LA LITERATURA

 

Si algo le da un lugar muy especial a Cadáver exquisito en nuestras letras actuales es el hecho de que en este libro Olivar atrapa aquello en lo que poco se repara: la historia real y viva de los escritores, este es el asunto central del libro. Así esta es, en primera instancia, una recreación sobre el hecho de ser escritor y en segunda sobre uno de ellos y sobre sus compañeros creadores. Así Cadáver exquisito constituye la historia de la insurgencia de una generación, la primera contemporánea de Zulia, el grupo Apocalipsis, aunque se ha dicho que fue fundado allá en 1957, el mismo año  del inicio de la gestión del grupo Sardio en Caracas, los investigadores literarios actuales lo retrotraen a 1955 fecha en que indican se inició también Sardio, ambos tuvieron, dicen, sus orígenes en el grupo Equinoccio, intentado en Caracas sin suerte(“Apocalipsis”, en revista El Salmón, Caracas, n/7,2010,p.2-3).

De todas maneras es necesario señalar también que nuestra literatura de la década del cincuenta tuvo su origen en el número primero y único de la revista Cantaclaro(1950), publicada en el mes de Enero de  ese año, gaceta inmediatamente decomisada por la policía política de la dictadura, la Seguridad Nacional. Fue editada en la imprenta de la Editorial Ávila Gráfica de José Agustín Catalá(1915), Hoyo a Santa Rosalía,18-1, en Santa Rosalía. Varios de los que serían miembros de Sardio escribieron en ella, como Guillermo Sucre(1933) y Francisco Pérez Perdomo(1930). También se pueden ver en los ejemplares salvados de Cantaclaro, uno de los cuales tenemos en nuestras estanterías, colaboraciones de Jesús Sanoja Hernández(1930-2008), de nuestro inmenso poeta Rafael José Muñoz(1928-1981) y del ensayista José Francisco Sucre(1931) entre otros. Ductor de todos ellos fue el poeta y crítico Juan Liscano(1915-2001) quien también colaboró en Cantaclaro.

Esto explica la lucha, en medio de la censura de la autocracia en Caracas por fundar un grupo y una revista literaria, pudo ser Equinoccio y fue más tarde lo fueron Sardio en Caracas y Apocalipsis en Maracaibo. Fue esta la razón del por qué la gran figura femenina de Sardio, Elisa Lerner(1932), escribió que la de ellos era la historia de una generación postergada.

Apocalipsis fue fundado por Hesnor Rivera y sus compañeros César David Rincón(1930-1992), Miyó Vestrini(1938-1991), sin duda la mayor creadora entre todos ellos, Atilio Story Richardson(1937-1991), Laurencio Sánchez Palomares(1929-1968), Régulo Villegas (1931-2001), Néstor Leal(1936), Ricardo Hernández Ibarra(1937), Ignacio de la Cruz(193?-2001) y Alfredo Añez Medina(1938-1993). Fueron, se lee en Cadáver exquisito, “los primeros surrealistas agrupados en el país”(p.56). Esto último no es exacto pues en el grupo Viernes(1939-1941) hubo ya un destacado poeta surrealista como lo fue Luis Fernando Alvarez(1901-1952), especialmente por su poemario Soledad contigo(Caracas: C.A.Artes Gráficas,1940.39 p.) y más tarde, sin duda, Juan Sánchez Pelaez(1922-2003), el autor de Elena y los elementos(Caacas: Tipografía Garrido,1951.46 p.) y José Lira Sosa(1930) con su Fiat luz y otros poemas(Maturín:Imp. Ideales, 1954.25 p.), ambos aparecen como personajes en País portátil(Barcelona: Seix Barral,1969.278 p.) de Adriano González León(1931-2008).

Al hacer la memoria de estos escritores, desde el recuerdo de la vida de Hesnor Rivera, el protagonista de Cadáver exquisito, se hace amplia referencia al surealismo, a su influencia en ellos y a la figura de su fundador, el francés André Breton(1896-1966). Fue el surealismo una de las grandes corrientes de la literatura del siglo XX, siempre recordada por los Manifiestos del surrealismo(Madrid: Guardarrama, 1969.338 p.) de Breton, el primero de 1924, el segundo de 1930 y por su novela Nadja(1928, México: Joaquín Mortiz,1967.119 p.), hace poco reexaminada por Mario Vargas Llosa(1936) en La verdad de las mentiras(Madrid: Alfaguara,2002,p.103-112). Tenemos nosotros aquí también el libro de Anna Balankian: André Bretón, el mago del suarelismo(Caracas: Monte Ávila Editores,1976.403 p.). Siempre estará presente, al hablar de Breton y lo hecho por él, su apotema, con el que se cierra Nadja, “La belleza será convulsa o no será”(p.119). Además, la creación de “cadáveres exquisitos” fue acción siempre hecha entre los surrealistas, y desde luego por la gente de Apocalpsis, y más tarde en Caracas por los miembros de El techo de la ballena(1961-1967), al crear sus poemas colectivos en el que cada poeta escribía un verso.

Y, desde luego, y eso lo hallamos en Cadáver exquisito, como toda generación debe reaccionar contra sus antecesores, en especial contra los grandes ídolos, era imposible que estos no lo hicieran, especialmente en Maracaibo con el poeta Udón Pérez(1871-1926), este pesaba demasiado en ellos, tenían que criticarlo, incluso ásperamente, para afirmar sus personalidades creadoras.

Pero a la vez Cadáver exquisito es un libro sobre un escritor y sobre los escritores en general, de allí las muchas reflexiones que el narrador de Cadáver exquisito traza en uno de sus más estimulantes capítulos(p.100-110).

 

EL HOY LITERARIO

 

Cadáver exquisito también nos pone en el lugar de la más acuciante reflexión sobre la novela y lo literario que tenemos en la actualidad creadora, y no solo en la de la lengua castellana. En las letras hispanas eso lo representa el catalán Enrique Vila-Mata(1948) con sus libros Bartleby y compañía(Barcelona: Anagrama, 2001.179 p.) libro verdaderamente genial, obra citada en Cadáver exquisito, El mal de Montano(Barcelona: Anagrama,2002.317 p.) y ahora en la extraordinaria Dublinesca(Barcelona: Seix Barral,2010.325 p.), no ha circulando aun en nuestro país. En Dublinesca a partir de El mar de Sirtes(Barcelona: Seix Barral,1982.331 p.) de Julien Gracq(1910-2007), leemos que los “cinco elementos que consideraba imprescindibles en la novela del futuro…eran: intertextualidad; conexiones con la alta poesía; conciencia de un paisaje moral en ruinas; ligera superioridad de estilo sobre la trama; la escritura vista como un reloj que avanza” (Dublinesca,p.15). Esto, veremos, tiene plena vigencia para entender a Cadáver exquisito desde el punto de vista que este libro es a la vez reflexión sobre la literatura al igual que una novela en la novela.

Para cerrar aquí: hay en estos días dos otras reflexiones sobre lo literario y el arte de escribir que hay que tener muy en cuenta: la de la española Rosa Montero(1951) en La loca de la casa(Madrid: Alfaguara, 2003.275 p.) y la del turco Orhan Pamuk(1952): La maleta de mi padre(Barcelona: Debolsillo,2007.97 p.).

De hecho aquí Olivar maneja un concepto de la ficción que ya aparece en otro de sus libros, sobre todo cuando leemos: “cuando la ficción tiene el poder de la vida, se transforma, pasa de un estado a otro y se convierte en realidad, porque la realidad no es más que la suma de todas las ficciones. Todo lo que soñamos parte de ka realidad, y la realidad de lo que soñamos, los límites no existen. Lo divino igual que lo monstruoso, lo fabricamos de elementos conocidos” (Un vampiro en Maracaibo,p.148).

 

MARACAIBO

 

La esencia del mundo creado por Olivar es la ciudad de Maracaibo, es su tema y en su interior están las sombras tutelares de la ciudad: Rafael María Baralt(1810-1860), el historiador, poeta, crítico y gramático, el de la prosa perfecta elogiada por José Antonio Ramos Sucre(1890-1930), ¡nada menos!; el novelista indianista, único en nuestra literatura, José Ramón Yepes(1822-1881); el poeta Udón Pérez, avasallante figura; el creador de los Poemas de la musa libre(Caracas: Taller Gráfico,1928.80 p.) Ismael Urdaneta, evocado por Olivar en el mejor texto de La ciudad y los herejes(p.123-146), “Monsieur Ismael”; el ensayista Jesús Enrique Lossada; la primera poeta erótica de nuestras letras María Calcaño(1906-1956), especialmente por sus Alas fatales(Santiago: Nascimento,1935.146 p.), el principal de sus libros, allí está todo lo que fue esta luminosa mujer.

Pero si ello es así, también domina la mirada de este novelista la exploración del propio misterio de la ciudad.

Y en el caso de Cadáver exquisito el recuento de la vida de un poeta de la ciudad, quien a través del surrealismo, intenta “llegar a la verdad y a la libertad por la vía del arte”(p.35). Pero esta novela es a la vez el discurrir de la vida de otro escritor, el narrador, que atraviesa su propio laberinto mirándose en el espejo del hacer de otro escritor.

 

NOVELA EN LA NOVELA

 

Novela en la novela hemos dicho que es Cadáver exquisito. En ella vemos a quien la crea realizándola frente a la página en blanco, o frente a la ventana del computador.

Y lo hace con las dudas propias del creador, más en este caso en que nos ofrece un libro híbrido, cuyo vientre por ello es muy rico como siempre sucede en lo heteróclito, “Yo no espero que crean, al fin y cabo, esto no es una novela”(p.24).

Lo vemos trabajar como en este pasaje: “Garabateaba este inicio pero lo deseché. Mi problema estaba en que no conocía Santiago de Chile y me incomodaba tener que saltar este episodio. No hubo más opción que armarlo a través de portales turísticos y folletos de agencia”(p.27); “debo decir que he modificado en forma y no en fondo parte de lo dicho por Hesnor Rivera, solo por cuestión de fluidez y concisión, una que otra vez por conveniencia. Quizá esto rompa la ilusión novelesca y el lector recuerde que está en una novela, hasta podría percatarse de la extraña relación entre el autor y el narrador, pero ni modo, este relato lo requiere como parte de su cuerpo comprobatorio” (p.45).

Sabe este narrador, nos gusta recalcarlo, que es distinto al autor, que trabaja con una vida real, una vida que fue, ya que su personaje ha muerto, por ello además de trazar una novela biográfica crea también una novela histórica porque trata sucesos del pasado. Por ello leemos: “La cuestión es válida, en una novela histórica, según el canon tradicional cuando se diferencia entre fidelidad y autenticidad”(p.72), por no olvida que este es un relato “extraño, precariamente novelado, infestado de vagas disertaciones, de mínimas ficciones, de fragmentos torpes”(p.139).

 

DEAMBULANDO POR LAS PÁGINAS

 

Por entre las páginas de Cadáver exquisito anda un ser humano, pero eso aquello del demonio, del lucifer, del luciferino con lo cual siluetea al poeta-protagonista no es precisamente exacto, por lo menos no lo es en nuestra lectura y para nuestra comprensión. En verdad es mucho más que eso: los grandes artistas, los poetas, los escritores, al hacer su labor, su tarea, tocan la más delicadas zonas de la psiquis humana, por eso son lo que son, viven lo que viven, deben bajar al infierno, incluso a la locura, como lo dijo el gran pianista Vladimir Horowitz(1903-1989) que debió hacer para poder tocar a Robert Schumann(1810-1856), por ello a la vez  deben después subir a la arcadia, son también los santos que dice el poeta colombiano Juan Gustavo Cobo Borda(1946). Ello es posible porque sus sensibilidades son exquisitas va a lo más bajo y a lo más alto, sino no podrían crear. Por ello leemos aquí: “Shakespeare escribió que el ojo del poeta, al pasear su mirada entre el cielo y la tierra, contemplando fenómenos desconocidos, acaba dándoles forma con su imaginación”(p.25), es así como entran en el rumor secreto de las cosas, de los hechos, de los seres humanos, por ello es que tocan sus cuerpos e iluminan sus almas. Ese es el camino de la creación literaria, es por ello que tantas veces leer poesía es rezar. Quizá, como en el verso de Hesnor Rivera, “Para lo único que sirven las palabras/es para quedarse a solas y callar”(p.108). Todo el que escribe debe vivir su tiempo de callar, aquel que dijo nuestro Hernando Track(1926-1981) en su mejor libro, así titulado, demasiado olvidado hoy.

Fue siempre Hesnor Rivera, como todo escritor, un rebelde, sabía que la rebeldía es creadora, que el mundo ha cambiado gracias a los disidentes, pero era “también un donjuán a la deriva, más solitario, más cansado”(p.120).

Así aquí en Cadáver exquisito vemos el vivir de un poeta desde muy temprano en su vivir, desde aquellos días en que “con la obstinación irrebatible de un adolescente, [supo]que sería poeta”(p.15), lo que hacía “era un intento de llegar a la verdad por la vía del arte”(p.35), sintió “unas ganas terribles de encerrarse en la pequeña oficina asignada a escribir y fumar hasta desvanecerse”(p.52) y “arrancaba a escribir sus versos surrealistas…Dicen que pasaba meses con un mismo poema, que lo oían gruñir, furioso por no haber dar con la palabra o la imagen necesaria”(p.53), pudo expresar: “Soy, pues, militante de la ausencia, un fantasma, un recuerdo, pero aun existo. Eso sí”(p.48), comprendió que “la palabra no es más que un instrumento de libertad…tan cabal que puede ser escudo y lanza contra la muerte. Debemos vivir para nuestros sueños”(p.53).

En su juventud, ya periodista de Panorama, “su experiencia literaria en París: Francia sigue siendo el lugar ideal para el hallazgo de cosas nuevas, pero en poesía después de la revolución surealista no se ha producido ningún otro movimiento poético de altura. El surealismo continúa siendo la vanguardia”(p.115): así fue para ellos, al menos para ellos, otras aguas han pasado después a través del río heraclitano de la literatura.

Supo siempre “que su destino era recorrer las calles y los largos callejones de Maracaibo que conducían a las casas de las mujeres que pudieran amarlo”(p.120), y  a quien escribirles sus poemas apoyando el papel sobre sus espaldas desnudas.

“Pensaba, Hesnor, que no se podía escribir verdadera poesía desde la comodidad de un sofá…había que salir a la intemperie…mirar desde dentro de otras gentes, lejanas, distintas”(p.178).

Y pese a ser, como dijo Paúl Valery(1871-1945) “que un hombre que escribe  nunca está solo” terminó estándolo, fue en los tiempos finales de su vida un hombre melancólico(p.175), uno de aquellos que describió, en el siglo XVII, Robert Burton(1577-1640) en su Anatomía de la melancolía(1621, Madrid: Alianza Editorial, 2011. 491 p.). Y supo, siempre, que “cuando un hombre se prepara para la muerte, tan solo cuenta con su propia soledad como soporte. La memoria se convierte en el único instrumento para conciliar consigo mismo los encuentros y desencuentros de cada instante de vida, convertidos, por azar recurrente, en destino”(p.180). Para ese momento era el poeta de Maracaibo, había construido, desde el periódico, en donde trabajó siempre, “su leyenda, hacer que la gente lo viera tal como había imaginado en sus estrafalarios delirios”(p.151). Y, en aquellos tiempos finales, pudo también recordar a sus compañeros de Apocalipsis en “aquellos días de cadáveres exquisitos”(p.75).

 

Junio 13,2011

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