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¡Apúrense!

Bernard Horande

Es lo que uno escucha en la calle. Pareciera existir una sensación de premura. De que pronto acaben las cosas. De que de una buena vez el régimen criminal de Maduro y sus secuaces salgan del poder.

Es lógico. La gente va perdiendo la paciencia. Pasan los días y algunos pueden pensar que “no se le ve el queso a la tostada”.

Han sido muchos años de oprobio. De humillación. De caída libre hacia la pobreza. Hacia la nada.

Muchos años durante los cuales la dignidad de los venezolanos fue maltratada y pisada por una banda de malandros de la peor especie.

A los seres humanos nos sucede que en la medida que vislumbramos el final de una situación desastrosa, nos vamos impacientando. Y si no vemos “avances”, más.

Es comprensible perder la paciencia. Lo que no nos es permitido es perder la esperanza.

El asunto es que esos “avances” sí se están produciendo. Y están sucediendo con una velocidad nada despreciable. Están pasando cosas.

Estratégicamente, no todo puede informarse. Las estrategias y las tácticas no se revelan. Muchos contactos y acuerdos que se cocinan no conviene hacerlos saber por los momentos.

El manejo de una situación como esta requiere de mucha discreción de parte de sus ejecutantes.

He sostenido que quizá lo más complicado de todo este proceso sea el timing. La sincronización. El ritmo.

Es decir, no adelantarse innecesaria e inconvenientemente. Pero tampoco retrasarse de forma que se le dé al adversario cualquier oportunidad.

El timing o ritmo político no siempre es el del ciudadano. Ni tampoco el que opera en el sector económico o aquél que afecta lo social. Son diferentes ritmos. Y no es nada fácil acoplarlos todos para que el resultado sea, al final, el que esperamos todos.

Tomemos el caso de la ayuda humanitaria. Diversos audios transmitidos por las redes sociales irrresponsablemente hace más de 10 días daban cuenta que la ayuda humanitaria era cosa de horas para su entrada en Venezuela. Que “esa noche” entraría.

Crearon una inconveniente expectativa en mucha gente. Fue negativo. Eso no se hace.

Ahora, este 12 de Febrero, en otra de las inmensas concentraciones que demuestran lo decidido que está el pueblo venezolano de salir de esta pesadilla veinteañera, el Presidente Encargado de la República de Venezuela, Juan Guaidó, anuncia que el próximo 23 de febrero es el día fijado para el ingreso de la ayuda humanitaria.

Exactamente un mes después de asumir constitucionalmente el poder.

Ya tenemos una fecha concreta. Puede parecer lejana para algunos, pero es necesario entender que una operación gigantesca como esta no se planifica, prepara y ejecuta en poco tiempo.

Además, el hito de la entrada de la ayuda humanitaria bien podría significar el momento que marque el antes y el después de la primera fase del proceso que estamos viviendo: el cese de la usurpación.

Poco a poco, hora a hora, se van dando los pasos. Sin prisa pero sin pausa. Lo imprescindible es que vayamos garantizando el éxito en cada etapa.

Quienes sí deberían estar realmente apurados son los jefes de las diferentes mafias que controlan el poder en Venezuela. Apurados en salvar el pellejo. Comenzando por el mismísimo Nicolás Maduro y la llamada banda de los 7 (Nicolás, Cilia, Diosdado, Jorge, Delcy, Tareck y Vladimir).

Es natural pensar que después de tantos años convirtiendo a Venezuela en su cuartel y su hacienda particular, les sea difícil comprender que el final llegó.

Hasta podrían salvar algo del PSUV con vista al inmediato futuro, como player en una democracia. Pero eso será tema de otro artículo.

Lo cierto es que se les está acabando el tiempo para una retirada. Parece que no han entendido la determinación que tiene un tipo como Donald Trump cuando se le mete algo en la cabeza.

Sabiendo que el grueso ya lo tienen en el exterior, recojan los pocos coroticos que les quedan en Venezuela, señores, porque el tiempo se les acaba.

Trump y los propios Estados Unidos como nación se están jugando una carta demasiado importante con el caso venezolano.

Ya no hay vuelta atrás. Los países que apuestan por la democracia venezolana así como la OEA han cruzado el punto de no retorno. Están en la etapa final de búsqueda de todos los apoyos y consensos posibles.

Pero llegado el día, avanzarán por la vía que sea con lo que tienen.

Y lo que tienen es, nadie lo duda, brutalmente poderoso.

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