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Viaje al mundo marino de René Lalique, el padre de la joyería moderna

EFE.-Sirenas, náyades, peces, caballitos de mar, medusas, cisnes o ranas, entre otros seres acuáticos, dan forma a una colección de casi 200 piezas reunidas por el Museo Lalique y que permanecerán expuestas hasta el 11 de noviembre.

Considerado padre de la joyería moderna, Lalique (1860-1945) rompió con sus primeras creaciones los esquemas por los que hasta entonces se regía el diseño de la orfebrería y la bisutería, al tiempo que convertía en arte el tratamiento del cristal.

«Ahora quieres diseñar joyas, pero eso no lleva a nada, en dos meses te habrás quedado sin ideas y te verás obligado a parar», le dijo a Lalique uno de sus primeros maestros, molesto por la «fantasía» con la que el joven aprendiz, recién llegado a París, encaraba cualquier proyecto.

Lalique, en dos etapas bien definidas, las dedicadas al Art Nouveau y al Art Déco, volcó en sus creaciones el universo marino que le obsesionaba desde la infancia, cuando de niño pasaba horas en los arroyos, estanques y ríos de Marne, su ciudad natal, fascinado por la flora y fauna del lugar.

«Fue un pionero, reinventó el concepto de joyería en pleno Art Nouveau gracias a la originalidad de sus diseños y al uso de nuevos materiales», relata a Efe la directora del museo y comisaria, Véronique Brumm, que ha organizado la muestra a partir de las piezas cedidas por coleccionistas y museos como el Art et Métiers de París.

Convertido en el joyero más célebre de Francia, Lalique decidió cambiar de registro y, a partir de 1912, comenzó a trabajar el vidrio, disciplina en la que pronto volvió a destacar sirviéndose de los mismos elementos que le consagraron durante su etapa anterior: innovación, naturaleza y feminidad.

«El otro gran tema en la obra de Lalique es el cuerpo de mujer, su voluptuosidad y sus curvas», formas que obedecían al estándar de belleza de entonces y con las que adornó multitud de piezas, indica la directora.

En el universo del artista «el cuerpo femenino se confunde con imágenes de ninfas, hadas, sirenas o sílfides», subraya Brumm, quien asegura que «Lalique explotó el tema de la feminidad, sobre todo, durante su etapa como vidriero», que coincidió con la explosión en Europa del Art Déco.

El éxito que obtuvo trabajando el cristal le permitió abrir en Combs-la-Ville (sureste de París) su primera factoría, con la que apostó por una producción más industrial para, tiempo después, fundar la fábrica de Wingen-sur-Moder, famosa hoy en todo el mundo por sus frascos de perfume.

Dividida en cinco etapas, la muestra «Le monde aquatique de Lalique» arranca con el «Lalique observador de la naturaleza», de la que el maestro «estudió todas sus formas, líneas y estructuras hasta encontrar la inspiración», apunta Brumm.

El recorrido sigue con «El imaginario de Réne Lalique», compuesto por una serie de piezas que testimonian la fascinación que el vidriero sentía hacía la figura femenina.

La tercera etapa es la consagrada al agua en todas sus formas, tema donde el creador francés llevó al extremo su originalidad y forma de entender el arte con el único objetivo de reflejar, de la manera más real posible, la sensación de movimiento.

La exposición termina con «El universo Lalique», una «visión global de su carrera», y «Fuentes», dedicada a la colección de fuentes que el artista realizó desde 1910 y que adornaron, siempre originales, «exposiciones, hoteles, castillos y residencias de lujo», resume la comisaria.

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