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El miedo pardo, el miedo negro en la independencia

Ángel Rafael Lombardi Boscán

“Los revolucionistas justifican su resistencia a la Madre Patria a título del derecho que como hombres libres tienen de elegir su gobierno. (…) les preguntaremos si insistiendo sobre tal argumento, piensan acomodar la práctica a la teoría? Si recurriendo a artificios y quisquillas piensan excluir a sus hermanos negros o pardos, de una completa participación del poder político ¿juzgan que con estas lecciones de derecho natural frescas en la memoria, se someterán pacíficamente las castas degradadas a estas restricciones y privilegios?”. 

José Blanco White (1775-1841), El Español, Londres, enero, 1812

Los pardos y negros estuvieron dispuestos a seguir a sus jefes motivados por algún tipo de promoción social y económica a través de la guerra, además del incentivo de luchar en contra de sus tradicionales opresores directos, los blancos criollos. Los dirigentes realistas en su gran mayoría fueron incapaces de comprender, en los decisivos triunfos de 1812 y 1814, la participación determinante del grupo social más numeroso en Venezuela y tradicionalmente relegado. El orden legal realista y los hombres que lo representaron, en su mayoría blancos, siempre desconfiaron de los sectores populares por considerarlos “inferiores” desde todo punto de vista. Para el regente José Francisco Heredia (1766-1820), fue irresponsable la actitud de Cortabarría y otros jefes realistas que al comienzo de la contienda, no pudiendo contar con las tropas y recursos militares adecuados, alentaron a las masas de pardos en contra de los blancos criollos.

Bolívar, de ascendiente aristocrático, fue un gran sociólogo y pronto tuvo que darse cuenta de que había que ganarse para la causa que defendía a esta masa marginada y empobrecida. En su “Manifiesto de Carúpano” del 2 de junio de 1816 decretó la libertad de los esclavos a cambio de que estos se sumasen a las filas del ejército patriota.

No obstante, en un principio, para Bolívar y los otros jefes republicanos de origen citadino, esta sublevación social de la masa ponía en duda la misma idea de la Independencia, ya que ésta en sus principios doctrinarios originales no contemplaba una participación radical y abierta de los sectores tradicionalmente excluidos; y todo ello a pesar de la retórica republicana que hacía del “Pueblo” el detentador de la soberanía. Al mismo tiempo en el campo realista sus principales líderes discutieron con preocupación el peligroso giro que estaban teniendo los acontecimientos, siendo ellos mismos, paradójicamente, quienes en un principio, a través de Miyares, Cortabarría y Monteverde, recurrieron al recurso de alentar a los pardos y esclavos negros en contra de los blancos criollos, debido a la inhibición de la Metrópoli en ser incapaz de actuar a través de un fuerte ejército. Situación ésta que hizo de la guerra un “desbarajuste general” y permitió la promoción social de esclavos y llaneros a través de la violencia y el saqueo.

Igualmente la lucha entre facciones, unas liberales otras conservadoras, unas favorables a la república y otras a la monarquía, terminaron por convertir en un verdadero caos un conflicto que adquirió identidad propia más allá de las primeras intenciones de los beligerantes. El historiador español Miguel Izard coincide con la interpretación del historiador venezolano Juan Uslar Pietri en que la expedición de Morillo “llegó de España para restablecer el viejo orden colonial” ante la irrupción de los sectores populares.

Existe una interesante “Representación”  de José Cevallos, comandante realista en la plaza de Coro, que nos indica cómo este problema estuvo presente entre los principales dirigentes políticos y militares realistas, pero que ante la fragilidad y transitoriedad de las instituciones de Gobierno durante la contienda, se fue incapaz de atender como era debido. Lo que propuso Cevallos era algo en realidad “revolucionario” desde el punto de vista social, aunque su razonamiento haya estado justificado por las circunstancias directas de la guerra y la orientación que ésta tuvo a través de su experiencia directa en el campo de batalla. Cevallos consideró que era fundamental reconocer y premiar la colaboración de los pardos a favor de la causa del Rey, y para ello, proponía su promoción social a través de la ley para garantizar su permanencia al lado de los españoles. Estas recomendaciones cayeron en un saco roto y las masas populares empezaron a ser captadas por caudillos carismáticos que les prometieron la redención a través del saqueo y pillaje durante la guerra. Las huestes de Boves, Morales y Yáñez fueron rápidamente captadas por el llanero Páez, identificado con la causa republicana, mermando con ello la principal base de apoyo, desde el punto de vista militar, que tenía el realismo en Venezuela antes del arribo de Morillo en abril de 1815.

Cuando Morillo llegó a Venezuela, lo hizo emulando a los conquistadores del siglo XVI; nunca fue capaz de entender la problemática social y étnica del país, a pesar de que sus ejércitos pronto se mantuvieron operativos por los pardos que suplieron las rápidas bajas de sus europeos, tragados literalmente por el trópico. España no entendió o no quiso entender, luego de 1815, que en Venezuela se imponía una profunda reforma social para poder garantizar el apoyo de los pardos en el sostenimiento de la causa realista; una llamada a la pacificación y al consenso sobre las bases de una reconciliación sincera bajo el liderazgo creíble de hombres probos y competentes. Pero todo esto fue una quimera, a pesar del llamado lúcido de algunos hombres que alertaron sobre ello. Con Morillo se impuso la vuelta dogmática de los fundamentos tradicionales del Antiguo Régimen a través de la prepotencia militar y la acción represiva, con ello los argumentos republicanos empezaron a ser percibidos con una nueva luz justificadora por parte de la gran masa en un principio simpatizante del realismo. Por torpeza y omisión, los realistas empezaron a perder el apoyo popular más numeroso, única garantía válida para poder ganar una guerra que se alimentaba y consumía de los propios hombres y recursos del país, situación que se hacía imprescindible atender ante la incapacidad del Gobierno peninsular en poder enviar refuerzos europeos de una manera constante.

Las espectaculares victorias de Boves sobre los ejércitos republicanos acallaron los reclamos de las autoridades civiles y militares realistas sobre su insubordinación y la manera bárbara y cruel de hacer la guerra. Incluso el mismo Heredia, tan crítico hacia las actuaciones de Boves, no compartió la idea de considerarle como un rebelde a la autoridad superior del Monarca porque sus actos siempre tuvieron como norte la defensa de la causa del Rey. Aunque algunos contemporáneos de Boves temieron que éste se alzara con el poder en toda Venezuela a través de los 12.000 soldados que fue capaz de levantar en armas.

El sector tradicional blanco español y criollo realista nunca fue capaz de entender el desbordamiento social de los pardos a través de su protagonismo en la guerra, siempre temieron por sus vidas y propiedades ante el odio y el resentimiento desbordado de los pardos y negros esclavos. Boves, Morales y otros caudillos realistas con sus ejércitos populares fueron temidos y rechazados de una manera igual o hasta peor que los mismos “rebeldes” republicanos. Para estos blancos, citadinos y acostumbrados al orden y la regularidad de las cosas, Boves fue un insubordinado de comportamiento bárbaro que no acataba ninguna autoridad legítimamente constituida, y además, esto era en realidad lo que más les preocupó, el ejército de pardos y llaneros que comandaba con terrible eficacia ponía en peligro todos los fundamentos del orden colonial mantenido y dirigido tradicionalmente bajo la supremacía de ellos mismos. Es por ello que el arribo de Morillo fue visto como la calma que procede luego de la tormenta.

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