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¡Asesinen para justificar la paz!

Cuando asesinan indígenas, soldados y policías, continúan destruyendo la infraestructura petrolera y eléctrica nacional, secuestran a indefensos ciudadanos, lo que se les ocurre resaltar es que la única forma de acabar con esta “guerra” es negociando una “paz” arrodillados a los bandidos que siguen ensangrentando al país. Ha dicho con desfachatez el flamante negociador De la Calle que “las farc no tienen que convencer a los negociadores del Gobierno, tienen que convencer a la sociedad colombiana”. Ellos saben perfectamente que son unos asesinos, y la sociedad colombiana, a punta de bombazos, secuestros y asesinatos a sangre fría, durante muchas décadas, también saben que son unos asesinos. Entonces, ¿de qué van a convencer a Colombia?

Mientras las Farc secuestraban a dos soldados-rompiendo así un compromiso de La Habana-y dañaban la Troncal a la Costa Atlántica, su jefe máximo, alias “Timochenko”, publicó una crítica a la condena aplicada por indígenas del Cauca a ocho guerrilleros que asesinaron a dos guardias de la etnia Nasa. Este bandido consideró “absurda” la pena de 40 y 60 años de cárcel a sus hombres, y dijo que “repugna al más elemental sentido de justicia (…) Si ese es el país al que piensan debemos reintegrarnos, no hay entonces la más mínima posibilidad”. Estas son las acciones “que tienen que convencer a la sociedad colombiana”, según De la Calle. ¿Cuántas veces en 50 años de barbarie las farc se han atribuido el derecho de disponer de la vida y bienes de miles de colombianos indefensos, sin fórmula de juicio? Lo de Bojayá, por ejemplo, fue el mayor acto de barbarie cometido deliberadamente por la Farc contra personas indefensas: asesinados 119 civiles inocentes que se refugiaron en una pequeña iglesia, entre ellos 45 niños.

La nación tendrá el sagrado derecho de preguntarse qué clase de hombres son los que el Gobierno traidor de Santos va a reintegrar a su seno. Los cafres anuncian una tregua “unilateral”, y antes de que empiece a contar la fecha se apresuran con alevosía y asesinan a sangre fría a cinco soldados y a dos policías, y con el secuestro de otro soldado hacen el show de “liberarlo”, entonces Santos, su cohorte de burócratas y sus plumíferos a sueldo corren a bendecir el acto como un “gesto de paz”.

El expresidente y senador Álvaro Uribe dijo, con sobrada razón patriótica, que en Colombia debe haber respeto por la vida más allá de si se cumple o no la tregua por la guerrilla de las farc. “Ahora lo que se dice es: no, es que no podemos culpar a las farc porque los asesinaron antes de la tregua. ¿Cómo le parece? Entonces hay que decirles a las viudas, a los huérfanos, que no se preocupen, que a los papás, a los esposos, a los hijos, los asesinaron antes de la tregua. Eso no lo podemos aceptar, aquí debe haber respeto por la vida con o sin tregua”, expresó Uribe Vélez. ¡Claro que toda Colombia está de acuerdo con el cese de actividades criminales! ¡Que no asesinen, ni secuestren, ni extorsionen, que no sigan con cultivos ilícitos, ni traficando drogas! Esta es la verdad que expresa el senador Uribe y con la cual nos identificamos los colombianos. Con este chantaje se regodean Santos y sus áulicos para apuntalar su “chavismo ideológico, cascarón de proa del insustancial socialismo del Siglo XXI”, al decir del jurista Jesús Vallejo Mejía.

El 2015 será un año de combates contra esta corriente narcofascista. No permitiremos que se entronice más en nuestra patria un poder enfermizo, que ahorcará nuestra democracia. Si Santos permite que estos personajes, campeones del narcoterrorismo, se reintegren a la sociedad colombiana, como si nada hubiera ocurrido, de manera impune, con los derechos de cualquier ciudadano, la paz no será posible en nuestro suelo patrio. Como ha dicho Mariano Rajoy, presidente de España, si vuelven a defraudar al pueblo colombiano, acabarán siendo un mero remolino de polvo en la cuneta de la Historia.

Como presagio, acerca de “Cuál muñeco quemar el 31”, según la columna de Libardo Botero, pues puntean en el ranquin dos destacados hombres públicos: Santos y Timochenko, por la envergadura de las proezas y hazañas de cada uno de ellos, cuyo resultado final aún es incierto, yo anticipo mi voto por quemar a uno de los dos muñecos el 31, por traidor y corrompido.

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