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Un domingo cualquiera – Any given Sunday

«On any given Sunday you’re gonna win or you’re gonna lose. The point is — can you win or lose like a man?»

– Tony D’Amato

(%=Image(3070752,»L»)%) Acostumbrados como estamos, a que este director nos presente controversiales y polémicos temas, nos acercamos a Any given sunday, con una sospecha a priori. ¿Qué extrañas revelaciones sobre el deporte más rudo y quizá, más popular de los Estados Unidos nos esperan? ¿Qué crítica a los medios y al dinero, nos mostrará esta vez? Como se sabe, Stone se jacta de develar la verdadera naturaleza del poder y la moral estadounidense, tiene fama de no tener pelos en la lengua, y de ser un gran liberal. Pero esta vez, el centro de su ataque, no es el gobierno propiamente dicho (como en Salvador, JFK, Nacido el 4 de julio, o Nixon), ni tampoco la cultura americana y sus medios de comunicación social, que tanto los mediatizan (como en La radio ataca el mundo, o Asesinos por Naturaleza); sino más bien, el deporte y la industria que se esconde tras de sí.

Por un lado tenemos a un maduro entrenador, Tony D’Amato (Al Pacino) que luego de tres décadas, sigue conservando el espíritu y la valentía de un deporte que cada día más, es una empresa de publicidad. Como su mayor contrincante, está la Sta. Christina Pagniacci (Cameron Díaz), hija del difunto dueño, y que pretende conseguir muchos dólares a cuesta del fútbol americano. Para ella, los Tiburones de Miami, no son más que una fábrica de verdes, muchos verdes. Y en el medio de estas dos fuerzas, se encuentra el equipo, más de 20 jugadores que han dado lo mejor de sí, tras quince años de sacrificio; Jack «Cap» Rooney (Dennis Quaid) un quarterback de 39 años, a quien la dueña no quiere, porque ya no vale nada en el mercado libre; «J Man,» Julian Washington (LL Cool J), el mejor corredor del terreno; Luther «Shark» Lavay (Lawrence Taylor), jefe de la defensa y gran pared ante los touchdowns del enemigo; y el inseparable coach de defensa, Montezuma Monroe (Jim Brown) amigo de Tony desde los tiempos en que ambos, corrían dentro del terreno.

A esta larga lista, debemos agregar, al ortopedista del equipo Dr. Harvey Mandrake (un terrible James Woods), cuyos diagnósticos se adaptan a las exigencias del mercado; un médico internista, Dr. Ollie Powers, novato (otro terrible Mathew Modine), con ética y dignidad; un coach enérgico, rubio, joven y a la órdenes de la gran jefa; y el novato del año, Willie Beamen (Jamie Foxx), nuevo quarterback, máquina de hacer dólares, fans, amigos, enemigos, y pésimo líder de un equipo, que de no ganar, al menos una vez, dirá adiós a las semifinales. Súmesele a esto, el gran casting del resto del equipo, y tendrá literalmente “un buen equipo”.

Pero para la ama, el nuevo jugador es la panacea. Es agresivo, rompe las reglas para lograr el triunfo, y muy bien podría ser vendido por una considerable cifra. Todo lo que un equipo de tradición, detesta y repudia. Pero así es el deporte, entretiene al público, y hace ricos a sus dueños.

Hasta este punto, ya bastante largo en cuanto a duración (esta es otra más de esas películas que duran más de dos horas), lo único que esta película tiene del señor Stone, es la edición. Cortes rápidos, mezclas de texturas, mezclas de diferentes momentos narrativos en una sola secuencia, y uno que otro buen chiste, siempre protagonizado por él (aquellos que no reconocen a Stone, les recomendamos buscarse una foto y estas atentos). En fin, la espectacularidad visual a las que nos tiene acostumbrados, el creador de la películas más postmoderna de la historia: Asesinos por Naturaleza.

Sin embargo, no se confíe, es una película de Oliver Stone. En algún momento la moraleja aparece, la máscara de liberal se cae, y queda la verdad desnuda de un hombre, que decidió hacer trabajo social a través del cine (cosa que no estoy criticando, acoto). Veamos.

Primero, la dicotomía tradición versus comercio; estelarizada por el entrenador y la dueña. Él es maduro, apegado al pasado glorioso del deporte que más ama, rodeado de fotografías en blanco y negro, y que abandonó todo por lo que más quiere: jugar fútbol. Ella, es joven, hermosa, rica heredera, que no cree en el juego, sino en las ganancias que éste depara, y por esta razón, perder, es una herejía. Pasado versus presente. Pasión versus espectáculo. Y al final, los valores triunfan. La joven se da cuenta, que lo único que queda en este mundo es la herencia afectiva de la familia, que no hay dinero que pueda comprar el esfuerzo de su padre, que levantó en su trópico querido, no sólo un equipo de fútbol, sino las esperanzas de toda una región, hechas metáforas en los Tiburones. El bien triunfa, la primera moraleja se impone.

Segundo. El deber versus la fama. Protagonistas, dos quaterbacks. Cap, 39 años, blanco cubierto de glorias pasadas, admirado y respetado por sus compañeros, y dueño de un cuerpo que ya no aguanta, y que ya no vende. El otro, Beamen, joven, negro, vigoroso, radical, hacedor de puntos, pero irrespetuoso de las reglas y de sus compañeros, nadie cree en él, a excepción de la dueña y los publicistas. La batalla por el puesto líder, en las semifinales, está a punto de librarse. ¿Quién ganará? Ambos, lógicamente. Cap, aprenderá que ya es la hora del retiro, y que el cargo de asesor es su última oportunidad. Beamen, sabrá que el respeto de sus compañeros es la mejor arma para anotar. De nuevo, el bien triunfa, y la segunda moraleja se impone. Vale decir, que esta lección es doble, porque en la lucha por el primer puesto, el racismo se asoma como posible lectura interpretativa. ¿Quién ha visto entrenadores negros? ¿Quién recuerda a una capitán de color? ¿Cuántos negros, entre el 90% de esta población que habita las canchas, llega a la primera página de Sports Ilustrated? Stone no podía perder la oportunidad, de hacer de esta disputa, un caso más de racismo en los deportes (que nadie niega que existe y para mejor ejemplo, véasen los latinos en el béisbol de las Grandes Ligas).

Tercero. La ética versus el dinero. Protagonistas. Dos médicos y una fila de jugadores enfermos. Mejores actores de reparto, el coach versus la dueña. Un ortopedista, que declara enfermo a Cap, para que juegue Beamen. Y declara sano a «Tiburón», para fortalecer la defensa en las semifinales. Del otro lado, un médico novato, que revela la verdad de ambos casos, y que alerta al gran jugador, sobre la posibilidad de morir en el campo, a causa de una lesión nunca sanada. Ganador, nadie. Ambos quaters juegan. Y el defensa, sale al campo arriesgando su vida, por una pensión de un millón de dólares, que sólo cobrará en caso de terminar la temporada. El defensa cae en el terreno de juego, pero no muere. El ortopedista es despedido. El joven médico ocupa su puesto (y se queda con sus rubias pretendientes), y todos son felices. Moraleja final, haz el bien, que éste te recompensará. Ja!!!!

Hay que acotar, que esta forma narrativa e ideológica en Stone no es nueva. Y no tiene porque ser juzgada peyorativamente. Lo terrible, en algunos casos, es que intente disfrazar su “conformismo”, sus ideas casi “reaccionarias”, bajo la máscara de un liberal. Que abogue por un mundo más moderno, más justo y mejor para vivir, volviendo a los tradicionales valores de la familia, el estado protector, las tradiciones, y el pasado glorioso. Estos valores, no tienen (y de hecho, no son) malos, ni caducos; pero una cosa es ser liberal, y otra es ser conservador.

Recuerde como ejemplo, la culpa implícita de la familia de Malory en Asesinos por Naturaleza (es obvio que la familia es la naturaleza, porque estos asesinos fueron creados por padres sobreprotectores y abusivos); la responsabilidad divina, que enviste al soldado-héroe en Nacido el 4 de julio; o la justicia independiente, que desenmascara al estado, pero que depende de él, en JFK. El mismo discurso subyacente en toda una carrera, en toda una vida.

La única diferencia. Esta vez fue más sincero. La escogencia de la Liga de Fútbol americano como escenario central para su planteamiento, al menos le evita la edulcorancia; amén de tocar temas, que no siempre están en las agendas de los más reputados y vistos, comentaristas. No en balde, uno de los comentaristas, es el mismísimo Stone, en un gran cameo.

Un domingo cualquiera, no es un mala película. Jamás se puede pretender eso, de un reputado y consistente director. El montaje y la puesta en escena, son impecables. Pero para aquellos que hemos seguido, durante 20 años, la carrera de este director, es harina del mismo costal. Y si a usted no le gusta el fútbol americano, entonces, ni se acerque a las salas. Lo mejor de este domingo, y que lo hace como cualquier otro, es justamente, la emoción del juego…
Cualquier domingo, se puede perder o ganar pero, ¿cuántas veces, lo hace hombre y no como uniformado?

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