La música moderna fue un shock para muchos oídos
La música académica empezó a cambiar, es decir, separarse de los cánones establecidos por las llamadas épocas “clásica” y “romántica”, para comenzar a experimentar con otras combinaciones de notas y sonidos.
Uno de los primeros ejemplos de disonancia los incorporó Richard Strauss en sus óperas Elektra y Salomé.
Pero a pesar de sus pasajes disonantes, esas obras no chocaban con lo oídos acostumbrados a una música tradicional. El cambio abrupto lo produjo el compositor austríaco Arnold Schoenberg, quien en su cuarteto para cuerdas No. 2 introdujo un estilo que rompía con los basamentos de la música occidental de los últimos 1000 años.
Shoenberg fue el creador de la música dodecafónica, es decir, música en doce tonos con forma atonal.
Esa nueva manera de hacer este arte generó encuentros encarnizados entre los aficionados al cambio y los seguidores de lo tradicional.
Muchos importantes compositores, como Anton Webern, Alban Berg, Pierre Boulez, Luigi Dallapiccola e Igor Stravinsky –en uno de sus períodos–, siguieron esa vía.
En la actualidad, salvo para iniciados, este género no ha logrado captar las audiencias. De hecho, aunque grandes compositores incluyen elementos en sus composiciones, en líneas generales no usan la escala dodecafónica. Algunos que podemos señalar: Debussy, Ravel, Stravinsky, Prokofiev, Shostakovich y Manuel de Falla.
Como ejemplo de la música dodecafónica, incluyo –de Arnold Schoenberg– “Variations for Orchestra Op. 31”:
Y de música del siglo XX no dodecafónica, presento la “Suite Pulcinella”, de Igor Stravinsky, compuesta en 1934: