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Activar la economía y fortalecer la gobernabilidad

La semana próxima, el gobierno nacional y los ejecutivos de la provincia de Buenos Aires y de la ciudad autónoma definirán los nuevos términos de la cuarentena para el ámbito metropolitano, convertido en epicentro de la epidemia de coronavirus.

Aunque las encuestas indican que la mayoría de la sociedad está resignada a las medidas de aislamiento y prevé que regirán como mínimo hasta la primavera, resulta evidente que las soporta cada vez menos y aguarda que se flexibilicen, tanto para habilitar posibilidades de trabajo y comercio como para aligerar el confinamiento y el encierro. A veces el hastío se traduce en intolerancia y agresividad.

El dilema de la cuarentena  

Los estrategia antipandemia, que se demostró virtuosa en desplazar hacia adelante los riesgos de contagio, dar tiempo a la estructura sanitaria para prepararse ante mayores exigencias y mantener notablemente baja la tasa de letalidad del virus,  demandó un esfuerzo temprano y prolongado que, como contrapartida, ha suscitado resultados negativos en  otros aspectos sin que todavía se haya traspasado el temido pico de la epidemia, un punto  que los expertos, con las crecientes cifras de contagio a la vista, estiman inminente en la Capital y el conurbano. 

“Hoy la cuarentena estricta parece indispensable” – advirtió esta semana el ex ministro de gobierno de María Eugenia Vidal, Joaquín De la Torre- pero ocurre que “es un instrumento desgastado por su uso extendido”. 

El cuadro se complica por la situación económica y social. De la Torre, un hombre experimentado en el conurbano (antes de ser ministro provincial fue intendente de San Miguel), coincidió en el diagnóstico de la situación  que hizo unos días antes el intendente de José C. Paz, Mario Ishi ante Jorge Fontevecchia, de Perfil:  “En verdad, la gente no aguanta más. Se están fundiendo. Quiebran las empresas. La cesación de pagos se generaliza.”  La mirada de Ishi se convierte en pronóstico: “ Hay que decir que aún no se llegó al pico máximo; no llegó lo peor. Para fines de agosto vamos a estar como en 2001 aproximadamente. Viví dos saqueos y pienso que la gente va a volver a 2001. (…) Desgraciadamente la gente sale porque está enojada… bronca de la gente que está sin trabajar”. 

De pronto, más allá de que las encuestas sigan entregando reflejos plausibles de la acción de las administraciones, empiezan a filtrarse imágenes más inquietantes, que sugieren situaciones de ingobernabilidad. Sería un error suponer que esas situaciones son provocadas por dirigentes o trolls de la oposición dura, pero sería ingenuo no registrar que estos actores las acicatean y buscan explotarlas políticamente. Los adversarios más tenaces del gobierno son poderosos y hacen su juego.  

En rigor, que hoy Alberto Fernández sea presidente no se debe sólo al hecho de que la señora de Kirchner impulsó su candidatura en el Frente de Todos, sino también  a que ya entonces se había consolidado una atmósfera (tanto ajena o adversa al peronismo como interna de este movimiento y de fuerzas tradicionalmente aliadas) de rechazo a la idea de un nuevo gobierno de ella o determinado por su signo ideológico y su estilo. Esa atmósfera fue tan fuerte que  convenció a la exmandataria  de dar un paso atrás. Fernández tiene que cabalgar apoyado sobre fuerzas contradictorias.

Aquellos mismos fantasmas se reaniman cada vez que algún hecho sugiere que es la vicepresidente que la que tiene la batuta del gobierno. Y, si esa influencia no es suficiente, los adversarios tienen muchos medios para ayudar a magnificarla.  

El argumento ha sido ensayado una y otra vez.  Forma parte de la lógica política que los adversarios aprovechen los puntos débiles de  los gobiernos. Las fuerzas convergentes que hostigan al gobierno se empeñan en que el rostro de éste sea la ex presidente y no Fernández.  Cada vez que los sectores que invocan la inspiración de la señora  adquieran protagonismo público, sea por mérito propio o por difusión ajena,  la buena imagen del gobierno se resiente. Fernández ha perdido en esos trámites las tres cuartas partes del apoyo adicional que le había dado su manejo de la pandemia en abril. 

Vicentín, punto de inflexión

El tema que marcó un punto de inflexión (entre otras cosas porque se produjo en el instante en que la estrategia de cuarentena empezó a desgastarse) fue la iniciativa sobre la empresa Vicentín. El anuncio del plan de expropiación rebotó negativamente tanto en los círculos económicos como en la opinión pública.

Si erró en la medida, el gobierno no se equivocaba al preocuparse por la situación de esa empresa. La firma santafesina se encontraba en convocatoria de acreedores,con deudas de casi 100.000 millones de pesos, principalmente con empresas y entidades del sector público, pero también miles de productores a los que compró granos para procesar y no les pagó. El comportamiento del directorio del holding está bajo investigación penal. El fiscal federal Gerardo Pollicita – que instruye el caso de  posibles de hechos de corrupción en el otorgamiento y destino de los multimillonarios créditos recibidos por el holding- les dictó la inhibición de bienes a sus integrantes (los mismos que el juez de la convocatoria repuso en sus cargos). Para el fiscal, está probada la “connivencia” de esos directivos con el  ex presidente y ex funcionarios del Banco Nación y del Banco Central en las maniobras que investiga.

Estos hechos judiciales no impiden que  en muchos pueblos agrarios próximos a la sede Vicentín haya movilizaciones y agitación de banderas en defensa la empresa y sus accionistas, ni ha llevado al juez del concurso a revisar su decisión de sostener como directivos a aquellos que el fiscal imputa como conniventes con hechos ilegales. Muchas veces los hechos van por un camino y las imágenes y relatos por otros.  

En ese contexto, el desborde de los elementos más radicalizados del oficialismo no sólo hizo retroceder a Fernández en sus iniciativas sobre la empresa, sino también en  las encuestas. De ese modo, debilitó su autoridad en un momento delicado, como el que describe desde su mirador conurbano el intendente Ishi.

La incontinencia de los duros

La oposición huele ese debilitamiento relativo y busca aprovecharlo inclusive en la calle. Conviene mirar el tema con el equilibrio con el que lo miran los intendentes del conurbano: no hay que descartar que si algunos toman la calle, muchos otros tomen la calle. Y los últimos no necesariamente con los mismos fines que los primeros. Arriesgarse a la ingobernabilidad puede ser apostar a la anarquía.

Cebada por las dificultades del gobierno, la oposición política y mediática más confrontativa juega con fuego y se quema por su propia incontinencia. Un ejemplo ha sido el intento de aprovechar facciosamente  la muerte violenta de un ex secretario de la señora de Kirchner, adjudicándole carácter político (insinuando culpas del gobierno) y batiendo el parche sin ningún fundamento serio. Se trató de un tiro en el pie: los sectores duros de la coalición fueron enfrentados por el ala moderada (Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Jorge Macri, Cristian Ritondo, Rogelio Frigerio) que terminó subordinando a la presidenta del Pro a la autoridad de una comisión de acción política en la que está en minoría. Inclusive Miguel Angel Pichetto, que en otros momentos fue asimilado al sector “duro” del Pro, en este caso se quejó de que el comunicado que motorizó la ex ministra de Seguridad de Macri “no fue debatido” y cuestionó que  “al hablar de gravedad institucional daba a entender que era un crimen de Estado y fue un crimen común».  

Los sectores más responsables del sistema político comprenden que la situación que vive el país no está para maniobras menores. Salir de la crisis suplementariamente agravada por efectos de la pandemia demanda una autoridad fortalecida, la consolidación de una plataforma fuerte para ejercerla, la resolución firme de sacar al país del riesgo de default y formular una propuesta de reformas que permitan una recuperación económica sostenible en la era pospandemia que se abrirá. 

Contra el default

En ese sentido, evitar el default es indispensable para no destruir a priori los peldaños de esa escalera. Es imperativo un acuerdo que le permita al país estar dentro de los movimientos de reconstrucción económica global que sobrevendrán para superar los efectos devastadores que ha provocado la pandemia en todo el mundo.  No sería posible acceder a esos programas de ayuda ni, por cierto, obtener financiamiento de mercado, si Argentina queda nuevamente anclada en el default.

El ministro Guzman ha formalizado la propuesta del país que muchos analistas influyentes consideran elogiosamente.. Entre esos analistas está el ex ministro de finanzas de Mauricio Macri, Luis “Toto” Caputo. Su opinión es incidentalmente significativa dado su vínculo con uno delos principales fondos de inversión que aún no han acordado: Blackrock.

Varios fondos han expresado su ya su acuerdo con la propuesta y los mercados parecen ahora dar por sentado que las cosas terminarán bien. Son conjeturas, hay hasta entrado el mes próximo para que se tengan que formalizar las respuestas.

Resolver el tema deuda sería  una señal de autoridad de Alberto Fernández y -cierto o no- corroboraría que en un tema de tanta importancia su opinión prevaleció sobre la de la señora de Kirchner, habida cuenta de que la opinión convencional le asigna a ella una postura contraria a los acuerdos. En rigor, no se conocen posiciones expresas de la vicepresidente sobre el tema pero un observador avezado como Domingo Cavallo considera que ella ha trabajado no en contra, sino a favor de un acuerdo. 

En una nota reciente, el fino analista de La Nación Jorge Liotti citaba un comentario de alguien cercano al Presidente: “Alberto no toma decisiones, las construye”. Una frase que parece indicar que el Presidente sólo da un paso importante cuando siente que ha establecido (o se ha establecido) una plataforma capaz de sostenerlo en el escalón siguiente. 

La Casa Rosada se dispone a tomar medidas de envergadura para inyectar dinamismo en una economía que está mal y no hay motivos para pensar que pueda recuperarse vertiginosamente. Como advierte un informe reciente de Merrill Lynch,  “la crisis económica ha bajado al sótano en ascensor, pero la recuperación subirá por las escaleras”. 

Por debajo de la Presidencia se mueven las columnas que le pueden dar sustentabilidad y dinámica a un gobierno que ponga proa a la recuperación y a la pospandemia. Esa plataforma la ofrecen ya los acuerdos entre los gobernantes de distinto signo y también las coincidencias que se construyen en la Cámara de Diputados ( (inclusive los acuerdos sobre los desacuerdos)  y en los que participan líderes del oficialismo y de la oposición, en  gobernadores e intendentes, en los sectores dialoguistas y constructivos de Juntos por el Cambio, en el empresariado y los dirigentes sindicales que ya trabajan en las ideas de la pospandemia y se muestran dispuestos a colaborar creativamente en la reconstrucción.  

Ahora se trata de forjar los acuerdos para la salida del default, la recuperación económica y la consolidación de la gobernabilidad.

La incipiente articulación de corrientes distintas en el centro del escenario puede consolidarse, pese a la obstrucción de los extremos y la presión de los intereses que buscan dividir para reinar y quieren prosperar en la ingobernabilidad. 

Concluir victoriosamente la guerra contra la pandemia y emprender la difícil reconstrucción de la posguerra vuelven indispensable una estrategia de unión nacional e integración en la región y en el mundo. Habrá que comprenderlo por la razón o por la fuerza de la realidad.

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