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Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, dos perfiles

Hace unos días fue publicado en París un nuevo libro del periodista Vincent Hervouet. Su título: Ainsi va le monde, 100 chefs d’Etat à la question (Editions Albin Michel, Paris, 2014). Hervouet ha viajado por el mundo entero. Sus entrevistas con presidentes y jefes de Estado son famosas por la pertinencia y agudeza de sus preguntas. Hervouet se ha reunido con hombres de Estado de los más diversos sectores políticos, como Bill Clinton, Mijaíl Gorbachov, Benjamin Netanyahu, Muammar Kadhafi, Nicolas Sarkozy, François Hollande, Recep Tayyip Erdogan, Vaclav Havel, Iulia Timochenko,  Sebastián Piñera, entre otros. Su libro contiene los perfiles de 86 jefes de Estado. Dos presidentes colombianos aparecen en ese libro: Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.

El Presidente Álvaro Uribe fue entrevistado por Hervouet en París en marzo de 2008. Vincent Hervouet es un periodista célebre. Es un pionero de la información televisiva continua. El participó en el lanzamiento de la conocida radio France Info y en el lanzamiento de la cadena televisiva  de información continua LCI, donde dirige la rúbrica internacional. Hervouet colabora con varios medios internacionales.

Los perfiles de este libro no son biografías de los entrevistados. Lejos de eso. Son textos cortos, densos, muy bien construidos, donde la preocupación única es captar “el instante de verdad”, como dice el autor, de cada encuentro: la frase definitiva, el comentario off, y el gesto revelador que devela del personaje, que abre pistas sobre su pensamiento y su espíritu. Hervouet también  describe las circunstancias –a veces absurdas, alegres o dramáticas-, en que ocurrió la entrevista.

Hervouet dividió su libro en 11 capítulos, bajo estos títulos: “Los buenos mozos”,  “los monumentos históricos”, “los principiantes”, “los que volvieron”, “los guerreros”, “los furiosos”, los bromistas”, “los herederos”, “los militares”, “los reyes burgueses” y “los millonarios”. El perfil de Álvaro  Uribe fue incluido en el capítulo de  “Los guerreros”. El de Juan Manuel Santos se encuentra en “Los militares”.

He aquí los dos perfiles, el del ex presidente Álvaro Uribe y el del presidente Juan Manuel Santos, que traduje para los lectores colombianos.

Álvaro Uribe, el presidente en emboscada

Por Vincent Hervouët

Tomado del libro Ainsi va le monde… 100 chefs d’Etat à la question del periodista Vincent Hervouët (Editions Albin Michel, Paris, 2014, página 163).

En entrevista, Álvaro Uribe no sonríe jamás. Antes, se concentra. Después, no tiene tiempo que perder. Es un hombre en guerra, no es un jocoso. Sobre el estrado se porta como en el campo de batalla. Por la ventana de la embajada de Colombia se ve la fachada marcial de los Inválidos. Los mariscales que reposan bajo la cúpula al lado del Emperador Napoleón no debían ser más batalladores que él.

El rostro adusto de Álvaro Uribe atestigua su determinación. Él da miedo. Es lo que busca. Él puede también hacer gala de humor, pero de humor negro. Cuando alguien cita en extenso a su vecino Hugo Chávez, que lo trata de cobarde, de manipulador, de mafioso, él responde  tranquilamente que el “respeta al pueblo amigo de Venezuela” y un asomo de sonrisa flota entonces sobre su rostro. Ante los insultos, Álvaro Uribe mantiene la sangre fría de un matador. La familia de Ingrid Betancourt, sus comités de apoyo, el Quai d’Orsay, sospechan que él sabotea sus esfuerzos para obtener la liberación de esa joven. Se le hace la pregunta. El da la impresión de no entender y repite que la guerrilla es una trinca de narcoterroristas.  Se le insiste comparándolo con Creón y la rehén Antígona. Uribe vuelve a decir, por  tercera vez, que él es partidario de los esfuerzos en curso: los de la Iglesia, los de Francia y  también los de una “misión médica internacional que podría apoyar a los rehenes en materia de seguridad”.  Mediaciones de todo tipo hace rato que existen. Todas fueron en vano. Pero nadie había oído hablar de esa “misión médica internacional”.  Se lo deja decir. Es un error.

Esa misión es la que liberará a Ingrid Betancourt seis meses después. Es el triunfo de la astucia. Un comando en blusas blancas de las fuerzas especiales  se apodera de los rehenes en la selva. Militares sin armas y sin miedo engañan a los carceleros.  ¡Es la operación “Jaque Mate”! Una formidable operación de engaño. La entrevista concedida en París hacía parte de eso. Álvaro  Uribe quería darle credibilidad a esa “misión médica internacional” que surgía de ninguna parte. Al mismo tiempo que se defendía con cierta apatía  de querer sacrificar los rehenes ante el altar de su intransigencia, el Presidente colombiano tejía la trampa más audaz de la historia tumultuosa de los secuestros. El cazador manipulaba sin vergüenza a la prensa francesa y al mismo palacio del Eliseo que lo trataba de sarnoso, de  árido, de indigno.

Álvaro  Uribe es un hidalgo. “El menosprecio de los diarios me honra” podría ser su divisa. Arrastrar por el suelo a los narcotraficantes es su humor. La gratitud desbocada de Ingrid Betancourt que le besa la mano al llegar a Bogotá, su triunfo.

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Juan Manuel Santos, un presidente muy verde

Por Vincent Hervouët

Tomado del libro Ainsi va le monde… 100 chefs d’Etat à la question del periodista Vincent Hervouët (Editions Albin Michel, Paris, 2014, página 163).

Uno se puede sentir invencible al comenzar el día con los pies hundidos en la alfombra del recibo de un gran hotel de París. El desfile de  mozos, conserjes y maleteros es meloso.  Uno se siente  protegido. Al ver a los que corren bajo la lluvia del otro lado de la puerta giratoria uno hasta se cree inmortal. Lo ideal es pertenecer a una delegación  en viaje oficial: no se debe pagar nada,  ningún esfuerzo para hacer el chequeo o para reservar un taxi… El personal se encarga de todo! La vida de funcionario en comitiva es una primera clase absoluta.

La Plaza Vendôme tiene la forma de un teatro a la italiana donde los que pasan por el Hotel Ritz son los protagonistas buenos. Esta mañana, el Presidente colombiano interpreta el papel del hombre progresista. En el salón de invierno él traza el futuro. El futuro es la defensa del medio ambiente y el desarrollo durable. El futuro es verde. El futuro está abierto: es su primer mandato y el acaba de comenzarlo. El ex ministro de Defensa que liberó a Ingrid Betancourt y derrotó la más grande guerrilla del continente se ha reciclado en protector de la naturaleza. “¡Yo soy el primer ecologista!” Si sigue así el va a invadir a Chile y  a anexar Ushuaia.

Algunos invitados escogidos asisten a un desayuno y aprueban. En Versalles, cuando el rey se levantaba de la mesa, sus invitados no habrían tenido el derecho de tocar los croissants. En el Ritz, lo contrario es mal visto. Los invitados mastican sin apetito los croissants, vuelven a tomar café  y comienzan la jornada algo indigestos.  El desayuno de trabajo es una regresión bárbara. “¿Y por qué no una ducha compartida?” habría protestado Jacques Chirac a quien el protocolo le sugirió un día tener una entrevista discreta con la Canciller alemana. Durante sus dos mandatos, Chirac rechazó las citas muy matinales con invitados extranjeros.

Frente a Juan Manuel Santos, dos banqueros, dos ministros, dos presidentes de grupos parlamentarios. Un estupendo Presidente-director general de empresa, un traficante de armas, un escribano y algunos altos funcionarios. Doce convidados escogidos por el director de la revista Politique internationale que representan el Estado profundo, a la francesa. Detrás,  dos cámaras filman “el jefe” en plano fijo. Me pregunto a qué puede servir esa grabación.  Le pregunto eso a los técnicos. Me responden marcialmente: “¡Archivos presidenciales!”. Esa precaución imita las democracias populares.

Ante los doce apóstoles, Santos controla el otro lado de la mesa, con sus consejeros y su ministra preferida, la única mujer: dos ojos azules, un abrigo negro. Sin maquillaje, sus ojeras  subrayan que en Bogotá son las dos de la madrugada. ¿A qué noctámbulo le está enviando ella un texto? El poder es euforizante,  por eso no sorprende que ellos duerman tan poco. Ninguna joya, salvo un anillo de plata en la mano derecha, grande como un taquímetro.  Eso cae bien: el Presidente explica que su ministra del Medio Ambiente nadó en una reserva natural infestada de tiburones. Todo ministro sabe nadar en medio de los tiburones. Empero, todos los que están en la mesa admiran la proeza.  La interesada sonríe y después se sumerge de nuevo en su Black Berry. El mundo del silencio es lacónico.

El Presidente  agita tanto aire como una eólica.  Habla de la selva amazónica, de los recursos en metales raros, después del petróleo off shore… Tras el grifo de agua tibia, el cuerno de la abundancia súbitamente se desparrama sobre la mesa. Los banqueros se agitan. Se ponen a hablar en inglés. Aparece el recalentamiento del clima. El desarrollo es durable. Los negocios también.

En la noche de ayer, el Presidente estaba invitado a una cena de gala en la calle Castiglione. A vuelo de pájaro son trescientos metros.  A pié son tres minutos si se admiran las joyerías. Las más bellas esmeraldas de Colombia,  como los presidentes de Colombia, pasan por la plaza Vendôme. Juan Manuel Santos no las ha visto pues tomó su vehículo cuyos vidrios son más espesos que las vitrinas a prueba de balas.

El hombre de progreso toma la vía blindada H24. El cortejo es de diez y seis vehículos, sin contar los motociclistas de la Guardia Republicana. La circulación fue interrumpida un cuarto de hora. Conclusión: el ecologista es un gracioso.  Calcular el balance de carbono de la cena habría sido tan vulgar y vano como mencionar los crímenes impunes de los paramilitares colombianos durante el desayuno.

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