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Fabricantes de móviles huyen de la crisis venezolana por William Peña

El barco se hunde y todos corren, los buenos, los menos buenos y, por supuesto, los malos. Ni siquiera la baratija china, esa que invade las economías en destrucción, quiere pisar Venezuela.

Lo que está pasando aguas adentro del sector de las telecomunicaciones y de todo el entorno que en algún momento lo llevó a ser el más próspero del país, es sencillamente lamentable. Al hecho de la escasez de divisas para que las operadores puedan mejorar sus plataformas y servicios, se suma la estampida de empresas fabricantes de teléfonos móviles, con sedes locales y empleos formales, que tomaron la decisión de apagar las luces en el país, pues no vieron otra opción, incluyendo los esfuerzos en estudios, proyectos y sueños de estructurar plantas de ensamblaje de equipos, que nunca llegaron a consolidarse (Samsung, BrightStart, etc)

Samsung, LG, Sony, HTC, Nokia, Blackberry y recientemente Alcatel OneTouh, son algunas de las más importantes empresas proveedores de equipos móviles a los operadores y mayoristas en Venezuela,  que decidieron migrar sus sedes al vecino país Colombia, mientras que otras hicieron lo propio hacia Panamá o Miami, dejando en Venezuela apenas un representante o distribuidor (en algunos casos a nadie) a la espera de que las cosas mejoren para tomar decisiones y, en algunos casos, para intentar cobrar lo adeudado.

Y es que con ellas partiendo, sólo quedan decenas de desempleados profesionales y, de forma indirecta, cada día,  centenares de emprendedores y pequeños comercios y relacionados sin negocios, también bajando sus santamaría. Para muestra, los agentes autorizados de Movilnet, Movistar y Digitel, que cada día son menos y los pocos abiertos  no tienen nada que ofrecer. Los teléfonos brillan por su ausencia, incluyendo los Vtelca y Orinoquia en el caso de las empresas del Estado.

Pero ante un Gobierno indolente, al que parece importarle poco lo que está pasando en la economía, en todas sus áreas, las empresas saben que salir es la mejor opción, pues quedarse es perder mucho más.

Las operadoras desde hace tiempo no tienen nada que ofrecer y lo poco que otorgan a sus clientes se mueve entre baratija china (marcas de teléfonos sin mayor avance, con los peores materiales puestos en su elaboración y con el hardware más obsoleto) y un par de marcas, también chinas, que son las únicas que se quedan en el país, por ahora, pero que también son las únicas que se benefician de los convenios entre países y, por supuesto, del chanchullo que ello implica, de la facilidad del disfrute de un dólar a Bs.6,30, pero que cuando venden el equipo lo elevan al precio del dólar paralelo. Ellas son Huawei y ZTE, dos insignias chinas en telecomunicaciones, que forman parte de la fiesta del desastre con beneficio exclusivo para ellas y para sus lobbystas.

¿Pero a quién le importa? Tal vez a muchos, pero a los que debe darles urticaria por el desastre, tal vez forman parte de la fiesta y se benefician a montón.

Mientras tanto, las deudas contraídas por parte de las operadoras y el Gobierno, terminarán siendo lanzadas por las matrices de esas empresas que confiaron en el país como fondos perdidos, pues así como American Airlines, Ford y otras compañías, saben que esos montos adeudados a una tasa extremadamente superficial, son imposibles de honrar ni por el mejor Gobierno que el país pudiera tener en los próximos meses.

Las distribuidoras como BrighStart, que llegaron a tener  hasta 500 millones en saldo adeudado por parte del Gobierno Nacional por la venta de productos, también parecen haber dado eso por perdido. Ellos también se redujeron a la mínima expresión.

Y es que Telecom Venezuela, la central de compras del Estado que tenía la obligación de administrar las divisas para la adquisición de equipos para el sector (operadores, mayoristas, distribuidores depositaban los bolívares para que la empresa, vía BCV pagara los productos en dólares), sencillamente desapareció los bolívares, pero tampoco pagó los dólares a los proveedores.

Por ello, los proveedores decidieron marcharse, pues por un lado sabían que las deudas no serían honradas y, por el otro, que no tendrían más opciones para importar equipos, ni con fondos propios, menos ahora que los entusiastas de las mesas de telecomunicaciones (el mismo cuento de hace tres años), con Manuel Fernández y Jorge Árreaza a la cabeza, propusieron al sector empezar a producir los equipos localmente, pero sin darles garantías de divisas para importar la materia prima ni fondos para montar las plantas de ensamblaje. Y es que los Ministros juran que una planta de ensamblaje es similar a la que tienen en la Carlota, llamada Orinoquia, que lo único que hace es atornillar el hierro del equipo a la carcaza y colocar la pila al teléfono.

En Venezuela, la crisis del sector es profunda y aunque algunos piensen que con importar baratija china o equipos tapa blanca sin homologación, con graves consecuencias ambientales por los materiales que usan, la cosa se resuelve. Parece que no tienen idea de que, cada equipo que ingresa a la red sin la respectiva homologación, es un impacto que deteriora el servicio de miles y, poco a poco, de millones.

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