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América Nuestra

Ilustración: “Martí y Cuba”, por Ernesto García Peña (Matanzas, 1949)

El cubano José Martí (1853-1895), fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra del 95 o Guerra Necesaria, llamada así a la guerra de Independencia de Cuba,  en cuyos comienzos cae abatido por tres balas, es hoy en Latinoamérica uno de pensadores con mayor vigencia en la construcción de las revoluciones progresistas del siglo XXI.

Cuenta Ciro Bianchi (1948), columnista cubano del diario Juventud Rebelde y colaborador de las más importantes revistas cubanas de difusión socio-política,  que “…el 19 de mayo de 1895, al regresar al campamento de Vuelta Grande, de donde salió el 17 para hostilizar, con unos 30 hombres, el convoy que conducía el coronel Ximénez de Sandoval, Máximo Gómez encontró que el mayor general Bartolomé Masó, al frente de una partida de 300 hombres, acompaña a Martí. Revistan las tropas los tres generales y las arengan Gómez y Masó. Toca después el turno a Martí. Por Cuba estoy dispuesto a dejarme clavar en la cruz, les dice, y los combatientes, quizá sin comprender del todo sus palabras, lo aclaman. ¡Viva el Presidente!, gritan”.

Gómez quería provocar un combate en un sitio alejado de Dos Ríos, donde se le facilite maniobrar a la caballería; pero al no lograrlo, tras una avanzada española en la sabana, se da confrontación y la columna de Ximénez de Sandoval, formada en cuadro, rompe el fuego contra los cubanos; el General en Jefe trata de proteger al Delegado, y, según narra Bianchi,  ordena: “Hágase usted atrás, Martí, no es ahora este su puesto”.

En este punto, cuenta Bianchi, se detiene Martí y Gómez lo pierde de vista, “…concentrada su atención en el enemigo. Es probable, dice Rodríguez, que Martí merodeara por el terreno tratando de aproximarse al escenario inmediato de la lucha hasta que en compañía de De la Guardia se lanza al galope contra las líneas españolas hasta colocarse a unos cincuenta metros a la derecha y delante del General en Jefe, donde ambos jinetes se convierten en blanco perfecto de la avanzada contraria, oculta entre la hierba. Pasan el Delegado y su acompañante entre un dagame seco y un fustete caído y las balas se ceban en el cuerpo de Martí, que se desploma…”

Martí es impactado por tres disparos, una bala le penetró por el pecho, al nivel del puño del esternón, que quedó fracturado; otra, que le entró por el cuello, le destrozó, en su trayectoria de salida, el lado izquierdo del labio superior, y otra más lo alcanzó en un muslo. “El Generalísimo” Máximo Gómez, se lanza al lugar del suceso a fin de recobrar a Martí, vivo o muerto: “Cuando me pude apercibir de su caída, lo más que podía hacer lo hice, lanzarme solo a ver si recogía su cadáver. No me fue posible, y puedo asegurar a Ud. que jamás me he visto en tanto peligro. La noticia de fuente española de que yo estaba herido, no dejaba de tener su fundamento”.

Al momento de su muerte, Martí vestía pantalón claro, chaqueta negra, sombrero de castor y borceguíes también negros; el capitán Satué, que lo conoció en Santo Domingo, corroboró la identificación, y un tal Chacón, cubano hecho prisionero horas antes, la confirmó. En una hora y media había demorado el combate de Dos Ríos; Martí, cayó en la segunda media hora de la acción, después de la una y siempre antes de la una y treinta de la tarde; en ese instante partió físicamente el hombre que escribió “Nuestra América”, y nacía la leyenda, el mito, la inmortalidad del espíritu de la América Latina libre y Republicana.

La muerte de Martí dejó un hondo vacío al movimiento revolucionario de finales del siglo XIX, pero a su ver abrió las puertas a todo un mundo enciclopédico e intelectual, donde la figura escriturales de Martí marcará huella e influencia por los años que tocarán por venir; sus ensayos, todos orientados hacia una nueva corriente literaria, el modernismo, que a finales del siglo XIX, tomó importancia por lo atrevido de su estilo y por lo poético de sus párrafos; en ese movimiento literario modernista, Martí marcó la diferencia con su opúsculo reflexivo titulado “Nuestra América”; éste es  un ensayo filosófico y político publicado en 1891, cuya forma elocutiva básica es la de la prosa expositiva conceptual, apoyado en un discurso reflexivo que obliga al lector no solamente a conocer la realidad de la América de aquellos días, si no fijar una postura ideológica ante lo que debería ser el camino real hacia una Latinoamérica libre y soberana.

El ensayo fue publicado por primera vez el primero de enero de 1891,  en la “Revista Ilustrada”, de Nueva York; luego, el 30 de enero, en el diario mexicano “El Partido Liberal”, teniendo una amplia difusión en todo el continente latinoamericano. El ensayo “Nuestra América”, apareció en un momento oportuno, pues concluía la Primera Conferencia Internacional Americana y las reuniones de la Comisión Monetaria,  sirviendo las ideas para afianzar la postura revolucionaria en la Madre América.

Martí en “Nuestra América”, establece pautas que resultan básicas para la política, la cultura, la educación el arte y el pensamiento social;  en el escrito el autor plantea los esfuerzos y objetivos a los que Martí dedicó su vida,  la verdadera independencia del continente.

América constituyó para Martí la gesta épica de la revolución latinoamericana del XIX, no había traído las libertades esenciales para el hombre, razón por la cual el Apóstol concibió un proyecto cultural liberador para el área, que incluyó en su última etapa de vida la lucha por la libertad de Cuba y Puerto Rico.  Su determinación quedó expresada, en el cuerpo de este ensayo, cuando afirmó: “Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.”

Martí asume una posición humana frente a la realidad de la América Latina dividida y segmentada por el interés de los países imperialista de finales del siglo XIX; se coloca al lado de los pobres, o con ellos asume una postura a favor de la unidad de todos tuvo claras inclinaciones desde su niñez.

A juicio de Martí,  “Nuestra América” es la expresión de una firme convicción a la que él ha dedicado su vida;  se muestra como una declaración cuyo centro vital es la  unidad, como un aspecto vital en los proyectos liberadores; al mismo tiempo, se asume una postura radical y cerrada, contra los opresores manifestándose en la forma efectiva conque el pueblo ha de sentir su cultura, teniendo en la prensa escrita una vía para allanar todos los espacios y  fortalecer el ideal republicano de una Patria libre.

En acepción de Martí, su ensayo es expresión de un decálogo de intenciones para instrumentar su proyecto cultural liberador, el cual se establece sobre la base de la determinación de nuestros orígenes como grupo humano, es preciso saber quiénes somos, de dónde venimos, qué lugar ocupamos en el concierto de las naciones, cuáles son nuestros desafíos.

Otra aspecto que destaca Martí es el de la identidad nacional; el signo identitario más significativo para fue el mestizaje, el cual es la esencia que va más allá de las formas que puedan también evidenciar el rasgo. La conquista de la identidad augura  la mezcla caprichosa y variada de hombres y culturas que convergen, algunas de manera forzosa, en esta parte del mundo como expresión del proceso de colonización trajo como resultado un hombre nuevo que no era español, no era africano y tampoco era deudor a sus antecesores naturales del continente.

Martí, asume que en el pasado: “Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norte-América y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía ciego de indignación contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza”.

 El ensayo “Nuestra América”, guarda un contenido educativo y la cultural por excelencia;  privilegia sí el tema americano-latino, pero sirve de referente para educar  la identidad y no formar ciudadanos desdeñosos de su ser porque llevan consigo en franco desacomodo con su pueblo y con su tiempo un alma extranjeriza.

Martí no se queda en utopías, plantea soluciones: “Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia…”

Para Martí la nuestra América es, sin discusión, la plataforma de la educación para el continente renacido, sustentando esa educación en los valores occidentales de la Grecia de Sócrates, Platón y Aristóteles (del siglo IV, antes de Cristo); califica de “Nuestra Grecia”,  donde es vital el conocimiento del país; conocerlo en sus hechos y relaciones, su naturaleza, historia, cultura y sociedad.

Destaca Martí que en nuestra América la labor creadora y los espacios educativos y sociales deben ser no solamente frecuentados por ideas originales y fieles a nuestra razón de ser, sino deben surgir como producto de la masificación de una cultura del mestizaje que brinden cohesión, sentido y significado a los empeños creadores; dice Martí: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.

En un aspecto puntual, Martí hace alusión a que los pueblos han de vivir en un intercambio constante y fecundo de ideas pero para poder confrontar con el mundo ha de existir una unidad propia que sirva de asidero intelectual a quienes se empeñan en esas complejas labores. Pero no se debe delegar solamente ese crecimiento interno de la identidad y los valores culturales a lo local o regional, es necesario internacionalizar e intercambiar de forma frecuente nuestras ideas y realizaciones. Es ante eso que Martí expresa de manera dura y categórica: “…el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante”.

Reforzando esta postura de Martí, en el ensayo se resalta, de manera conceptual, los aspectos identitarios que define la trascendencia en lo relacionado con las mejores prácticas en la enseñanza y las teorías que la nutren; según Martí, el ser hombre significa tener que educarse, pero ese proceso ha de ser conducido de forma creadora y en correspondencia con la época y aspiraciones de las naciones.

La formación del nuevo hombre americano, ya no es un esfuerzo individual, sino de grupos, donde por la vía de técnicas para el trabajo académico y reflexivo, se desarrollan los temas relacionados con la motivación en el marco de la fijación del conocimiento con mayor solidez; todo ello es válido, esboza Martí, para convencer la singularidad del hombre latinoamericano y esa singularidad requiere formas particulares de enseñar y de aprender.

A grandes rasgos, Martí pronostica para la nueva América, que logrará un mejor aprendizaje y una implicación afectiva en su proceso de consolidación de sus ideales de libertad e identidad cultural; el hombre americano es expresión de la riqueza natural y ancestral que lo posiciona como miembro activo y con personalidad propia en el mundo moderno que se estaba edificando a finales del siglo XIX.

A manera de ideas finales, el escrito de Martí sobre “Nuestra América”, permite establecer es un documento construido para enseñar cómo hacer posible el establecimiento de un nuevo orden que consolide la relación educación-tradición-historia-cultura, como un modo de aunar esfuerzos para insertar en lo complejo del mundo, a una sociedad que venía de ser estrangulada por los imperios y deformada por los traidores y apátridas nacionales que entregaron de manera complaciente los recursos de los pueblos amerindios al interés corporativo de las grandes empresas del capitalismo internacional.

 “Nuestra América”, como ensayo crítico y reflexivo,  es un documento martiano de valor excepcional; expresión  de la madurez política e intelectual de uno de los hombres más visionarios de todos tiempos. De Martí diría  Alejo Carpentier (escritor cubano, 1904-1980), en una entrevistado de Joaquín Soler Serrano, recogida en el libro “Escritores a fondo” (Planeta, Barcelona, 1986), Martí era un genio en toda la línea. “…No solamente fue un genio político, no solamente murió por su patria, no solamente formuló por vez primera y con una lucidez prodigiosa las ideas directrices de nuestra revolución y proclamó la necesidad de integrar al negro y al indio en la colectividad blanca, sino que además fue un genio porque fue el primero de nuestro idioma que descubrió los pintores impresionistas franceses en Nueva York y señaló en esa exposición las obras que habían de durar y perdurar. Y no se equivocó: había pronosticado cuáles serían las obras maestras del impresionismo francés. Fue un genio en toda la línea. Y cuando estaba en la acción política, en el combate, en sus discursos, en sus programas, redactando esos documentos fundamentales que fueron el Manifiesto de Montecristi y sus discursos admirables en Nueva York, Tampa, etcétera, era directo, muy directo, elocuente, claro, sin perder tiempo en adornos, pero cuando quería escribir por su gusto, lo hacía regodeándose en el manejo de la frase (y empleo el verbo literariamente), y como ejemplo, ahí está su ensayo a la memoria de Carlos Darwin, donde se muestra de un barroquismo extraordinario.”

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